La enfermedad de Chagas, "el nuevo sida de América", se extiende por Estados Unidos

  • Los investigadores aseguran que esta enfermedad infecciosa, transmitida por las picaduras de chinches e insectos, afecta ya a 300.000 estadounidenses. En todo el continente americano hay cerca de ocho millones de personas diagnosticadas, y 100 millones más en riesgo de infección, de este mal que guarda una peligrosa similitud con el VIH en cuanto a contagio y rápida expansión. El Chagas acabó con la vida del naturalista inglés Charles Darwin.

Durante casi 50 años la naturaleza atormentó a Charles Darwin. Los informas oficiales afirman que el naturalista inglés, responsable de 'El origen de las especies' (1859), falleció de un ataque al corazón a los 73 años. Sin embargo, en el bicentenario de su nacimiento, celebrado en 2009, nuevas evidencias científicas relacionaron esta insuficiencia cardíaca con el mal de Chagas, que podría haber contraído en su viaje por Sudamérica.

Darwin arrastró durante gran parte de su vida las secuelas de esta patología parasitaria, transmitida por la picadura de un chinche (la vinchuca), portador del parásito Trypanosoma Cruzi –causante de la enfermedad– cuando recorría El Chaco argentino en 1834. La picadura y sus síntomas posteriores quedaron recogidos en el diario de salud que Darwin, un gran hipocondríaco, mantuvo en su viaje a bordo del Beagle.

Como el genio que dio luz a la teoría de la evolución de las especies, los expertos calculan que más de ocho millones de personas viven infectadas por la enfermedad de Chagas en el continente americano. De hecho, en su editorial la revista 'PLoS Neglected Tropical Diseases', especializada en enfermedades tropicales poco comunes, ha bautizado este mal como "el nuevo sida", por la peligrosa similitud con el VIH en cuanto a contagio y rápida expansión.

Los autores del artículo, especialistas de la prestigiosa Escuela de Medicina Baylor, afirman que, como el sida, la enfermedad de Chagas tiene un largo período de incubación y es difícil de curar. Además, destacan su rapidísima propagación en países como Bolivia, Colombia, México y la región de América Central.

Sin embargo, lo que más preocupa es su desembarco en Estados Unidos: ya se han detectado cerca de 300.167 casos en el país –la mayoría en inmigrantes–, según los datos recogidos por los investigadores Caryn Bern y Sue Montgomery del Centro de Control de Enfermedades de EEUU (CDC).

Una amenaza latente en EEUU

El Chagas, descrito por primera vez hace un siglo por Carlos Chagas, de ahí su nombre, era originariamente una patología endémica de zonas rurales pobres de Latinoamérica, donde se calcula que hay 100 millones de personas en riesgo de contagio. Pero en las últimas décadas se ha convertido en un problema global como consecuencia de los flujos migratorios.

Lo más alarmante para los investigadores del CDC es que la enfermedad tiene una prevalencia en Estados Unidos hasta seis veces superior a la de países como España, que cuenta con una mayor proporción de inmigrantes latinoamericanos.

A eso se suma el hecho de que la amenaza no proviene únicamente de la picadura de un chinche, sino también de la de los mosquitos. En 2006 se descubrió en el estado de Luisiana el primer caso de transmisión entre mosquitos y humanos, en el que fue el sexto caso registrado de la enfermedad en el país.

Desde entonces, los diagnósticos y las medidas para atajar este creciente mal se han multiplicado. En 2007, el Departamento de Salud pública del Gobierno inició los análisis para detectar el parásito Trypanosoma Cruzi en todos los bancos de sangre del país.

Causa de muerte súbita

Como el VIH, la enfermedad se transmite de madre a hijo o por transfusiones de sangre. El Chagas, que provoca inflamación de los tejidos del corazón y del esófago, es una enfermedad silenciosa que puede ser letal si no se detecta a tiempo y cuyos tratamientos no son efectivos por completo, a no ser que sea detectada en los primeros años de vida.

Se desarrolla en tres grandes fases. La primera es una fase aguda, en la que puede producirse la muerte del infectado, aunque en muchas ocasiones es asintomática. Alrededor de un cuarto de sus víctimas eventualmente desarrollará hipertrofia cardíaca o de los intestinos, que pueden fallar y causar muerte súbita.

A ésta, le sigue una segunda fase indeterminada, que puede durar de 10 a 30 años, y una tercera crónica, que afecta entorno a 40% de los infectados y que se manifiesta con dolor digestivo, complicaciones neurológicas y problemas cardíacos. Estos últimos pueden acabar con la vida del paciente, obligarles a llevar marcapasos o a un trasplante.

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Roberto Arnaz
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