La hora de la verdad va llegando a Cataluña y parece que algo cambia

  • Las encuestas dicen ahora que la mayoría de los catalanes no simpatiza tanto con la independencia.

    Desafiar al Estado parecía un juego fácil, hasta que el Estado empieza a mostrar su fuerza.

Puigdemont defiende la importancia de "descentralizar el poder"
Puigdemont defiende la importancia de "descentralizar el poder"
EUROPA PRESS
Carlos Salas

Hace unas semanas tuve la oportunidad de estar con Josef Joffé, el editor del semanario alemán Die Zeit, una publicación sesuda y analítica como pocas en el mundo. Me preguntó si los catalanes y los vascos eran en realidad españoles, pues hasta hablan un lenguaje diferente. Y yo le contesté un poco superficialmente que a los vascos y catalanes les gustaban las tapas y el fútbol como al resto de los españoles. Luego me dijo que esos problemas de nacionalidad no existían en Alemania porque allí todo el mundo hablaba alemán y se sentía alemán.

El lenguaje cimenta las relaciones de una comunidad simplemente porque se entienden mejor. Las grandes potencias de los últimos dos siglos tiene muchas cosas en común como mar, flotas poderosas y un lenguaje común. Francia, Alemania, Gran Bretaña, Estados Unidos…

La superpotencia española del siglo XVII y XVIII se basó en muchas cosas, pero desde luego la lengua fue algo que unió a los españoles, porque era común. Convivió sin problemas con otras lenguas del país hasta que surgieron los nacionalismos locales a finales del siglo XIX y principios del XX. No antes.

¿Es la lengua un separador? Si así lo fuera, Suiza no sería el país que conocemos. Se hablan varias lenguas que ni siquiera tienen la misma raíz: el alemán, por un lado, y el francés, el italiano y el dialecto romanch (todos latinos), por el otro. Y se sienten suizos.

Los irlandeses y los escoceses tienen el gaélico, y los galeses el galés, ambos de origen celta, pero no se han convertido en separadores.

De modo que el fet diferencial catalán no tiene por qué ser el idioma. ¿Entonces qué es lo que ha dado alas al separatismo?

El historiador de origen catalán Gabriel Tortella lo resumía así. En primer lugar, hay unos episodios históricos muy lejanos que parten de 1714, pero tan lejanos que no deberían tener importancia. Pero, según Tortella, cuando Jordi Pujol tomó el poder en la Generalitat se dedicó a usar los resortes del estado para adoctrinar a la población catalana.

“Se ha difundido entre la población catalana, desde la escuela primaria hasta la prensa y la televisión, una versión deformada y victimista de la historia, repleta de falsedades, como que en 1714 se hubiera aplastado a una nación catalana que luchaba por su independencia, que un ejército de ocupación hubiera impuesto una explotación inicua, que se hubiera sometido a Cataluña a un expolio sistemático y de larga duración”.

La cita de Tortella, sacada de un artículo en El País, es larga pero necesaria. El profesor Tortella dice algo que es clave: todos los nacionalismos crean sus mitos, y suelen ser más o menos falsos. El catalanismo los ha creado.

La cuestión económica tiene mucho que ver con este nacionalismo. Cataluña es la región más rica de España. Rica por su situación geográfica, con salida al mar, contacto con puertos marinos importantes, un buen clima, la organización y la laboriosidad de los catalanes, y además, con relación directa con la superpotencia francesa, pues la mayor parte de las exportaciones va a ese país: más de 10.000 millones de euros.

Lo catalán debe mucho a lo francés no solo en intercambios económicos sino culturales. Aunque suene anecdótico, el patrón de barco donde viaja Edmondo Dantés, Conde de Montecristo en la novela de Dumas, es nada menos que catalán, y su hija, catalana también, llamada Mercedes, es el amor que desata la trama de la novela. Viven además en un barrio llamado Los Catalanes.

Cuando una región es rica y no es el centro del poder, comienza a cuestionar el poder central porque allí van buena parte de sus impuestos, es decir, su riqueza y sus esfuerzos. Es lo que pasó con las colonias norteamericanas, hartas de pagar impuestos a la corona británica. Es lo que pasó en Hispanoamérica, cuando las elites ricas se rebelaron contra la corona española, hartas de depender de Madrid y enviar sus impuestos allí.

Esa tensión aumentó en Cataluña cuando sobrevino la crisis de 2008. No antes. La prueba es que en las encuestas de 2006, solo un 16% de los catalanes deseaban la independencia. La cifra se fue incrementando hasta estar alrededor del 50% en 2016.

