Errores en publicaciones de peso

La urgencia por conocer la Covid pone en aprietos a los 'gurús' de la ciencia

Investigadores detectan errores en sus estudios sobre la Covid y se ven obligados a retractarse de los mismos. El temor es que las rectificaciones hagan mella en la credibilidad de la ciencia.

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Hoy vale y mañana no: las prisas por el virus llevan a error a las publicaciones.
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Preocupación en el mundo científico. La urgencia a la que se enfrentaron los investigadores a la hora de abordar la pandemia de la Covid-19 ha incrementado el ritmo de publicación de informes y artículos pero también parece haber provocado errores en recientes investigaciones difundidas en medios científicos de reconocido prestigio. Unas rectificaciones que, en plena crisis sanitaria, amenazan con hacer mella en la credibilidad de la comunidad científica.

Un estudio de la reputada 'New England Journal of Medicine' provocó las críticas de los investigadores al concluir que los medicamentos utilizados tradicionalmente para tratar la presión arterial son seguros para personas afectadas por la Covid-19, cuando no es así. No es el único caso. Otra publicación de 'The Lancet',  que advirtió que la hidroxicloroquina -un fármaco para la malaria promovido por el presidente de EEUU, Donald Trump, para combatir el coronavirus- es peligroso para pacientes que sufren hipertensión también generó la 'condena' de numerosos investigadores. "El problema con la confianza es que es demasiado fácil perderla y demasiado difícil recuperarla", asegura el doctor Jerome Kassirer, exeditor del New England Journal of Medicine, quien publicó uno de los artículos retirados, en una entrevista al diario norteamericano 'The New York Times'. 

"Hablamos de errores graves", reconocen los editores de ambas publicaciones, que coincidieron en que esos textos "nunca deberían haber aparecido en sus revistas", en declaraciones al NYT. Richard Horton, director de 'The Lancet', definió el artículo difundido en su cabecera como un "fraude monumental", aunque defendió a su equipo al explicar que "la revisión por pares no está hecha para detectar estos engaños". Horton confesó que su equipo ha vivido días muy difíciles por la sed de información que ha generado la pandemia y se ha visto asfixiado por la cantidad de propuestas -el triple de lo habitual- que han llegado a sus oficinas.

En este sentido, Ivan Oransky, cofundador de Retraction Watch, una organización que vigila las publicaciones retiradas por contener información errónea, explica al NYT que "la revisión por pares falla con más frecuencia de lo que se admite, y deberíamos sorprendernos de que capte cualquier cosa tal y como está configurada". Oransky también critica que las revistas solían dedicar varios meses o incluso un año a la revisión y edición de los estudios que veían la luz, pero ahora, con la revisión de pares, el proceso se ha reducido a unos 20 días... o incluso 48 horas. Para Marcia Angell, otra exeditora del NEJM, "siempre ha habido una tensión entre hacer el trabajo rápido y hacerlo bien. Siempre estuve a favor de hacerlo bien, pero en la pandemia actual ese equilibrio puede haber cambiado demasiado para llegar rápido". 

El doble filo de los 'preprints'

La información que contienen las páginas de estas publicaciones no es, lógicamente, la única disponible.  Existe un modelo de publicación científica que se basa en repositorios en línea llamados servidores de 'preprint' o preimpresión, donde los documentos se pueden colgar rápidamente con pocas formalidades. En tiempos de pandemia, muchos investigadores han recurrido a este mecanismo para dar a conocer su trabajo. De hecho, cerca de la mitad del material científico disponible sobre la Covid-19 se ha difundido a través de estos portales, según una investigación de 'The Economist', que también pone en el foco que la esperanza de los defensores de la preimpresión es que esta práctica se estandarice tras el coronavirus y se superen ciertas 'trabas' burocráticas del proceso de criba al que someten estas publicaciones a algunos profesionales. 

La agilidad en la difusión de mensajes que brindan los 'preprints' ha sido aplaudida por muchos en momentos como el actual, cuando los políticos y la sociedad necesitan la información de los expertos para tomar decisiones trascendentales. De hecho, el mismo artículo de 'The Economist' muestra el rechazo del epidemiólogo de Harvard Marc Lipstich hacia el hecho de que las publicaciones durante las crisis del Ébola y el Zika tardasen demasiado en recibir el aval de las cabeceras pertinentes. Lipstich analizó esta tendencia y constató que las preimpresiones de los artículos de las revistas aparecían en los servidores cien días antes que en las páginas más consultadas para la toma de decisiones. Sobre la fiablidad de los 'preprints', un grupo de investigadores ha estimado que las publicaciones citadas tienen solo un poco (5%) más de calidad. 

Gracias a la tecnología y a los medios de comunicación de masas, a los que tanto científicos como 'estafadores' tienen acceso, se ha difundido una inmensa cantidad de información a lo largo de esta pandemia. La Organización Mundial de la Salud (OMS)  alertó desde el principio de una "infodemia", dentro de la cual coincide el contenido veraz y el falso. Para tratar de combatir la información falsa, la entidad encargada de la respuesta contra el virus a nivel mundial ha cerrado alianzas con los gigantes tecnológicos -Google, Twitter, Facebook, Instagram, Spotify, Youtube...- para que el contenido oficial sea priorizado en los algoritmos que 'gobiernan' sus sistemas. Esta pandemia ha puesto a trabajar en 'equipo' a los científicos, plataformas, gestores tradicionales de contenido e instituciones. 

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