Cádiz, 25 jul.- Con 67 años y a bordo de su velero "Shipping", la argentina Aurora Canessa ha llegado de su país a Cádiz tras navegar sola 430 días, sesenta de ellos atravesando el Océano Atlántico, en una aventura que, según dice, le enseña a "ser mejor persona" y con la que pretende dar la vuelta al mundo.
Aurora Canessa partió el 27 de abril 2010 del Puerto de Los Olivos en Buenos Aires (Argentina) en su velero de "32 pies".
Ahí se inició una aventura "mística" que había planeado durante más de ocho años, en los que se preparó "física, económica y espiritualmente", según cuenta en una entrevista con Efe.
Recorrió, parando en distintos puertos para abastecerse, la costa de Brasil y del Caribe, hasta que se despidió de América y se dispuso a atravesar el Atlántico, un "desafío" que concluyó cuando, un año y 77 días después de su partida de Argentina, llegó a Cascais (Portugal), donde pasó una temporada.
Ahora ha llegado a Cádiz donde "por pura casualidad" ha coincidido con la Gran Regata Cádiz 2012 que a partir hoy atraerá a las dársenas del puerto a cerca de cincuenta grandes veleros de distintos países del mundo.
Aurora Canessa cree ser la "primera argentina" que cruza sola el Océano Atlántico y "seguramente también la primera suramericana", una hazaña de la que "se siente orgullosa" porque demuestra que "las mujeres si queremos, podemos".
Pero no se siente feminista: "sólo creo en mi persona y en mi capacidad de cumplir mis retos y desafíos. El hecho de ser mujer no me lo va a impedir", explica.
Según cuenta, ya se había demostrado a sí misma su capacidad para afrontar retos, como cuando a los 40 años se divorció y tuvo que "partir de un cero redondo".
Montó su propia empresa de correos, que se llama como su velero y se dedicó a navegar, algo que ha hecho prácticamente toda su vida.
Cuando se divorció decidió "dar un gran salto en su vida" y emprender su primera aventura: navegar desde Buenos Aires a Las Malvinas aprovechando que se conmemoraban diez años de la guerra, un aniversario en el que sintió que "debía haber una mujer presente".
Tras este primer viaje, comenzó a hacer travesías más largas por las costas de Estados Unidos, Polinesia y El Pacífico y a preparar su gran sueño, dar la vuelta al mundo.
"No hay ninguna razón que justifique este viaje", cuenta, "es algo que te sale de las vísceras. Soy una persona que vive de sueños y desafíos. Llega un momento en la vida en la que la pregunta no es ¿por qué?, sino ¿por qué no?"
Así que, además de prepararse ella, durante años preparó a las personas que trabajan en su empresa para que supieran sacar adelante el negocio en su ausencia. "Nunca me creyeron, hasta que lo vieron".
De sus muchas anécdotas destaca una noche, cuando navegaba por Las Bermudas y se rompió el motor con el que podía cargar las baterías de los aparatos de navegación y de comunicación e incluso la nevera. "Se me pudrió todo lo fresco, tuve que tirarlo todo al mar, estuve doce días comiendo frutos secos y cous-cous".
Dos amigos mecánicos argentinos le ayudaron a arreglar el motor a distancia, a través de una conversación por teléfono vía satélite de cinco horas.
Confiesa que en esa zona, cuando ya tenía que empezar a realizar la gran travesía, tuvo que decidir si volverse a casa con su pareja o continuar.
"Elegí lo segundo aunque pagué un alto precio", la soledad "de compañía, no del alma" que ha vivido en una aventura que, asegura, "es lo mejor que he hecho en mi vida".
Ahora arregla en Cádiz los papeles para renovar su visado porque quiere recorrer ahora las costas españolas y todo el Mediterráneo.
"Pero ahora el viaje ya no será un desafío, será un viaje de encuentros, de convivir, de compartir y de conocer otras culturas, otras comidas y otras bebidas". EFE
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