Desde la llegada de Pujol en 1980, el sentimiento independentista se ha ido agudizando con el adoctrinamiento escolar y a través de los medios, y luego por la crisis y los impuestos ya que caló el eslogan de que ‘España ens roba”. También ha habido muchos elementos que han impulsado ese sentir del orgullo catalán, de los cuales voy a enumerar los más destacados.

El deporte, sin duda. Gran parte de los éxitos deportivos de España en las últimas décadas se debe a atletas catalanes. No voy a enumerarlos porque todo el mundo lo sabe: baloncesto, natación, motociclismo… Cataluña está llena de atletas hasta el punto de que me arriesgaría a decir, que dos de cada cinco nombres de deportistas que rompen un récord o ganan un premio, siempre son de catalanes.

Las universidades, entre las mejores del mundo. España sigue teniendo un serio problema con su sistema educativo, pero entre las universidades que más destacan, al igual que en el deporte, se cuelan las catalanas: la Pompeu Fabra, la Politécnica, la Autónoma… Incluso en la formación a distancia., Cataluña tiene una universidad de alta calidad como la UOC.

La industria y el comercio. Las firmas catalanas y sus empresarios están detrás de la potencia economía española, gracias a lo cual el 18,9% del PIB español procede de allí, así como el 25% de las exportaciones. Muchos de esos empresarios son profundamente catalanistas y anti gobierno de Madrid, al que achacan todos los males: los impuestos, la crisis, etc.

Gatronomía y turismo. Es la región que atrae a más turistas extranjeros –17 millones en 2016–, gracias al cóctel precio, calidad, servicios y oferta cultural y gastronómica. Fue un catalán quien revolucionó la cocina española, Ferrá Adriá, y creó una escuela que ha servido para elevar la gastronomía española a cotas nunca recordadas.

La innovación y la tecnología. Los catalanes invierten mucho en innovación y por eso la mitad de las noticias sobre desarrollos científicos, ya sea en la salud o en la biotecnología, tienen su origen en Cataluña. Las revistas científicas catalanas son –entre las españolas–, las más indizadas en el index mundial de revistas científicas, y el año pasado, Nature situó un catalán entre los diez mejores científicos del mundo.

El Barcelona FC. Merece mención aparte porque la directiva de este club está tan politizada, que han convertido un equipo de fútbol en un movimiento político. Nadie puede criticar la estela de copas ganadas en los últimos años, razón por la cual es uno de los mejores equipos del mundo. Eso ha calado en el catalán medio, que ve al equipo de Barcelona, como los 300 espartanos que desafían al imperio del malvado del Real Madrid, el ejército de los persas, y a Florentino Pérez como a su Darío.

Todos esos factores se han unido en una constelación que al girar con más velocidad está produciendo una energía poderosa. Los asturianos celebran las victorias de Alonso porque es asturiano. Los gallegos se sienten orgullosos de Zara porque es gallega. Y los andaluces se sienten orgullosos de la Feria de Sevilla porque es la quintaesencia de lo andaluz.

Los catalanes se sienten orgullosos porque están llenos de deportistas destacados, de empresarios exitosos, de tradiciones magníficas, y de universidades notables, de investigadores avanzados, de directores de cine, de escritores, de académicos, de todo eso y más. Son, tengo la impresión, los que tienen más de todo eso.

Las Diadas del 11 de septiembre de cada año, son sus saturnales, pues cientos de miles de catalanes salen a la calle a celebrarla como si estuvieran festejando la victoria aliada sobre la Alemania nazi.

Lo catalán ya no es un razonamiento sino un sentimiento. Y, por más que uno se empeñe en mostrar que sí que lo catalán existe pero no es más singular que lo gallego, y que esto es una “construcción mental” programada por políticos muy listos y basada en ciertos rasgos diferenciales, los independentistas ya no escuchan razones sino relatos. Han creado su storytelling.  Atrae tanto este relato, que hasta los hijos de castellanos o andaluces nacidos en Cataluña se apegan al independentismo porque en el fondo les da un sentido de la vida.

Se olvidan de que buena parte de ese éxito también se debe a inversiones del estado en Cataluña, a la entrada de toda España en la UE y a su lluvia de millones, al intercambio comercial con el resto de España (la mayor parte de las ventas de productos catalanes van a Aragón), incluso buena parte de sus éxitos deportivos se debe a la extraordinaria maquinaria que se puso en marcha para lograr los Juegos Olímpicos de Barcelona, y a sus Centros de Alto Rendimiento. Es más, el Barça fuera de la liga española ya no tendría el mismo glamour.

