Alec Reid, el hombre tranquilo del proceso de paz norirlandés

  • El sacerdote católico Alec Reid, fallecido hoy, fue uno de los arquitectos del proceso de paz norirlandés, un hombre "tranquilo" y convencido del poder del diálogo para resolver conflictos, lo que trató de aplicar también al País Vasco.

Javier Aja

Dublín, 22 nov.- El sacerdote católico Alec Reid, fallecido hoy, fue uno de los arquitectos del proceso de paz norirlandés, un hombre "tranquilo" y convencido del poder del diálogo para resolver conflictos, lo que trató de aplicar también al País Vasco.

Este miembro de la orden Redentorista, que murió a los 82 años, desempeñó la mayoría de su ministerio en el monasterio Clonard del oeste de Belfast, donde durante 40 años vivió de cerca el conflicto armado entre católicos y protestantes, que causó más de 3.500 muertos en tres décadas.

Nacido en el condado de Tipperary, en la República de Irlanda, este sacerdote fue clave para que, en plena escalada de la violencia a finales de los años ochenta, el Sinn Fein, brazo político del ahora inactivo Ejército Republicano Irlandés (IRA) comenzara a diseñar una estrategia de paz.

Reid actuó como intermediario entre el presidente del Sinn Fein, Gerry Adams, y el entonces líder del Partido Socialdemócrata y Laborista (SDLP, nacionalista moderado) John Hume, quienes en negociaciones secretas aspiraban a lograr una tregua del IRA y establecer conversaciones de paz con el Gobierno británico.

Situado en el bastión del movimiento republicano en el oeste de la capital norirlandesa, Clonard se convirtió en la "cuna" del proceso de paz y Reid en uno de sus "pilares", en palabras de Hume, premio Nobel de la Paz en 1998.

Su papel de mediador clandestino permitió que los mensajes de los dos líderes nacionalistas llegasen hasta los Gobiernos británico e irlandés, que se negaban rotundamente a sentarse a conversar con Adams mientras el IRA mantuviera su campaña de violencia.

Reid nunca dejó de creer en la vía del diálogo, ni siquiera cuando la sangre manchó, literalmente, una carta de Adams para Hume que portaba bajo sus ropajes el día en el que se tomó una de las imágenes más impactantes del conflicto.

En la instantánea aparece el sacerdote dando la extremaunción a uno de los dos soldados británicos asesinados durante un funeral de combatientes del IRA en Belfast en 1988.

"Todavía tengo los documentos que llevaba al SDLP y había sangre en ellos", recordaba Reid en una entrevista hace unos años.

"Era un hombre muy, muy tranquilo y un visionario, el primero que veía el azafrán en primavera", dijo de él el reverendo protestante Ken Newell.

Este religioso lo comparaba con un "electricista", capaz de tomar dos cables por los que no pasaba la electricidad y actuar como la cinta aislante que al unirlos hacía que la "corriente de la comunicación comenzara a fluir".

Tras la firma del Acuerdo del Viernes Santo (1998), la confianza labrada con los dirigentes del Sinn Fein y el IRA convirtió a Reid en el testigo idóneo, junto al reverendo protestante Harold Good, para presenciar la inutilización de los arsenales republicanos en 2005 en un proceso supervisado por la Comisión Internacional Independiente de Desarme.

Su credibilidad resultó clave para convencer a los más escépticos de la magnitud del paso dado por el IRA y sentó las bases para la formación en 2008 del actual Gobierno autónomo de poder compartido entre católicos y protestantes.

Sobre ese gesto histórico, Reid relató el momento en que un combatiente del IRA entregó para su inutilización un rifle: "El hombre lo entregó y se emocionó. Se dio cuenta de que era la última arma".

"Tiene otra cara que es totalmente encantadora, que a veces es casi ingenua e inocente, y tiene el maravilloso don de la amistad", destacó en una ocasión su compañero de supervisión Good.

Pudo ser esa ingenuidad la que le llevó a protagonizar una polémica en 2005, cuando comparó a la comunidad protestante-unionista de Irlanda del Norte con los nazis durante un acalorado debate público celebrado en una iglesia presbiteriana del sur de Belfast.

Reid se disculpó después y atribuyó sus comparaciones a las "provocaciones" de algunos de los presentes, que, según él, dudaron de su integridad como observador independiente.

A pesar de ese episodio, pocos han cuestionado su valía y conocimientos en la resolución de conflictos, como demuestra el hecho de que actuó como mediador en el País Vasco, donde residió periódicamente desde 2002 y mantuvo reuniones con todos los partidos.

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