Caballé Domenech: Es un engaño dirigir obras que no te aportan nada

  • Ana Burgueño.

Ana Burgueño.

San Sebastián, 14 ene.- El director de orquesta Josep Caballé Domenech dice que, como muchos de sus colegas, tiene una lista de obras descartadas de su repertorio, pues cree que no debe acometer piezas que no le aportan "ningún sentimiento" porque "sería un engaño hacerlas".

En su caso, se ha apartado de las obras del Barroco, aunque tras ellas estén genios como Bach. "Para escucharlas, muy bien, pero no me veo delante de una orquesta haciendo una ópera de Handel", asegura este director en una entrevista con EFE.

Caballé Domenech (Barcelona, 1973), director de la Colorado Springs Philharmonic Orchestra de Estados Unidos y titular de la Staatskapelle Halle de Alemania, dirige esta semana a la sinfónica vasca en un programa de abono en el que vuelve a coincidir con el pianista Joaquín Achúcarro y que incluye composiciones de José María Usandizaga y de Grieg y Rachmaninov, vinculados a los periodos romántico y posromántico hacia los que siente mayor afinidad.

Tiene una extensa trayectoria internacional y no se prodiga todo lo que quisiera en España, pero no es la primera vez que colabora con la Orquesta de Euskadi, con la que en 2012 participó en el ciclo "Opera Royal: les grands concerts de Versailles" con el ballet "La Cenicienta", de Prokofiev.

Comenta que la OSE obtuvo "un éxito impresionante" y que "quizá no se le dio todo el bombo que se le debería haber dado" a su paso "por el centro del mundo, la ciudad del ballet".

Añade que normalmente las informaciones que trascienden de las orquestas "son negativas" y asegura que la labor de quienes están al frente de ellas es "romper una lanza" a su favor y hablar de "todas las cosas buenas que hacen y cómo funcionan".

Este músico, que estudió además piano, percusión, canto y violín, ve "muy bien" a las orquestas españolas y de la vasca resalta que "tiene unos tintes muy franceses que le dan una personalidad muy especial".

"Eso es bueno porque cuando encuentras orquestas con personalidad es cuando uno disfruta trabajando", destaca Caballé Domenech.

Afirma que el trabajo como director es "muy solitario" y no "la profesión placentera que se piensa, a la que todo el mundo alaba", aunque precisa que es igual de complicado desarrollar una carrera como la suya que la de instrumentista, situación que además es similar en todos los países.

Caballé Domenech opina que en los últimos quince años se ha dado "un vuelco" a la educación musical en España, con la creación de centros como Musikene, el ESMUC catalán o la Escuela Superior de Música Reina Sofía de Madrid.

"Hay una generación de músicos españoles que está tocando en todas las buenas orquestas del mundo igual que toca gente de otros países", señala.

Advierte, no obstante, de que posiblemente se haya "banalizado" la supuesta facilidad de encontrar trabajo para quienes han pasado por esas escuelas de prestigio, porque "lamentablemente" muchos de esos alumnos tampoco pueden "ganarse la vida" como músicos.

"Igual se ha fallado un poco ahí. Uno tiene que tiene que ir a ver los ensayos de las orquestas para comprobar la competitividad que hay. Para una plaza de clarinete hay 200 clarinetistas y para una de violín ni te cuento", recalca.

Asegura que si un joven que se ha formado musicalmente desde niño comienza a pensar si debe o no continuar con esos estudios, lo que debe hacer es dejarlo.

"Si hay dudas la pregunta ya se ha respondido por sí sola. Lo que debe hacer es seguir tocando en su casa, aprovechar para ir a conciertos y dedicarse a lo que le hace feliz. Nuestra profesión es muy dura y necesitas estar muy preparado psicológicamente. Es una carrera de fondo, como un deporte de élite, pero que en la que tienes que seguir estudiando aunque tengas 70 años", subraya.

La presión que ejercen algunos padres para que sus hijos no abandonen el aprendizaje musical es "una de las cosas más negativas que se ven". "Y no sólo aquí, en Asia está multiplicado por veinticinco", agrega.

"Eso es malo porque la música es una expresión libre y uno debe sentir esas cosquillas cuando tiene una partitura entre las manos. Si no hay eso, es muy difícil seguir", asegura.

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