Un futuro desolador e incierto frente a una existencia en calma, las dos vidas en Crimea

    • Tatiana Bridko, profesora universitaria y traductora en Simferopol asegura que la vida y las prestaciones que reciben del gobierno ruso, han mejorado notablemente tras la anexión que se produjo con el referéndum de marzo.
    • La vida, dice, no ha cambiado demasiado tras la unión con Rusia.
    • De manera opuesta, Nara Nariman, periodista y activista tártara que ha sido portavoz ante la ONU de esta minoría étnica señala que su comunidad está sufriendo una persecución religiosa. Reitera que hay una falta de libertad ideológica por el yugo ruso.
Los tártaros de Crimea le dan la espalda a Putin
Los tártaros de Crimea le dan la espalda a Putin

¿Cómo es la vida en Crimea después de que se convirtiera en una parte de Rusia? Hay quienes afirman que, definitivamente peor, otros , sin embargo, aseguran que están adaptados y felices con la nueva situación, que la vida no ha cambiado tanto desde que la península del Mar Negro pasase a ser parte de la tierra rusa. Han pasado seis meses desde que la Federación Rusa se anexionase Crimea como consecuencia de la votación a favor de un referéndum para la unión a Rusia y la separación de Ucrania, pero, ¿qué es lo que ha cambiado?

Para Tatiana Bridko: "Crimea es un sitio donde se respira paz, nada extraordinario ocurre aquí". Bridko es profesora de inglés y traductora de la Taurida National V.I Vernadsky Universitiy, y residente en Simferopol, capital de la península del Mar Negro. De la situación tras la reciente anexión a Rusia, que se produjo el pasado mes de marzo, y en la que los votantes respaldaron en un 96,77% la unión, dice que "es normal, tampoco ves mucha diferencia, no ha pasado tanto tiempo desde que se convirtió en Rusia", confiesa. En esta conversación telefónica da la sensación de que Crimea siempre hubiera vivido en resposo, como si siempre hubiera sido parte de Rusia.

Tatiana vive inmersa en el mundo universitario, pues trabaja codo con codo con estudiantes y vive en la capital, Simferopol. Desde su perspectiva, cuenta cómo es la vida cotidiana allí, cómo perciben la calidad de vida y, en su opinión, cómo ha mejorado la situación desde que es parte de la Federación Rusa. "Estamos viendo algunos muy buenos progresos en Crimea. Las escuelas reciben más libros y material didáctico", señala. Además dice que se ha establecido un sistema sanitario gratuito, y ahora "los médicos no dan servicio privado para la sanidad".

"Creo que la mayoría de la gente está de acuerdo con que Crimea sea parte de Rusia, especialmente cuando observamos la situación de Donetsk", asegura Bridko. Este año, confiesa, "no hemos tenido tantos turistas, pero aun así los crimeanos están contentos de que no haya ordas por doquier".

La maestra asegura que el Gobierno de Putin"está ayudando a las escuelas y a las guarderías, hace varios días hemos visto en las noticias que incluso 15 centros han recibido dotación para construir instalaciones deportivas en nuestra ciudad, en Simferopol".Un buen ambiente universitario

Bridko dice que, en la universidad, se respira un buena ambiente, al igual que ocurriría en un entorno intelectual en cualquier rincón del mundo. De hecho cuenta que hay muchos estudiantes de intercambio, concretamente de países asiáticos como China e India. También africanos. Dice que las instalaciones de la universidad están "en la media" y que, tras la anexión, todo sigue igual. "Las clases son las mismas, los profesores los mismos y las aulas", parece como si siempre hubieran vivido en bajo una misma nación.

Totalmente antagónica a la visión de Tatiana Bridko es la versión que cuenta Nara Nariman, una periodista, activista de derechos humanos y que ha sido portavoz de la minoría tártara de Crimea ante las Naciones Unidas. Nariman, que también es tártara, aunque nació en Uzbequistán como consecuencia del exilio de la minoría étnica, asegura que no existe libertad ideológica en Crimea, desde que han vuelto a formar parte de Rusia.

Los tártaros sufrieron la persecución de la Unión Soviética de manera histórica, al igual que otras minorías del área de influencia de Rusia. En Crimea, según los datos del censo de población antes del referéndum, representaban el 12% de la población y siguen siendo un colectivo desplazado. Cuando se produjo la votación para decidir sobre la Unión con Rusia la comunidad no quiso acudir a las urnas, porque nadie les había preguntado su opinión al respecto y decidieron emprender el boicot a la consulta. Ahora muchas voces apuntan a que una gran mayoría se ha marchado de Crimea.Denuncia que el gobierno ejerce un control sobre el credo de los tártaros

"Los tártaros han sido tradicionalmente de religión musulmana y el gobierno de Crimea (ahora Rusia) está ejerciendo un control masivo de las personas que profesan este credo", denuncia Nariman, que ahora se encuentra en Gaziantep, Turquía, pero va a regresar a Crimea, a Simferopol, donde se le plantean muchas disyuntivas, puesto que, como consecuencia de su labor como voz de los tártaros, no sabe cómo va a ser su nueva situación allí, en Crimea.

"El Gobierno está yendo casa por casa para controlar lo que hace la población tártara. Buscan gente que tenga en su poder literatura religiosa (musulmana), los consideran radicales, pero no son así", manifiesta con preocupación Nariman. Dice que, en la vida diaria, los problemas, aunque puedan parecer pequeños, no hacen más que crecer y crecer. "La nueva moneda (ahora está en vigor el rublo ruso junto a la grivna ucraniana, hasta 2016) está creando problemas, los precios han subido mucho", explica Nariman, algo que Tatiana Bridko también afirma, que la vida diaria se ha encarecido.

Ante su inminente vuelta a Crimea, pues ahora finaliza un proyecto en Turquía, confiesa que "mis condiciones mentales y morales creo que van a ser muy malas, creo que va a ser duro, ni siquiera veo mi futuro allí, porque no hay nada que hacer para una persona joven, en mi opinión". Lo dice con un tono de resignación pese a su juventud, nació en 1986.

Nariman está plenamente convencida de que la libertad ideológica no es posible en Crimea tras la anexión con Rusia, "quieren ejercer el miedo sobre la población, creen que si ejercen el miedo pueden controlar la boca de la gente". Dice que ni si quiera les permiten celebrar el que llaman "el día de la conmemoración de los tártaros", que se celebra con motivo del 18 de mayo de 1944, cuando comenzaron las persecuciones étnicas de la Unión Soviética hacia los tártaros y otros colectivos del Caúcaso.

Nara Nariman exclama que "las autoridades crimeanas no nos han dejado ir a reunirnos a la plaza de Simferopol, nos negaron la posibilidad de ir". "No dejan acudir a la gente a eventos civiles". Su visión, igualmente importante, dista mucho de la otra percepción de la vida en Crimea.

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