"Érase una vez yo, Verónica", de Marcelo Gómez, un recital de Hermila Guédez

  • "Érase una vez yo, Verónica", un filme existencialista, "sartriano, pero en los trópicos", según ha explicado su director, el brasileño Marcelo Gómez, descubre en la competición Horizontes Latinos de San Sebastián a la debutante Hermila Guédez, una actriz autodidacta que llena la pantalla con su naturalidad.

Alicia G.Arribas

Madrid, 28 sep.- "Érase una vez yo, Verónica", un filme existencialista, "sartriano, pero en los trópicos", según ha explicado su director, el brasileño Marcelo Gómez, descubre en la competición Horizontes Latinos de San Sebastián a la debutante Hermila Guédez, una actriz autodidacta que llena la pantalla con su naturalidad.

Guédez, que aparece prácticamente en todos los planos de la película, compone a una joven que acaba de terminar la carrera de psiquiatría y vive sola con su padre (W.J. Solha), un anciano al que adora, mientras se pregunta sobre su vida, sus verdaderas ganas de ser médico y su necesidad de casarse o tener hijos.

Canalizando a través del sexo todos sus sentimientos, ya sean de ansiedad o de la felicidad más profunda, Verónica aprende a entenderse a lo largo de la película y a aceptar las mejores y las peores cosas de su vida, como la inminente muerte de su padre.

Según ha explicado el director a EFE, su intención era estudiar a los jóvenes brasileños y ver cómo les habían afectado los cambios de los últimos años.

Para ello, realizó entrevistas de dos o tres horas a más de 20 jóvenes que rozaban la treintena, "así que podemos decir que el guion no es mío: lo hicieron la mujeres que me contaron sus dudas e impresiones".

"Los jóvenes brasileños son así, pero con menos conciencia. Esto que hace Marcelo -explica a Efe la actriz- es mirar desde fuera y centrar la atención en Verónica: ella son todas esas chicas con las que hablé".

Sin ningún tipo de formación actoral, Guédez es capaz de robar las frases en las que el médico explica el diagnóstico del padre, que se cortaron en montaje, para dejar en una sola toma sus reacciones, desde la sorpresa al llanto más profundo, para luego recomponerse, porque el director "no era capaz" de cortar, "me tenía hipnotizado", se ha disculpado Gómez.

Técnicamente, la película mezcla tomas casi documentales de Recife, la ciudad brasileña natal del director donde está rodada, y primerísimos planos intimistas. Un colaje, explica el director, que viene de sus ganas de hacer películas "que se te queden dando vueltas en la cabeza".

"Me gustan las películas que te hagan pensar y que te lleven a áreas no seguras del pensamiento y quería hacer una película 'sartriana' pero en los trópicos, porque parece que en Brasil, como tenemos el sol y las playas, no tenemos problemas profundos", ha dicho.

Otro detalle importante de la película es la música, otro protagonista más. "Brasil es un país muy musical, y yo quería una música dramatúrgica, no que pasase sin más. Así, el padre que es mayor y nostálgico escucha polcas y frevos antiguos, mientras Verónica que tiene esa crisis existencial, escucha a Karina Buhr, cuyas canciones hablan del vacío, de qué hacer con la vida", ha explicado Gómez.

El director filosofa sobre los hallazgos de sus entrevistas: "Los jóvenes de ahora viven una sociedad mucho más capitalista. Necesitan más desarrollarse profesionalmente, y la madurez les viene más bien tarde y, a veces, de un modo muy confuso".

También ha explicado que la cinta no tiene un "happy end", no hay un final, sino termina con "una conciencia mayor de Verónica sobre su trabajo y de su propio desamor (...), pero su estado de ánimo no mejora por ir al carnaval o disfrutar del mar. Está encontrando un camino para pensar mejor".

Al final, Verónica "piensa por ella misma y se comprende mejor, y no sabe cuándo va a conseguir la madurez, pero ha comprendido que necesita sus sueños cada vez más porque la presión de la vida adulta es cada vez mayor".

De modo que la película, que comienza con un sueño erótico multitudinario en una playa donde todo es alegría, sol y comunión de personas de ambos sexos que se entienden perfectamente, termina de la misma manera. Y, en realidad, no estamos contando el final.

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