¿Existe la crisis de los 40? Sí, y el primero que la nota (y la provoca) es el cerebro

  • Nuestro cerebro sufre en esta época la curva U. Es el valle de la insatisfacción que se combina con un aumento notable del estrés. 
¿Se puede trasladar tu cerebro a un ordenador? / Pixabay
¿Se puede trasladar tu cerebro a un ordenador? / Pixabay

La crisis de los 40 no es mito. Es real. El primero en dar síntomas de la misma es nuestro cerebro, que también es culpable en parte de su puesta en marcha. "Nuestro cerebro está diseñado para conseguir metas, y cuando lo logramos se produce un anticlímax, porque nuestro cerebro se habitúa a la zona de confort y busca la siguiente emoción". Si no la hay, literalmente, se aburre. Y llega el decaimiento. Tan malo es un cerebro demasiado estresado como uno en exceso relajado. Lo explica Gregory Cajina, autor de 'La vida empieza a los 40' (editorial Espasa), coach número uno de España y cincuenta del mundo según la International Association of Coaching, licenciado en Empresariales por ICADE y autor de best sellers.

La realidad es que nuestro cerebro sufre a los 40 la curva U. Como señala Arthur Stone, director del Instituto de Investigación Médica del Comportamiento de la Universidad de Stony Book, nuestros niveles de ansiedad y estrés son máximos en la edad madura. Los piques de bienestar, según la Universidad de Warwick se producen a los 20 y a los 60 años. El valle llega a los 40. Es esta la década de la insatisfacción. Y ahí entra nuestro cerebro, programado para saber si el beneficio de la vida nueva a la que aspiramos reporta más dolor que satisfacción a lo que tengo a día de hoy. Porque un divorcio, un cambio de trabajo, de país... son un drama. Y el ser humano está programado para sobrevivir y para fomentar lo que le causa placer. Por tanto, si uno mismo calcula que no le compensa... no cambiará su vida. Si la respuesta es sí, lo hará, y a lo grande. No todo es malo. El mayor nivel de resiliencia de una persona también se da en la década de los 40 años.

Estas circunstancias, que combinan causas físicas y sociales, explican que sea en los 40 cuando se producen picos de casos de divorcio (a los seis años de media empiezan los conflictos y los 45 es la edad crítica), de emprendimiento y de cambios de vida. Porque el ser humano cuenta con tres cerebros, explica Cajina. "El básico que nos facilita sobrevivir, el emotivo, que nos incita a vivir, y el trascendente, que está en el lóbulo prefontal externo y que es todo un accidente evolutivo". Es este último el que se desarrolla a esa edad. El momento en el que miramos atrás y pensamos si vivimos la vida que queremos. "De repente, sabemos lo que no queremos". Y eso es clave, porque nuestro cerebro no juzga, si le instruimos en un hábito, este obedece, y le asigna un espacio físico y neuronal acotado.

En términos biológicos, la madurez cerebral llega a los 25 años, es decir, cuando ya hemos tomado algunas decisiones trascendentes. Lo que pocos saben es que nuestro cerebro es la máquina más potente de la Tierra hasta los 5 años de edad, una esponja, aunque sea a los 30 cuando llegue al mayor rendimiento cognitivo. Con los 40 perdemos plasticidad, pero se sigue aprendiendo. El plus con el que contamos a esa edad es el conocimiento adquirido, las vivencias. "Nuestro cerebro está diseñado para aprender, pero no para ser feliz", explica el autor. De hecho, las neuronas que más excitamos son las que desarrollan un 25% sus conexiones por lo tanto nuestro cerebro se amolda también a nosotros. A la hora de morir está demostrado que hemos sido capaces, si lo hemos trabajado, de que el 50% de nuestra personalidad sea consecuencia de nosotros mismos. El resto es genética.

Los estudios demuestran también que nuestro carácter sigue siendo en la mediana edad temperamental y genético entre en un 60% y 75%, pero se abre una brecha: necesitamos gestionar nuestro tiempo, atrapados en el cuidado de los hijos y de nuestros padres. Gustar, el dinero, triunfar, el trabajo, los ejes hasta entonces viran, y es el tiempo, el hacer algo de utilidad para los demás lo que gana enteros.

Porque hasta entonces, según demuestran los investigadores Tania Singer y Claus Lamm, del instituto Max Planck de Alemania, el cerebro está diseñado para ser menos empático y más egocéntrico. Afortunadamente, en el giro supramarginal derecho tenemos un termostato que autocorrige esta tendencia, lo que nos permite, con el tiempo, ponernos en el lugar del otro. Se sabe que hasta los 30 años lo que rige nuestro comportamiento es la emoción. A partir de los 40 es la sabiduría y el interés por dejar un legado lo que entra en juego.

La vida puede empezar a los cuarenta. Tres pensamientos rondan a las personas cuando están cerca de la muerte. Bronnie Ware, trabajadora de cuidados paliativos durante las últimas doce semanas de vida de los pacientes registró sus inquietudes. Sorprendentemente, los grandes reproches se repetían: no haber tenido el valor de vivir su propia vida y hacer, en cambio, la que se esperaba de ellos; no haber pasado más tiempo con las personas que amaban por trabajar más de lo necesario; no tener el coraje de haber  expresado más veces lo que sentían en vez de callar y no haberse mantenido más en contacto con los amigos. En suma, haber sido incapaces de haberse permitido ser más felices. Y sí, es en los 40 cuando el cuerpo (y nuestro cerebro) nos permite vivir de nuevo.

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