Cuando mañana Barack Obama pise suelo cubano, un hito histórico se habrá producido. El presidente de Estados Unidos se prepara para una visita que será recordada para la posteridad.
La última vez que un presidente de Estados Unidos visitó Cuba, en 1928, recibió una bienvenida apoteósica, y su delegación bebió ron cubano en un clima de celebraciones y cordialidad. Ha pasado tanto tiempo desde el viaje de Calvin Coolidge a La Habana, que aquella visita ha quedado tal vez sepultada en el recuerdo colectivo, pero aquel periplo y el que mañana iniciará Obama guardan ciertas similitudes.
Nueve décadas después, una Guerra Fría en el medio y heridas entre ambos países que ahora buscan ser cicatrizadas, el primer viaje de un presidente de Estados Unidos a la isla socialista tras el triunfo de la revolución de 1959 está cargado de simbolismos.
Alcanza con repasar la agenda del presidente norteamericano para comprender la magnitud de este viaje, que seguramente marcará una bisagra en las relaciones entre ambas naciones, y también un nuevo rumbo para la política y diplomacia internacional.
El domingo, Obama se reunirá con los máximos responsables de la Iglesia católica en Cuba. Destaca su reunión con el cardenal Jaime Ortega, un interlocutor clave del castrismo, quien medió con éxito para la liberación de presos políticos en 2010 y el Vaticano fue un intermediario para que Washington y La Habana acercaran posturas desde diciembre de 2014.
El lunes se producirá el esperado encuentro entre el primer mandatario norteamericano y su par cubano Raúl Castro. Esto ya forma parte del programa oficial de la visita. Primero, Obama depositará flores frente al monumento de José Martín en la Plaza de la Revolución, ya que así lo indica el protololo diplomático. Después lo esperará Castro en el Palacio de la Revolución. Por la noche, los jefes de estado compartirán una cena.
A lo largo de esa jornada, Obama también se reunirá con pequeños y medianos empresarios en la isla. El encuentro con representantes del sector privado no es casual: significan un claro mensaje de apertura económica que el líder estadounidense quiere transmitir. Ese cónclave tendrá lugar en la Fábrica de Arte Cubano, situado en el barrio del Vedado,
El martes tal vez se produzca el hecho más importante que marcará la visita del presidente de EE.UU. Todas las miradas del país (y también de los analistas internacionales del planeta) apuntarán al Gran Teatro de La Habana. Allí Obama pronunciará un trascendente discurso.
Su mensaje será televisado en directo para toda la isla. Obama dedicará gran parte de sus palabras a la situación de los derechos humanos en Cuba, y también se referirá al exilio cubano afincado en el sur de Estados Unidos.
El presidente estadounidense también se reservará un hueco para reunirse con los disidentes. El mensaje será el de seguir abogando por los derechos civiles en la isla pese a su nueva política de diálogo. Al encuentro en la embajada estadounidense asistirán los disidentes Manuel Cuesta Morúa, José Daniel Ferrer y la bloguera y periodista opositora Yoani Sánchez.
En el final de la visita, Obama asistirá el martes a un histórico partido amistoso de béisbol entre el equipo de los Tampa Bay Rays, de Florida, y la selección nacional cubana. El encuentro se jugará en el emblemático Estadio Latinoamericano, remozado especialmente para la ocasión.
Cuando el programa oficial de actos haya culminado, un nuevo capítulo histórico entre Cuba y Estados Unidos habrá comenzado. El mundo no quedará exento de este hecho trascendente.
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