Manuel Altolaguirre, el hombre bueno del 27

  • Editores, poetas y uno de sus biógrafos han valorado la figura del malagueño Manuel Altolaguirre, del que, con motivo de la publicación de su biografía gráfica "Álbum" a cargo de la Residencia de Estudiantes, han destacado su poesía, su labor editorial y su perfil humano, como el hombre bueno del 27.

Alfredo Valenzuela

Sevilla, 23 jun.- Editores, poetas y uno de sus biógrafos han valorado la figura del malagueño Manuel Altolaguirre, del que, con motivo de la publicación de su biografía gráfica "Álbum" a cargo de la Residencia de Estudiantes, han destacado su poesía, su labor editorial y su perfil humano, como el hombre bueno del 27.

Con un estudio biográfico de James Valender, este "Álbum" cuenta en 650 imágenes e ilustraciones de la vida del miembro más joven de la Generación del 27 y cuya labor como editor e impresor fue decisiva en la consolidación del grupo.

Julio Neira, autor de la biografía "Manuel Altolaguire. Impresor y editor", ha dicho a Efe que el poeta malagueño "padece la compañía de grandes maestros como Cernuda, Lorca y Aleixandre", y es autor de una poesía "en sí misma muy interesante y equiparable, por el tono, a la mejor poesía española, sin llegar a ser una cima".

Su obra poética es "más profunda de lo que puede parecer, tiene hondura espiritual y una espiritualidad laica difícilmente parangonable con sus contemporáneos", mientras que como hombre "todos se hacen lenguas de su extraordinaria simpatía, y debió de ser muy buena persona", según Neira.

Con su labor como editor hizo de la necesidad virtud, e hizo posible que la mejor poesía española alcanzara forma de libro y revistas como "Litoral". Además, fue un aventajado alumno de Juan Ramón Jiménez y su obra como editor es de las más señaladas del siglo XX, ya que supo revitalizar los clásicos y combinarlos con la poesía última.

Aunque, según el poeta y editor Abelardo Linares, la poesía de Altolaguirre "no tiene la contundencia de Cernuda o Lorca, ni la variedad de Alberti ni la resonancia de la de Aleixandre ni tanta influencia como la de estos poetas, es una poesía viva y agradable que se sigue leyendo bien aunque sea una poesía muy de su época, que obedece a los temas de su época".

Linares señala que su simpatía "debió de ser proverbial" a juzgar por los testimonios de sus contemporáneos y que "siempre se llevó bien con los integrantes de una generación que no se llevaron tan bien entre sí; jamás tuvo problemas con nadie y cumplió la función de Juan Ramón Jiménez en la generación anterior".

"En una época de cierta penuria, como impresor dejó una obra de altísima importancia; fue un hombre tremendamente inquieto y de gusto tipográfico que a mí como editor me ha dejado huella o, al menos, eso espero", concluye Linares.

En coincidencia con Neira y Linares, el poeta y narrador Eduardo Jordá ha asegurado: "Altolaguirre tuvo mala suerte. Siempre se le consideró una especie de hermano menor de los poetas mayores de la Generación del 27. Algo así como un buen chico simpático que siempre estaba dispuesto a echar una mano. Quizá no fue un gran poeta, pero tengo la impresión de que no se propuso serlo porque siempre estaba más pendiente de ayudar a otros poetas que de su propia obra".

"Y es posible que ninguno de los grandes nombres hubiera llegado a ser tan grande sin el entusiasmo y la confianza que le transmitió Altolaguirre", según Jordá.

Editor de su poesía completa, Ignacio Garmendia ha señalado que Altolaguirre "gracias al trabajo de James Valender, ha dejado de ser considerado un poeta menor o confinado a los aledaños del grupo del 27, en el que desempeñó un papel de primerísimo orden".

"Lo hizo por su poesía, desde luego, pero también por su generosa disponibilidad, su noble y desinteresado sentido de la amistad y su extraordinario trabajo como editor y tipógrafo, sólo comparable al llevado a cabo por Juan Ramón Jiménez", según Garmendia.

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