"Burros", una ficción mexicana anclada en la realidad, se exhibe en París

  • El director Odín Salazar Flores presenta esta semana en el festival "Viva México" de París su película "Burros", una ficción basada en su propia familia que cuenta la historia de un niño que se queda huérfano tras la muerte violenta de su padre.

Elvira Martínez

París, 11 oct.- El director Odín Salazar Flores presenta esta semana en el festival "Viva México" de París su película "Burros", una ficción basada en su propia familia que cuenta la historia de un niño que se queda huérfano tras la muerte violenta de su padre.

Un tiro a bocajarro acaba con el padre de Lautaro, que entonces no cuenta más que diez años y cuya vida en su pueblo natal corre peligro, por lo que debe alejarse e ir a vivir con su tía durante al menos un año, un tiempo demasiado largo para la paciencia del muchacho.

Corre el año 1940 y estamos en Tierra Caliente, la región del estado de Guerrero (al suroeste de México) de donde viene la familia de Salazar Flores y que él mismo calificó de "zona extremadamente violenta" en una entrevista con Efe.

"Burros" no es la historia de un crimen sino de sus consecuencias, pues el director consideró que "muy pocas veces vemos el efecto de ese crimen en la familia del muerto" y según aseguró, ese asesinato del que fue objeto su abuelo paterno ha llegado a afectarle de algún modo incluso a él mismo.

El título hace referencia a los asnos por ser un animal que gusta mucho al director y sobre todo por la fuerza metafórica de la carga que soportan, igual que el niño protagonista debe llevar a cuestas el fardo de presión de la muerte de su padre.

Alejado del hogar en casa de su tía, donde es rechazado y tratado como un extraño, Lautaro no puede soportar la tentación de huir de vuelta a casa, un arduo camino a través de paisajes secos y calurosos en los que se topará con personajes tanto reales como fantásticos.

Y es que se trata de una tierra cuya gente Salazar Flores califica de "mitotera", una zona llena de historias de brujas y duendes que considera herencia parcial de las leyendas españolas y donde se "busca mucho echarle la culpa de lo que pasa a algo exterior y no a los propios actos".

Él alimenta esa tradición con algunas sorpresas espectrales y, aseguró que "al final es una historia de fantasmas en la tradición de los cuentos", un efecto nutrido también por la división del relato en seis capítulos.

"Las cosas en la vida pasan sin orden ni concierto y luego las organizamos... y por eso le puse capítulos", aclaró el director que quiso que pudiera entenderse bien la narración pero respetar al mismo tiempo su naturaleza caótica.

Para realizar este largometraje tan personal y de sabor local Salazar Flores decidió trasladarse y rodar en lugares vecinos a los que fueron escenario de los hechos reales y con actores de la zona entre los que destaca Abimael Orozco, el muchacho que encarna a Lautaro.

"Estoy harto de ver películas que supuestamente están hechas en provincias y todo el mundo habla como en la capital", destacó el director que hizo que los actores que no eran locales se trasladasen un par de semanas antes del rodaje a la zona para asumir el habla y la forma de ser propias de allí.

Gente de pocas palabras y de muchas armas, "todo el mundo sabe que en cualquier momento le pueden matar" destacó el cineasta.

"Todas las pistolas y rifles que aparecen en la película fueron prestadas por vecinos de la zona", que incluso daban a elegir entre cierto repertorio, añadió.

En ese contexto se desarrolla el camino del "guache" (como se dice a los niños allí), más llevado por el ambiente sofocante que por los hechos en sí y cuyo final queda tan en el aire como comenzó, dejando al espectador con la incertidumbre de su futuro.

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