La historia de San Canuto, que no nació en Jamaica ni tocaba con Bob Marley

  • Todos los 19 de enero se conmemora a un simpático personaje de aromático nombre: San Canuto.

    Se trata de un príncipe danés que, lejos de la leyenda popular, nunca probó un porro, aunque sí tuvo una vida intensa.

El vínculo semántico y aromático de San Canuto con el "porro" procede de una invención contemporánea
El vínculo semántico y aromático de San Canuto con el "porro" procede de una invención contemporánea
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Pues sí, San Canuto realmente existió, y fue elevado a los altares sin conocérsele adicción al alguna cánnabis ni tener noticia de que se hubiera liado un solo porro. Hay desmentir categóricamente que viviera en Jamaica o que tocara el banjo en el grupo de Bob Marley. No, tampoco era negro. Más bien hablamos de un ario más ario que el pastor alemán de Federico II de Prusia.

San Canuto se ha convertido en un personaje simpático y de cierta popularidad en redes sociales a medida que se acerca su fiesta, que se celebra el 19 de enero. En ciertos ambientes de la juventud española se le recuerda e invoca este día entre fumadas de ‘petas’ y libaciones de calimocho. El nombre del santo sirve la celebración en bandeja, como ocurre a los informáticos con Santa Tecla a los borrachos con San Miguel. 

Así, todos los 19 de enero suelen convocarse en nuestras ciudades fumadas populares, especialmente intensas en los clubes de cannabis, así como en algunos campus universitarios. Es ocasión también para que los devotos de San Canuto reivindiquen la legalización de la marihuana.

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Pero, ¿qué hay de verdad, de broma, de histórico y de leyenda en San Canuto? Pues de todo un poco.

Partamos de lo básico, o sea, del patronímico de marras. Para empezar, nuestro Canuto no se llamaba Canuto, sino Knud, porque era un danés nacido a mediados del siglo XI. A los antiguos vikingos les salía chupado pronunciar una “k” al lado de una “n”, pero a la gente culta de la Edad Media, que se comunicaba en latín, les resultaba tan complicado como a nosotros.

Siguiendo el ejemplo de los antiguos romanos, que latinizaban las palabras extranjeras acomodándolas a sus costumbres fonéticas, el término 'Knud' se convirtió en 'Canutus', al igual que sucedió con un nombre tan popular como Jesús, que en arameo pronunciaba algo así como 'Yosua' (sí, como el de los Morancos) y de ahí se romanizó como 'Iesus'. Se pueden figurar, por tanto, que el vínculo semántico y aromático de San Canuto con la marihuana procede más bien de una invención contemporánea.Tensiones con los barones regionales

Vamos, pues, al verdadero Knud o Canuto. Fue el hijo -al parecer ilegítimo, pero a nosotros nos da igual la vaca si da leche- de Suenón II, y biznieto de un poderoso rey que se llamaba Canuto I el Grande (sí, el mote del bisabuelo tiene más guasa todavía).

Ducho en el manejo de las armas como cualquier príncipe de su época, dedicó su juventud a pelear contra los piratas que asaltaban las costas de su país. Su reinado se caracterizó por las tensiones con los nobles del lugar, que como suele ocurrir con nuestros barones regionales, sólo querían mover agua para su molino.

En este contexto político, Canuto entendió que la religión cristiana le ayudaría a cohesionar el territorio. Entonces se esforzó por establecer buenas costumbres y borrar todo vestigio de paganismo, que por aquel entonces aún se encontraba fuertemente enraizado en parte de la población. Recordemos que para el siglo XI ya se había cristianizado la totalidad del sur de Europa, pero no así los territorios del norte, como los escandinavos, bálticos o la misma Dinamarca.

Así que el rey Canuto invadió territorios vecinos y aprovechó para impulsar la evangelización de sus habitantes, como era común en aquellos tiempos remotos. Las fuentes que han llegado hasta nosotros, que hay que tomarlas con la distancia del caso, indican que Canuto gobernó con mesura, prudencia y misericordia. Construyó hospitales, subvencionó a los pobres y menesterosos -sin recortarles, como hacen algunos- y promulgó leyes justas. Y también favoreció la construcción de templos y monasterios.

En su interés por extender el cristianismo, trató de desarraigar la costumbre, muy popular entonces, de culpar a sacerdotes y monjes por las catástrofes naturales o las frecuentes epidemias. Es decir, que si un temporal arruinaba los cultivos, el pueblo llano apaleaba al cura, monja o a lo más cercano con forma humana que pareciera un ministro de Dios.

Hubo un gesto que dejó muy claras las convicciones del rey: ante los pies de una imagen de Cristo crucificado depositó su espada, su corona y todas sus insignias reales.Rebeliones por las levas y los impuestos

Pero no a todo el mundo le pareció bien este buen rollo con la Iglesia. Un problema peliagudo fue la cuestión del diezmo (tributar a las autoridades eclesiásticas el 10% de la riqueza adquirida). Los nobles no estaban por la labor de tolerar injerencias en sus impuestos para que el rey promoviese la construcción de templos y conventos.

Por otro lado, Canuto cabreó al pueblo llano cuando impuso el reclutamiento forzoso de campesinos para invadir Inglaterra. En fin, que se armó un lío considerable que se resolvió con los métodos de la antigua usanza. Que detallo a continuación:

El monarca había visitado la isla de Fünen -la segunda más grande del país- y se hallaba dentro de la iglesia de San Albano, precisamente el primer santo inglés cuyas reliquias se había traído tras una de sus incursiones en las islas británicas. Entonces el templo fue rodeado por esbirrros de nobles enemigos, quienes irrumpieron en él para manifestar a Canuto su firme descontento y, de paso, atravesarle el tórax con una lanza. Fin de la historia. Al parecer, el hombre acababa de confesarse y de comulgar. Puestos a palmarla de un lanzazo, qué mejor manera, ¿no?

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