Jorge Juan, el español que midió la Tierra y que nadie sabe dónde está enterrado

    • Se celebra el tercer centenario del nacimiento del marino e ingeniero español.
    • Navegante, científico y espía, Jorge Juan introdujo en España la ciencia moderna.
    • Participó en la expedición que midió el tamaño de la Tierra y renovó la flota española.
Jorge Juan, el marino español que midió la Tierra
Jorge Juan, el marino español que midió la Tierra
lainformacion.com

Tiene varias calles con su nombre, una fundación y su figura apareció durante años en el reverso de los billetes de 10.000 pesetas. Y aún así sigue siendo un desconocido para muchos. Este sábado 5 de enero se celebra el tercer centenario del nacimiento de Jorge Juan, el marino e ingeniero español que introdujo a España en la modernidad científica y participó en algunas de las investigaciones más punteras de su época.

Sus trabajos y años de experiencia le valieron para ser admitido como miembro de la Royal Society de Londres y de la Real Academia de Ciencias Francesas, trabajó como espía en Londres y rediseñó el sistema de construcción de los barcos españoles renovando la flota y los astilleros del Marqués de la Ensenada. Su figura representó como nadie el espíritu de la Ilustración y sus conocimientos de las teorías newtonianas y su experiencia naval aportaron numerosas mejoras técnicas en diversos ámbitos. Pero sobre todo participó en la gran expedición científica del siglo XVIII para determinar la forma del mundo.

La expedición para medir el mundo

La aventura de Jorge Juan comienza casi por casualidad en 1734, cuando siendo aún un estudiante es designado por la Corona junto con Antonio de Ulloa, como miembro de la expedición organizada por la Real Academia de Ciencias de París para medir un grado del arco del meridiano terrestre a la altura del Ecuador. La misión, dirigida por el astrónomo Louis Godin y el geógrafo Charles Marie de La Condamine, pretendía poner fin a una vieja discusión sobre la forma de la Tierra. De un lado, los que apoyaban a Cassini y Descartes en su creencia de que el planeta tenía forma de melón (achatada por el ecuador) y de otros que apoyaban a Newton, que aseguraban que estaba achatada por los polos. Para comprobar quién tenía razón, la academia francesa envió una expedición a Laponia, para medir un grado del meridiano en los polos, y otra al Ecuador, en las posesiones españolas en las Américas. Cartografiando cuidadosamente una parte del meridiano, se podía extrapolar la medida del diámetro de la Tierra y calcular así el grado de achatamiento del planeta.

La expedición a Quito se prolongó más de 8 años (de 1736 a 1744), en los que Jorge Juan y sus compañeros se vieron en todo tipo de contratiempos. Tuvieron que bregar con las duras condiciones climatológicas de los Andes, fueron recibidos a pedradas por los lugareños, varios murieron por fiebres y caídas, el médico de la expedición fue asesinado y el botánico se volvió loco. "Nuestra común residencia era dentro de la choza", escribió años más tarde Antonio de Ulloa, "de continuo estábamos envueltos en una nube tan espesa que no dejaba libertad a la vista... y se aterrorizaba el ánimo con el estrépito causado por los peñascos".

Durante casi diez años, los expedicionarios midieron y triangularon el inhóspito terreno en mitad de una guerra y entre acusaciones de la Inquisición para alcanzar un resultado que llegó tarde, pues la expedición a Laponia alcanzó antes las esperadas conclusiones. El grado del meridiano era mayor cerca de los polos, como había pronosticado Newton y la Tierra tenía 43 kilómetros más medida ecuatorialmente que si se la medía de arriba abajo, pasando por los polos.

A pesar del contratiempo, sus trabajos servirían posteriormente para establecer el sistema métrico decimal y determinar la longitud del metro, y la labor científica sirvió a Jorge Juan y Ulloa para consumar sus conocimientos y traerlos a España. De hecho, el relato de Jorge Juan en sus libros fue más minucioso que el de los franceses y estableció como valor del grado de meridiano contiguo al Ecuador en 56.767.788 toesas, el cálculo más aproximado de todos.

Ingeniero y espía

Tras pasar diecinueve años en América, Jorge Juan regresó a España como capitán de navío. En 1748 recibió el encargo del marqués de la Ensenada de viajar a Inglaterra para conocer las nuevas técnicas navales inglesas con vistas a renovar la flota española. Un año después, y con el nombre falso de Mr. Josues, Jorge Juan se embarcó con destino a Londres con una misión de espionaje industrial. Durante 18 meses no solo recogió información sobre los barcos ingleses, sino sobre la fabricación de paños, matrices de imprenta, armamento, máquinas para limpiar puertos y otras tecnologías.

Tras salir huyendo del país al ser descubierto, Jorge Juan se trajo a 50 técnicos ingleses que le acompañaron a España y le ayudaron a renovar la construcción naval española. Gracias a sus nuevos conocimientos, por ejemplo, en los astilleros de Cartagena, Cádiz o El Ferrol se impuso un moderno criterio industrial de división del trabajo y miles de obreros se repartían las labores en los diques, los hornos y las fábricas. Sus trabajos siguieron siendo punteros durante años, y fundó por encargo del rey Carlos III el Real Observatorio Astronómico de Madrid, fundó academias con modernos sistemas de estudio y viajó por todo el territorio fundando las bases de la moderna cartografía española.

A pesar de los múltiples reconocimientos, durante muchos años no se reconoció en España la importancia de su participación en la expedición de La Condamine en la aventura que sirvió para medir con precisión el mundo. "¡Qué poco caso les hicimos!", escribe el ingeniero y académico Francisco González de Posada, "¡qué poco aprecio les manifestamos! ... tan poco, valga como anécdota, que de los restos de Jorge Juan no se preocuparon sus coetáneos y aún hoy no sabemos dónde está enterrado".

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