Blair, favorito para ser el primer presidente de la Unión Europea

  • Uno de los principales cambios del Tratado de Lisboa, pendiente de entrar en vigor, es la introducción de la nueva figura política que no eligirán los ciudadanos.
Blair quiere convertirse en el primer presidente de la UE con el nuevo Tratado de Lisboa | EFE
Blair quiere convertirse en el primer presidente de la UE con el nuevo Tratado de Lisboa | EFE
Reuters
Michael Goldfarb | GlobalPost para lainformacion.com
Michael Goldfarb | GlobalPost para lainformacion.com

LONDRES – Tras ocho años de pruebas y muchos errores, la Unión Europea dio el fin de semana pasado el gran paso hacia el establecimiento de su propia Constitución: Irlanda ratificó el Tratado de Lisboa primero y el presidente polaco, hasta ahora reticente, lo firmó también. Sólo queda la polémica Chequia por firmarlo.

Los irlandeses habían rechazado el mismo documento hace poco más de un año, pero se les había dado una nueva oportunidad. El cambio de opinión no se debe a que esta vez tenían un arma apuntándoles a la cabeza.

Se unieron debido al colapso de su economía en poco más de un año y medio. Y ahora también cuenta con el compromiso [de la UE] que algunos temas, como el aborto y los impuestos, no estarán controlados desde Bruselas. Este país pequeño repentinamente se dio cuenta que su futuro económico depende de su pertenencia a este club llamado Unión Europea, profundamente imperfecto, pero con un gran peso económico y cada vez más poder político.

De modo que ahora, una vez que el líder checos de el sí, las operaciones de la UE serán más eficientes y por primera vez existirá un Alto Representante de Asuntos Exteriores"

Nuevo presidente

Los europeos también tendrán un presidente. El cargo ya no se distribuirá de manera rotativa entre los jefes de gobierno de los países miembros. Ni tampoco tendrán que llamar a la oficina de la Presidencia del Consejo de la Unión Europea.

Aún no se conocen las facultades que tendrá la oficina del Presidente de la UE. Con todo, es un cargo importante y nada menos que Tony Blair, el ex primer ministro británico, ha dejado claro a través de sus asesores que quiere el puesto.

Las casas de apuestas en Gran Bretaña lo consideran el favorito para el cargo. Y si sus pronósticos son correctos, Blair tendrá una oportunidad para crear y definir el liderazgo de la Unión Europea.

Tras la caída de la Unión Soviética, hubo mucha prisa por atraer a la UE a las ex naciones del bloque oriental. En sólo una década, una organización que nació con seis países fundadores duplicó su tamaño. La UE se hacía inmanejable de modo que los burócratas decidieron redactar una Carta Magna, ya lista para ratificar en el 2004. Más allá de sus ventajas, la Constitución dejó en evidencia la gran brecha entre burócratas y el resto de europeos.

Soy una de las pocas personas que leyó esa Constitución en su integridad. Imagínense que un grupo de graduados de decidiera actualizar la constitución de un país. Después, sin ninguna consulta pública, prepararan un documento de varios cientos de páginas con palabras de moda y jerga de tecnócratas y asumieran que el resto del país tiene la obligación de darle el visto bueno. Pues así se redactó el tratado de la UE y, aún más importante, así se vendió en los diferentes países europeos.

Desastre previsto

Era la crónica de un desastre anunciado y el desenlace, algo nada agradable de ver. Los franceses tuvieron la oportunidad de ratificarlo y lo rechazaron. Posteriormente, los holandeses hicieron lo mismo.

Hubo que volver a empezar. La Constitución fue ligeramente retocada y se convirtió en el Tratado de Lisboa.  Bautizarla con el nombre de Tratado fue una buena maniobra burocrática. Al igual que en EEUU, en la mayoría de los países europeos, los tratados son ratificados por el poder legislativo y no por los electores. La excepción fue Irlanda y sus ciudadanos votaron que no la primera vez. Las quejas de Bruselas se oían desde Varsovia hasta Lisboa.

Entonces vino el apocalipsis económico y los irlandeses vieron la luz. La pertenencia a la UE había sido crucial durante el milagro económico de Irlanda en los años 90. Los irlandeses necesitan ahora otro poco de esa ayuda económica que indudablemente aportará el estar con la UE.

Más allá de las palabras, el Tratado de Lisboa presenta algunas soluciones de sentido común para gestionar la actividad de la UE ampliada. El verdadero titular del Tratado de Lisboa es el cargo que Tony Blair desea con tanto ahínco: Presidente del Consejo Europeo de Ministros (en resumen, Presidente de Europa).

Sin elecciones

Los ciudadanos europeos no elegirán a quien ocupe el puesto. No, la presidencia se decidirá a través de una mayoría cualificada de los países miembros, con una fuerte influencia de aquellos con mayor población, a saber, Alemania, Francia y Gran Bretaña.

El gran interés de Blair en la presidencia otorga a los conservadores británicos nuevas municiones para hacerse sentir en la UE.

Boris Johnson, alcalde de Londres, del partido Conservador y ex periodista en Bruselas, escribió en la edición del lunes pasado del Daily Telegraph: "Un espectro acecha a Europa, mis amigos. Ese espectro tiene una conocida sonrisa que enseña los dientes, una mirada de brillante sinceridad y un don casi diabólico para reinventarse políticamente". A continuación, Johnson pregunta seriamente, "¿En qué sentido la visión del "Presidente de Europa" estará relacionada con la visión del pueblo británico?".

Es una pregunta razonable, que se podría plantear un político electo, pero no necesariamente una que un burócrata no-electo pensara que tiene que responder.

A pesar del nuevo tratado, se mantiene un defecto central en la organización de la UE: su excesiva dependencia de los funcionarios no electos y el déficit de democracia.

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