El escritor Marc Dugain se mete en la mente del asesino en serie Ed Kemper

  • El escritor francés Marc Dugain se mete en la mente del asesino en serie estadounidense Ed Kemper para construir su novela "Avenida de los Gigantes", que, según ha explicado hoy, habla de "la incapacidad de la inteligencia para luchar contra la neurosis y la psicosis".

Barcelona, 27 mar.- El escritor francés Marc Dugain se mete en la mente del asesino en serie estadounidense Ed Kemper para construir su novela "Avenida de los Gigantes", que, según ha explicado hoy, habla de "la incapacidad de la inteligencia para luchar contra la neurosis y la psicosis".

Dugain ha señalado que la idea de "Avenida de los gigantes" (Anagrama) surgió por azar leyendo una entrevista a Kemper, que aparecía como "una persona lúcida, extremadamente inteligente, con un coeficiente intelectual superior a Einstein", lo que llevó a preguntarse cómo pudo cometer tantos horrores.

Ed Kemper, convertido en la novela en Al Kenner, es un asesino en serie condenado a cadena perpetua, y el libro está narrado como si se tratara de las memorias escritas por el protagonista desde la cárcel.

Como un escritor del método, Dugain, necesita tomar contacto con la realidad que narra, por lo que viajó a EE. UU. y siguió el rastro de Kemper: "donde pasó su infancia, donde mató a sus abuelos, de hecho, mató a su abuela porque se parecía mucho a su madre, pero no se atrevía todavía a matarla, o el psiquiátrico donde fue internado durante cinco años en el sur de California".

Cuando salió, recuerda el autor, tuvo varios trabajos mientras se fue acercando al jefe de la policía de Santa Cruz, a quien ayudó a entender la manera de actuar de un asesino en serie que estaba operando en esa época en California, pero, "mientras ayudaba a la policía, él mismo mataba a estudiantes que viajaban en autostop a la salida de la universidad".

Durante un tiempo, continúa, este joven mató a seis chicas antes de darse cuenta de que era un error, porque a quien quería matar era a su madre, a la que mató junto con una amiga que estaba en casa en ese momento, antes de entregarse a la Policía.

El libro, asegura Dugain, "no es violento excepto en un par de momentos que son duros, pero rápidos".

Para Dugain, "este personaje siente que tiene que matar para seguir vivo".

"Avenida de los Gigantes" está ambientada en Estados Unidos en los años setenta, momento álgido de la contracultura, de las protestas contra Vietnam, del auge del movimiento hippie, y además la novela transcurre en la carretera, un tema que interesa al autor.

Dugain no quiso entrevistarse con Kemper porque: "se trata de una novela desarrollada a partir de mi imaginación y no de una biografía".

Además, agrega el autor, Kemper no quiere ver a nadie, pero cuando la novela se traduzca al inglés, seguramente le mandará un ejemplar. De entrada, no quería conocerlo porque "es un gran manipulador y eso no me resultaba interesante para la novela".

En la novela, subraya Dugain, Kemper aparece muy despersonalizado, porque "el interés no se centra tanto en la persona, como en el recorrido psicológico que hace: no es un enfermo mental, sino que devuelve lo que padeció en su infancia, fue un niño negado y víctima de abusos por parte de una madre alcohólica, con continuos problemas con los hombres".

Asegura Dugain que "no se trata de un caso de complejo de Edipo, porque el problema es que la madre había tenido dos niñas y un niño y al niño lo hacía vivir en el sótano al lado de la caldera", por eso cuando mata a su madre "se acabó su pulsión asesina".

Percibe Dugain "vínculos interesantes entre la mente de los asesinos en serie y la de los políticos" y explorando la clase política francesa señala que "al frente de algunas grandes instituciones hay gente perversa, que no tienen claro el límite entre el bien y el mal y que curiosamente todos han tenido problemas con su padre".

Como Kemper, que al haber sido negado en su infancia necesita notoriedad, los políticos que tienen problemas con su padre, también necesitan ser nombrados, elegidos en la cúspide.

"Es el caso de Sarkozy, cuyo padre llegó a decir que había tenido tres hijos que son fantásticos y uno que es imbécil, Nicolas; o de Hollande, con un padre blando, y casi de extrema derecha; de Chirac, hijo único que nunca se llevó bien con su padre; o de Mitterrand, que también tuvo problemas con su padre".

En cambio, otros como Michel Rocard, que admiran a su padre, nunca llegaron a ser políticos de primera fila, indica Dugain, quien en su próxima novela explora esta idea, que "podría aplicarse también a jefes de prensa o empresarios".

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