La arquitectura emocional de Mathias Goeritz, en el Museo Reina Sofía

  • Mila Trenas.

Mila Trenas.

Madrid, 11 nov.- Con la colosal "Serpiente de El Eco" se inicia el recorrido por la gran retrospectiva con la que el Museo Reina Sofía reconstruye los diferentes procesos artísticos de Mathias Goeritz, padre de la arquitectura emocional.

De origen alemán, Goeritz (Danzig, hoy Gdansk, 1915 - México DF, 1990) planteó el concepto de la arquitectura emocional, en el que se fundamenta toda la teoría y estética de su trabajo, tanto en el diseño de edificios como en pintura, escultura, grafismo o en la poesía visual.

En torno a su afirmación de que "solo si emociona, la arquitectura puede considerarse un arte", más de 200 obras entre dibujos, bocetos, maquetas, fotografías, esculturas y cuadros sobre tabla, reflejan la necesidad del artista de idear espacios, obras y objetos que causaran al hombre moderno una máxima emoción, frente al funcionalismo, al esteticismo y la autoría individual.

Considerado como una figura clave para entender el arte del siglo XX y lo que se está haciendo en la actualidad, participó en la revolución del arte moderno en la segunda mitad del pasado siglo.

Nacido en la Alemania de la Primera Guerra Mundial, vivió en España y en el norte de África antes de viajar a México. Durante su estancia en España promovió la Escuela de Altamira, un movimiento que surgió en Santillana del Mar en 1948, acompañado por Pablo Beltrán de Heredia, Ángel Ferrant, Ricardo Gullón y Rafael Santos Torroella.

Entre 1949 y 1950, la escuela celebró dos encuentros en los que los asistentes discutieron sobre el arte no figurativo y reivindicaron Altamira como la máxima expresión de creación artística, por su pureza creativa y el tratamiento de la línea y el color, al tiempo que señalaron los vínculos entre el arte moderno y Altamira.

La exposición con la que el Reina Sofía reivindica a este artista fundamental en la escena mexicana, pero poco recordado en nuestro país, plantea un recorrido por sus trabajos cruciales y más emblemáticos.

Además, pone de manifiesto cómo el conjunto de su obra y actividad surge de la asunción del arte como proyecto meta-artístico, extendiéndose al ámbito de lo social, lo político y lo público.

Su biografía muestra a "un superviviente nato" que se adaptó a los lugares donde vivió, "estableciendo un dialogo con los mismos". Así lo consideró Manuel Borja-Villel, director del Reina Sofía, para quien Goeritz es "absolutamente esencial" para entender que no hay una, sino muchas modernidades.

Además de defender el trabajo artístico como fruto de empresas colectivas y colaborativas, "propuso algo tan revolucionario como es la arquitectura emocional, donde lo importante son los sentimientos, la emoción, la experiencia; el cómo experimenta el espectador las formas abstractas".

Creador junto con el arquitecto Luis Barragán de las Torres de la Ciudad Satélite (1957), "construyó una poética artística en la que lo importante es abrir nuevos procesos, no crear algo nuevo", destacó Borja-Villel y consideró que el dialogo de Goeritz con las vanguardias históricas, con el arte contemporáneo y con otros movimientos "constituye su originalidad y da sentido a su obra".

Para el comisario Francisco Reyes, se trata de un artista "muy complejo", cuyo reconocimiento le llegó en vida, que durante su estancia en España participó activamente en la recuperación de la vanguardia.

Reyes lamentó que en ocasiones se preste más atención a la polémica sobre la paternidad de las Torres Satélite, "algo intrascendente", que en mostrar la totalidad de este personaje "completo y denso, cuya visión no se reduce a la arquitectura sino a la lógica del espacio con el que trabaja y en el que juega con elementos afectivos".

En el recorrido por la exposición, una de las grandes apuestas del Reina Sofía para esta temporada, se pueden contemplar además de una reproducción de la "Serpiente de El Eco" y de diferentes trabajos en torno a ella, piezas relacionadas con las Torres de Ciudad Satélite (1957), que se convirtieron en una señal urbana primordial.

Otros espacios se dedican a "La Ruta de la Amistad", proyecto de arte público que coordinó durante los Juegos Olímpicos de México de 1968, así como a "El centro del espacio escultórico", que se enmarca dentro de las prácticas artísticas de carácter colectivo de los setenta.

"El Laberinto de Jerusalén" (1972-1980), realizado para un centro cultural en la ciudad israelí, la Escuela de Altamira y la exposición "Los hartos", organizada en México en 1961, son también protagonistas de la muestra, que se completa con obras de artistas como Angel Ferrant, Joan Miró, Yves Klein o Jean Tinguely.

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