La personalidad de Ruiz Muñoz conquista al público de Santander

  • El novillero José Ruiz Muñoz, sobrino nieto de Curro Romero, que ocupó una barrera, dejó su sello de diestro con gran empaque y abrió hoy la puerta grande del coso de Cuatro Caminos de Santander tras desorejar a un buen novillo de Juan Pedro Domecq FICHA DEL FESTEJO.- Cuatro novillos de Parladé y dos -tercero y cuarto- de Juan Pedro Domecq, bien presentados, con cuajo y caras agradables a la par que dignas, y de juego variado, desde el extraordinario tercero de Juan Pedro hasta el opaco

Juan Antonio Sandoval

Santander, 21 jul.- El novillero José Ruiz Muñoz, sobrino nieto de Curro Romero, que ocupó una barrera, dejó su sello de diestro con gran empaque y abrió hoy la puerta grande del coso de Cuatro Caminos de Santander tras desorejar a un buen novillo de Juan Pedro Domecq

FICHA DEL FESTEJO.- Cuatro novillos de Parladé y dos -tercero y cuarto- de Juan Pedro Domecq, bien presentados, con cuajo y caras agradables a la par que dignas, y de juego variado, desde el extraordinario tercero de Juan Pedro hasta el opaco segundo de Parladé.

Fernando Rey: dos pinchazos, y estocada caída y tendida (ovación); y estocada desprendida (oreja).

José Garrido: pinchazo, y estocada perpendicular en los bajos (silencio tras aviso); y media atravesada y descabello (aviso y ovación tras petición).

José Ruiz Muñoz: estocada contraria (dos orejas); y casi entera desprendida (silencio).

La plaza tuvo tres cuartos de entrada.

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LA DIFÍCIL FACILIDAD DE LO INCLASIFICABLE

El mejor novillo del festejo, el tercero, cayó en manos del más neófito de los espadas actuantes: José Ruiz Muñoz, que estuvo a la altura de la calidad del noble utrero de Juan Pedro Domecq y le cortó las dos orejas, en presencia de su tío abuelo, Curro Romero, que ocupó una barrera del tendido 1.

El joven diestro tiene un sello propio en todo lo que hace delante de la cara del toro. Es esa difícil facilidad de quien interpreta el toreo como de memoria.

Los lances de su pequeño capotillo le brotaron de las yemas de los dedos, como en esa verónica y media de cartel con la que abrochó el saludo a este aludido primero de su lote. El "juanpedro" galopaba y tomó un puyazo muy largo.

Quedó de dulce para una faena de muleta en la que Ruiz Muñoz interpretó un toreo más de acompañar que de profundizar las embestidas, siempre con la figura erguida, el pecho para fuera y una naturalidad que el público norteño pudiera confundir con cierta frialdad. Nada de esto último.

La última serie diestra resultó cumbre por ser la más ligada y ceñida de todo el trasteo, que fluyó de menos a más. Hubo mucho sabor en los doblones por abajo que precedieron a una estocada entrando muy despacio y contraria de tanto atracarse de toro. Debut y puerta grande.

El colorado sexto resultó sosote. Ruiz Muñoz volvió a iluminar la tarde con series de toreo fundamental preñadas de empaque y rematadas con pases de diferentes marcas. Lo mató con habilidad.

José Garrido tapó, con su amplio oficio, las muchas carencias del segundo, de Parladé, que sangró una enormidad, quedando muy por encima de su oponente, al que pinchó. En el quinto, pulseó una embestida con matices ásperos. El presidente no atendió una petición de oreja en el límite de la mayoría.

Fernando Rey le arrancó una oreja al cuarto, de Juan Pedro, que sólo se desplazaba cuando se le perdían pasos, lo que impidió la quietud en un conjunto que tuvo buenos pasajes de toreo profundo y con poco ajuste. Nada reseñable, aparte de la entrega del diestro, en un primero que dio un juego anodino.

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