Zadar se acuerda de Modric, el niño que brillaba bajo las bombas

Regates en un pasillo, malabares con el balón en un aparcamiento y el estruendo de las bombas cayendo no demasiado lejos: antes de convertirse en una estrella del fútbol, el croata Luka Modric fue un niño de la guerra, obligado a cobijarse en un edificio de la ciudad de Zadar.

"Un niño despierto que hacía amigos fácilmente", recuerda Miodrag Paunovic, uno de los primeros entrenadores del ídolo del NK Zadar, que recuerda que era un chico como los otros. Hasta el momento en que se acercaba a un balón: "En medio de 200 muchachos, destacaba desde el principio. Estaba claro que iba a convertirse en un gran jugador. Tiene talento natural, pero también es un gran trabajador", apunta el educador.

Procedente de una familia modesta, Modric, que hoy tiene 30 años, tenía 6 cuando la guerra de la desaparecida Yugoslavia y las fuerzas serbias le obligaron a salir de su pueblo cerca de Zadar, Zaton Obrovacki. Su abuelo, otro Luka Modric, fue ejecutado por los serbios en diciembre de 1991.

Paseando ahora por las calles de esta bonita ciudad de la costa adriática es difícil imaginar cómo era la vida en Zadar, un enclave bloqueado de 1991 a 1993 y donde había cortes de agua y electricidad. Bajo las bombas murieron allí 51 civiles, según una asociación local de víctimas de la guerra (1991-1995). Incluyendo los alrededores, la cifra ascendería a 400 civiles.

Por su don con el balón, Modric pasó pronto a jugar en los equipos juveniles del NK Zadar, club que sirvió de trampolín a otro gran futbolista croata, Josip Skoblar, "El Águila de los Dálmatas", además de al delantero Dado Prso.

El club hizo que la familia se mudara a un edificio más cercano al estadio, para reducir los riesgos de bombardeos y permitir al joven Luka que se entrenara más a menudo.

Aquellos entrenamientos eran para Luka y sus amigos una manera de dejar el miedo atrás. "Incluso cuando los obuses caían durante los entrenamientos tenían otra cosa en la cabeza. Simplemente jugaban al fútbol", cuenta Josip Bajlo, dirigente del club y entonces entrenador del primer equipo.

"Luka era extremadamente activo, jugaba constantemente con el balón. Era pequeño y parecía físicamente frágil, pero eso no era un obstáculo para él", recuerda. "Siempre iba un paso por delante con respecto a los otros" y "estaba predestinado a convertirse en un gran jugador", añade Bajlo.

Demasiado grande para el Zadar, un club formador donde también comenzaron otros dos internacionales, el arquero Danijel Subasic y el defensa central Sime Vrsaljko, pero que ahora vegeta en la segunda división croata.

Modric se fue de allí para poder dar el salto definitivo en su carrera. Se unió primero al gran club de su país, el Dinamo de Zagreb, y luego empezó su periplo internacional en el Tottenham, antes de pasar al Real Madrid, donde ha conseguido dejar su huella.

En el campo de entrenamiento de Zadar, como hizo Modric hace dos décadas, los niños de Zadar participan en un torneo. Celebran las victorias con grandes gritos y abrazos, sin evitar soñar con convertirse en estrellas en alguna gran liga europea.

Muchos quieren ser como Modric. "Comenzó aquí, como yo", dice otro Luka, de 10 años. "Es el mejor, me gustaría ser un día como él", añade Luka Halic antes de volver al vestuario.

Los padres de Modric siguen viviendo en Zadar, en un apartamento cerca del estadio. Una madre de familia, Danijela, pasea con su hijo cerca de allí y resume a la perfección al cariño que se tiene al futbolista en este rincón de Croacia: "Luka es humilde porque viene de una región pobre. Su historia es normal, la de una familia normal".

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