La guerra de divisas llega devaluada a la cumbre del G-20

  • La reunión de las mayores economías mundiales apenas va a ser una nueva declaración de intenciones vacía de contenido en lo referente a la guerra de divisas. ¿El problema? Que las dos grandes potencias, Estados Unidos y China, tienen posturas enfrentadas, y ninguna está dispuesta a ceder. ¿La consecuencia? Otra crisis dentro de la crisis.
José de la Vega

La denominada guerra de divisas llega devaluada a la Cumbre del G 20. Por una parte, el anuncio de la Reserva Federal (Fed) de lanzar 600.000 millones de dólares a la compra de activos del Tesoro para dar liquidez al mercado y, por otra, el anuncio de China, tan sólo cuarenta y ocho horas antes de la reunión, de que su superávit comercial ha aumentado un 60,5% en octubre llevan el mensaje implícito de que prefieren mantener bajas sus respectivas monedas y exportar más y en mejores condiciones que otros países.

Sería lógico pensar que el principal objetivo de la Cumbre del G 20 de Seúl, de cara a la denominada guerra de divisas, sería poner en marcha una línea de actuación que coordinara y fortaleciera una estrategia común, por parte de los países miembros, para salvaguardar el equilibrio del sistema y que evitara las autodevaluaciones de las monedas de determinados países, en aras a una mayor exportación de sus productos y un incremento de su superávit comercial.

Da la impresión, sin embargo, de que esto no va a ser así. Los países desarrollados -léase Estados Unidos- y los emergentes -léase China- prefieren mantener bajas sus respectivas divisas, a pesar de las tensiones que esto crea en el sistema, y de los problemas que puede crear a futuro, pues puede llegar a propiciar una nueva crisis dentro de la propia crisis económica que ya vivimos y, sobre todo, puede retrasar o dañar la recuperación de la economía global.

Por mucho empeño que pongan los representantes de algunos países del G 20 en buscar una alternativa a esta situación, la realidad parece imponerse. Por mucho que el secretario del Tesoro norteamericano, Timothy Geithner, afirme que está a favor de un dólar fuerte, la realidad parece ser muy distinta.

No hay que olvidar, por ejemplo, que cuando Jean-Claude Trichet, presidente del Banco Central Europeo, le ha comentado a su colega Ben Bernanke, presidente de la Reserva Federal, que se deberían acercar posiciones entre el dólar y el euro, la respuesta por parte de Bernanke siempre ha sido la misma: primero están las exportaciones comerciales de estados Unidos y luego podemos hablar del euro.

No olvidemos que los principales productos que mueven el mundo, como el petróleo, el gas, la energía o el oro se negocian en dólares. Aunque cuatro son las divisas principales de este conflicto, dólar, euro, yen y yuan, en el fondo todo se resume en una firme actitud por parte de los Estados Unidos y de China de mantener sus monedas bajas para exportar más barato.

La Unión Europea se ha desentendido de esta política bajista, y el resultado ha sido un euro fuerte, por lo que las exportaciones de los 27 países que forman la Unión se han resentido.

Poco margen para el G-20

¿Qué puede hacer entonces la cumbre del G 20? ¿Crear una moneda supranacional que evite las actuales tensiones, por ejemplo? Curiosamente esta propuesta ya la hicieron Estados Unidos y China con el fin de buscar estabilidad a largo plazo.

En esa misma propuesta, ambos países sugerían que tanto el Banco Mundial como el Fondo Monetario Internacional (FMI) fueran los encargados de emitir esa nueva moneda supranacional.

Resulta paradójico que China y Estados Unidos hicieran esa propuesta y fueran ambos ahora los principales actores de la desestabilización del mercado y de la guerra de divisas.

En esta misma línea, en 2009, un panel de economistas de Naciones Unidas propuso la creación de una nueva divisa global para reemplazar al dólar debido a la volatilidad del denominado billete verde.

Por decir, se ha dicho y se dice de todo. Desde sustituir el dólar por el euro hasta volver al patrón oro. En 2002, por ejemplo, Irak convirtió todas sus transacciones petroleras en euros. Eso sí, cuando Estado Unidos invadió Irak, una de las primeras medidas económicas que tomó fue que estas transacciones petroleras se hicieran en dólares. También Irán ha propuesto crear una bolsa internacional de crudo negociada en euros

Al final, cada país trata de pasarle la patata caliente al vecino, pero ninguno se la queda. Todos son denuncias y llamadas al orden, pero, en definitiva, nadie da un paso al frente de verdad para arreglar la situación. Es más fácil la crítica simplona que la adopción de soluciones.

Por ejemplo, Estados Unidos critica profundamente a China por mantener el yuan en los niveles actuales. A su vez, China afirma que Estados Unidos pone en marcha medidas como la anunciada recientemente por la Fed para no pagar su deuda.

Rusia afirma que no tiene ninguna confíanza en el dólar, debido sobre todo a su inestabilidad, aunque el 50% de las reservas en moneda extranjera de este país, según el Banco Central de Rusia, son en dólares, el 40% en euros y el 10% en libras esterlinas.

Pero sobre todo el gran beneficiado de esta situación de la llamada guerra de divisas es China, que además de prestarle dinero a Estados Unidos para que le compre sus productos, vende yuanes, compra otras monedas, mantiene el tipo de cambio, favorece sus exportaciones e incrementa notablemente su superávit comercial.

El G 20 tiene una enorme china en su zapato. Veremos si se la puede quitar.

Como dijo marco Tulio Cicerón: “El legislador no debe proponerse la felicidad de cierto orden de ciudadanos con exclusión de los demás, sino la felicidad de todos”.

Coda

El Banco Santander ha comunicado a la CNMV su intención de dejar a la elección de sus accionistas si el tercer dividendo a cuenta de la entidad, que se hará efectivo el próximo mes de febrero, se cobra en dinero o en acciones del propio banco. Esta política del Santander forma parte de su programa Santander Dividendo Elección.

Estrambote

La sombra de la deuda irlandesa se alarga aún más. El diferencial de los bonos de Irlanda a diez años ha tocado los 630 puntos básicos, lo que supone un nuevo récord para este activo. La situación de la deuda irlandesa cada vez se parece más a la de Grecia y puede calificarse ya de muy grave.

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