Esas cosas las olvidan los radicales porque hacen daño a su programa. Pero hay más cosas: la misma corrupción, malversación, robo o corrupción que achacan a Madrid o al resto de España, está enquistada en Cataluña. Sus próceres, desde Pujol hasta Artur Mas, eran parte de una trama para sacar comisiones y desviarlas a su partido, o a ellos mismos. Sus clubes de fútbol son tan chanchulleros como el más chanchullero.

El profesor Tortella afirma que hay además “una vaga frustración, y unos celos violentos por no ser el centro de España y porque el idioma catalán tenga un relieve insignificante comparado con el castellano”. Algunos piensan que esto no existiría si Barcelona fuera la capital de España.

Como la historia ya se ha escrito y no hay lugar para experimentos, esto es lo que hay.

Por último, parece que poco a poco se empiezan a ver en Cataluña las consecuencias de una salida de España, lo cual implicaría una salida inmediata de la UE. No es broma. Va muy en serio. Los políticos independentistas catalanes han mentido a su pueblo durante años con aquello de que ‘no nos echarán’, pero ahora está llegando el momento de la verdad, ese en que los magos deben abrir la caja misteriosa y sacar la sorpresa o decepcionar. Bruselas ha dicho: el que se vaya, que haga cola para entrar de nuevo en la UE.

Los independentistas radicales están dispuestos a hacerlo, pase lo que pase. Su odio a lo español es tan grande que, como el capitán Ahab, están dispuestos a llevar al barco ballenero y a su tripulación hasta el final, hunda quien se hunda, con tal de matar a Moby Dick. Salirse de la UE, del euro, y de cualquier institución. ¿Es eso lo que quiere el catalán medio?

Pero hay algo que muchos de los independentistas pensaban que no existía porque parecía débil ante sus amenazas: el Estado. Por mucho que lo hayan desafiado y por mucho que el Estado haya aguantado hasta parecer débil, eso no significa que no tenga poder ni fuerza. Solo basta ver cómo el estado venezolano no cae sino que se refuerza, a pesar de que el pueblo le desafía hasta sufrir la muerte y el encarcelamiento, y a pesar de que las potencias internacionales le han sancionado.

Tener los mecanismos del estado da mucha fuerza: tribunales, leyes y policía. Y ahora el Estado español comienza a cerrar su garra sobre todos aquellos que le desafían, amenazándolos con llevarlos a la cárcel para que pasen su jubilación entre rejas en lugar de la Costa Azul. Eso ya empieza a dar miedo. Y esto va a escalar cada vez más a medida que, como dicen los guionistas de Hollywood, “the plot thickens”, a medida que la trama se complique.

Como decía antes, esto ya no es un juego, sino la partida final. Importantes consellers y hasta el jefe de la policía catalana empiezan a echar para atrás en su radicalidad, a ver que algunos políticos están yendo demasiado lejos, demasiado radicalmente.  Las discusiones dentro de las familias catalanas está en su paroxismo, porque hay que decidir ya, y eso se ha notado en el cambio de las encuestas.

Para alivio de muchos, las últimas encuestas ya dan mayoría a los que no desean la independencia, al menos por esa vía tan radical. “El 49,4% de los catalanes votarían hoy en contra de la independencia, un punto más que en el sondeo de marzo (48,5%), mientras que el 41,1% votaría a favor, tres puntos menos que en el anterior sondeo (44,3%), mientras que el 9,5% de los catalanes no sabe o no contesta”, decía lainformacion.com.

Eso ha sido un cambio inesperado para los más radicales. Pero no nos equivoquemos: los catalanes siguen enamorados de la idea de hacer un referéndum, incluso les encantaría eso de tener el derecho a decidir la independencia, solo por lo bien que suena. Pero no es tanto porque se quieran independizar, sino porque para la mayoría de ellos, estar gobernados por Madrid es como si al Barça lo dirigiera Florentino Pérez. Eso nunca.

Pero el seny catalán está sobresaliendo. Mejor tarde que nunca. A pesar de tanto adoctrinamiento escolar y de medios de comunicación, el seny debería ser la voz que les dijera si todo esto tiene sentido, y eso parece que está pasando ahora. ¿Es que no son la región más rica y próspera de España? ¿Van a poner en peligro su prosperidad por un sentimiento comprensible pero irracional?

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