El espionaje del siglo XXI es económico y viene de China y Rusia

  • El espionaje empresarial se ha multiplicado en los últimos años por la universalidad de internet. Los principales países desarrollados calculan pérdidas milmillonarias por culpa del robo de ideas, prototipos o planos que luego son copiados en terceros países. Un informe oficial de Estados Unidos acusa directamente a China y Rusia. Pero no son los únicos en apropiarse de estrategias ajenas.
Álex Medina R.

Suena a película o a serie de moda en la televisión. Pero el espionaje sigue existiendo al más alto nivel. Sólo que en el siglo XXI lleva traje y maletín y se ha extendido exponencialmente por culpa de internet; las principales compañías del mundo forman el nuevo escenario de intrigas y las pérdidas son millonarias.

En Estados Unidos estiman el coste de esta piratería en unos 50.000 millones de dólares al año. Una cifra muy similar se apunta desde Alemania, que también suma al agravio decenas de miles de puestos de trabajo. Francia, Corea del Sur, Canadá... el mundo desarrollado ve cómo les quitan (o copian, mejor dicho) las ideas.

Y, según consta en un informe recientemente presentado ante el Congreso de Estados Unidos, hay dos países especialmente activos en la sustracción de prototipos o de planes secretos: China y Rusia.

Con lo que parece aún más que estamos en una película. ¿De verdad son los chinos y los rusos los culpables de todo? El informe fue elaborado después de que el presidente del Comité de Inteligencia de la Cámara de Representantes, el republicano Mike Rogers, acusara explícitamente a Pekín de lanzar una "campaña" para robar propiedad intelectual estadounidense.

Ahora, ese documento, elaborado por un organismo oficial, la Office of the National Counterintelligence Executive, ha aportado datos a esa acusación y la ha ampliado hacia Rusia. Igualmente, se habla de "otros países aliados" que están interfiendo en las empresas americanas, aunque no se les identifica.

Para eso siempre se acuerdan de Irán, país que ponen como ejemplo de peligro extremo para el caso de que caiga en sus manos información de la industria de defensa.

Más allá de las propias obsesiones de Washington, el informe recoge las valoraciones de otros departamentos similares en el mundo occidental. Es el caso de Alemania, que estima entre 30.000 y 70.000 empleos al año los que araña el espionaje económico.

Corea del Sur, por su parte, sufre la proximidad de China y estima que la segunda economía del planeta es responsable de la mitad de la información desaparecida. Japón, que perdió de manos chinas la medalla de plata de las más poderosas del planeta, eleva al 60% la responsabilidad de su vecino en los robos padecidos... que, por otro lado, alcanzan una de cada tres compañías.

El paseo por el expolio empresarial continúa por Canadá, donde su Gobierno estimó que el 86% de sus grandes firmas había sufrido algún ataque cibernético orientado a recabar información confidencial.

En el Reino Unido, por último, bajan incluso a las pequeñas empresas, para las que los ataques informáticos suponen entre 16.000 y 32.000 dólares. La factura asciende hasta los 3,2 millones para las compañías con más de 500 empleados y, en todo el país, el coste anual es de unos 34.000 millones de dólares.

Los culpables también difieren según el país de origen. Los alemanes ven a americanos o franceses como los principales ladrones de ideas y Francia mira a China y también a Estados Unidos.  

¿Y cómo se producen estos robos? Dejen de pensar en hackers de diseño. Pese a los millones que genera esta actividad, los asaltos son rudimentarios en más de una ocasión: por ejemplo, mediante robos de portátiles a empresarios occidentales de visita o turismo en Oriente.

O regalando de forma masiva a los ejecutivos una cámara o un dispostivo informático que esconde un programa para copiar todo lo que encuentre en cuanto se conecte a un ordenador o una red.

También hubo un ataque a 150 ordenadores del Ministerio de Finanzas de Francia a finales de 2010 durante una cumbre del G-20 a través de una ventana abierta por el envío masivo de e-mails entre los asistentes a la cita.

Sin embargo, el método más común sigue siendo el infiltrado. Sea de nueva incorporación a la empresa, sea un viejo empleado al que se le pagan millones por suministrar información secreta.  

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