Acogida entusiasta al papa Francisco en barrio pobre de Nairobi

  • La villa miseria de Kangemi, en Nairobi, le dio este viernes una acogida especialmente calurosa al papa Francisco, que conquistó a los fieles con su discurso contra la marginación y la concentración de riqueza en unas pocas manos.

Al llegar a la iglesia de San José Obrero, donde se apiñaron 1.500 personas de Kangemi y otros barrios pobres de la capital, el santo padre fue acogido con gritos de alegría de los asistentes, que se pusieron a bailar y cantar.

Antes de llegar al altar, el pontífice argentino pasó un rato dando apretones de manos y repartiendo bendiciones, haciendo ver el afecto de los más vulnerables al papa jesuita.

"Como católicos es un honor para nosotros estar aquí", dice Edward Mwaniki, un parroquiano de Kangemi, que llegó a las cuatro de la mañana con su mujer Margaret y sus hijos James, Peter y Karl.

Su esposa conoce muy bien la iglesia, una especie de galpón construido en medio de las casas de madera y chapa de Kangemi. En ella fue bautizada e hizo su primera comunión y la confirmación.

En el altar se presenta entonces una monja, que describe al micrófono las miserias de Kangemi: inseguridad, drogas, abusos sexuales, enfermedad, corrupción y acaparamiento de tierras.

"Usted nos da coraje. El hecho de que venga a vernos nos devuelve nuestra dignidad. Nos incluye, cuando por lo general nos tienen al margen", dice la hermana, resumiendo el sentimiento general.

Sus comentarios hacen eco al mensaje del pontífice, que en un largo discurso denuncia "la atroz injusticia de la marginación urbana" y arremete contra las "minorías que concentran el poder".

Entre los asistentes está James, criado en la calle. Empezó a errar por ellas cuando tenía apenas ocho años, al fallecer sus padres, y no salió hasta 15 años más tarde gracias al padre Vittorio, un cura maltés que oficia en la villa miseria de Mathare, en Nairobi, y que "cambió (su) vida" enseñándole "la palabra de Dios".

"He venido a ver al santo padre, para recibir su bendición", cuenta James.

El padre Vittorio va acompañado de unos diez niños de la calle, entre ellos Kelvin Mutwiri, un muchacho de 14 años acostumbrado a vivir entre basuras, que dibujó un retrato de Francisco de blanco y oro.

En otro marco pueden verse las oraciones escritas por sus compañeros, y dirigidas al obispo de Roma.

"Papa Francisco, no quiero ser un niño de las calles, rece por mí". "Papa Francisco, rece por mí, que estoy enfermo", dicen las plegarias.

La entrega de estos regalos, y de muchos otros, es uno de los momentos más emocionantes de la ceremonia. Al igual que cuando el papa se dirige sonriente a un grupo de niños reunidos al final de la iglesia, para darles su bendición.

Al salir de la iglesia, las caras están resplandecientes y las palabras son de gratitud.

"Estoy muy feliz de haber visto al papa, que ha venido a visitarnos y ayudarnos", dice Mary Wanjiru, que ha retenido sobre todo la forma en que Francisco dijo que "ama y ayuda a los pobres".

cyb/ayv/avl.zm

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