El Gauguin menos pictórico protagoniza la exposición "Metamorfosis" del MoMA

  • Autodidacta, itinerante y obsesionado con la originalidad, el pintor postimpresionista Paul Gauguin desarrolló una trayectoria experimental en grabados en madera, relieves, escultura y series imperfectas que forman la exposición del MoMA "Gauguin: Metamorfosis", que hoy se presentó en Nueva York.

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Mateo Sancho Cardiel

Nueva York, 26 feb.- Autodidacta, itinerante y obsesionado con la originalidad, el pintor postimpresionista Paul Gauguin desarrolló una trayectoria experimental en grabados en madera, relieves, escultura y series imperfectas que forman la exposición del MoMA "Gauguin: Metamorfosis", que hoy se presentó en Nueva York.

Sus óleos de mujeres tahitianas o sus cristos amarillos han pasado a la Historia del Arte, su utilización explosiva del color revolucionó el movimiento postimpresionista.

Pero, desnudo de lienzos y de colores, Gauguin desarrolló un apasionante y no tan conocido trabajo sobre el que el Museo de Arte de Nueva York arroja nueva luz en una exposición que estará abierta desde el 8 de marzo hasta el 8 de junio.

"Esta exposición muestra a un artista que era increíblemente curioso, que tenía un compromiso con muchas maneras de expresión artística, además de la pintura. Un compromiso táctil y visceral con cada manera que eligió", explicó hoy en rueda de prensa la comisaria Starr Figura, orgullosa de haber encontrado un recorrido misterioso, oscuro y sensual por la obra del controvertido pintor.

La muestra, que estará abierta hasta el 8 junio, está formada por 160 trabajos que ha reunido de diferentes colecciones, muchos de ellos nunca vistos en Estados Unidos antes.

Claves, por un lado, de su proceso creativo en el que lo atávico y lo vanguardista se tocan y, por otro, reflejo de una declaración de libertad fuera de la convención del óleo sobre lienzo y de la escapada de los cánones artísticos (y morales, con su consiguiente controversia) de una Europa en la que el artista se sentía preso.

"Tenía una fuerte creencia en su propio genio y quería ser reconocido. Quería ser totalmente original, hacer cosas que nadie hubiese hecho antes. Y tomar estos diferentes materiales y técnicas era su manera de hacerlo", añadió Figura, quien considera a Gauguin (1848-1903) el padre de la concepción moderna del grabado.

Entre todas sus opciones, destaca el trabajo sobre madera, desde el grabado a la escultura, pasando por el relieve, así como la técnica del óleo transferido, técnica de reproducción que inventó en 1899.

"Ser original para él a veces era volver al principio de todo, a los inicios primitivos de las cosas, y el grabado en madera era una técnica que no había sido utilizada en siglos", según Figura.

"Había tenido su culmen en la Edad Media y en el Renacimiento y él fue quien lo revitalizó. Es el principio de la historia moderna del grabado. Edvard Munch, los expresionistas alemanes o incluso Picasso fueron inspirados por Gauguin en esta técnica concreta", añadió Figura.

La comisaria reconoce que conforme fue preparando la exposición fue sintiéndose más y más fascinada por el proceso creativo del artista, por su vocación investigadora de las artes y su naturaleza autodidacta.

Paul Gauguin había compartido experiencia vital con Vincent Van Gogh en Arles, había emigrado con un año a Perú y acabó sus días en las islas Marquesas, en la Polinesia Francesa. A lo largo de su periplo peripatético, fue acumulando experiencias, técnicas e inspiraciones tan diversas que su corpus creativo acabó siendo, como él quería, único en el panorama artístico mundial.

"Tuvo una vida muy interesante ya en sus primeros años. Su infancia fue en Lima, en Perú, donde su madre tenía familiares. Al volverse a Francia, su madre se llevó su colección de cerámicas antiguas peruanas. Eso a él le inspiró", en palabras de la comisaria.

"Vivir en otro lugar, desde ese momento en su vida, inspiró su espíritu aventurero y esa curiosidad que llena todo lo que crea", añadió Figura.

De esta manera, esta muestra de Gauguin, la primera gran exposición monográfica que el MoMA dedica al artista francés, es un viaje cronológico, con parada obligatoria en Tahití, pero con la reinvención de sus figuras más conocidas a través de los monotipos de acuarela, dibujos en tinta sobre papel o ese óleo transferido que alumbró en los últimos de su vida al borde del delirio.

Un proceso de aparente repetición de motivos, pero atravesado por sutiles cambios que dibuja esa "Metamorfosis" que da título a la exposición y que toma el relevo a la muestra centrada en la etapa surrealista de Magritte como plato fuerte en la programación temporal del Museo de Arte Moderno de Nueva York.

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