Camboya encierra en jaulas a los enfermos mentales

  • La salud mental es la gran olvidada de Camboya. Frente a problemas como la extrema pobreza o los numerosos casos de sida, los trastornos mentales quedan relegados a un último plano. Un estudio reciente asegura que el 35 por ciento de la población del país tiene algún tipo de trastorno psiquiátrico, pero el Gobierno camboyano no tiene recursos -ni parece esforzarse por tenerlos- y se apoya en la poca ayuda que les brindan algunas ONG extranjeras.
Aubrey Belford | GlobalPost

(Phnom Penh, Camboya). El psiquiatra Sotheara Chhim se ha dedicado a estudiar más que nadie los problemas psicológicos de los camboyanos. Mientras apunta hacia un vaso de agua sobre la mesa, Chhim explica que las décadas de guerra, genocidio y pobreza han hecho que muchas personas manifiesten aún hoy trastornos importantes.

“Creo que cada camboyano es como un vaso con un poco de agua, que representa el pasado traumático”, explica. “Si se añade más agua, el vaso se llena más rápidamente que si estuviera vacío”.

En muchos aspectos, Camboya parece haber dejado atrás su oscuro pasado y ahora es un país con grandes ciudades y millones de turistas extranjeros. La ayuda internacional ha ayudado a controlar graves problemas como el sida y a lograr cierto progreso en la lucha contra la pobreza. Sin embargo, la salud mental del país es una de las peores de Asia, fruto de los fantasmas del pasado y la tensión de vivir en un país cambiante pero aún muy necesitado.

A diferencia de otros problemas sociales –que sí reciben ayuda de ONG extranjeras y organizaciones internacionales- la salud mental está más bien olvidada y cuenta con escasos recursos. A primera vista, las cifras no parecen importantes, pero quienes han estudiado el problema creen que la situación es bastante desalentadora.

Un estudio de la Organización Psicosocial Transcultural (TPO por sus siglas en inglés), una ONG de Holanda, determinó que el 35 por ciento de los camboyanos padece algún tipo de problema psiquiátrico mientras que un 45 por ciento tiene “problemas psicosociales”, un concepto que incluye desde dolor psicológico hasta desarrollo emocional limitado.

Al mismo tiempo, el país no tiene acceso a tratamientos. Sólo el 1 por ciento del presupuesto de salud del Gobierno se destina a la salud mental y el 0,1 por ciento de la población tiene acceso a atención psicológica.

Camboya tiene una población de 14 millones de habitantes, de los cuales cinco millones son supervivientes del régimen del Jemer Rojo (1975-1979). Se calcula que durante esa época murieron dos millones de personas. Para esta enorme población, existe un total de 40 psiquiatras, y sólo 10 de ellos fuera de la capital.

Las consecuencias se aprecian en las paupérrimas aldeas del interior, donde los enfermos mentales a menudo permanecen atados y encerrados en jaulas.

Kevin Conroy, un sacerdote católico que enseña psicología en la Royal University de Phnom Penh, lleva en su móvil la foto de uno de estos enfermos, una mujer de 45 años que vive en el norte de la capital. “Había olor a orina y excrementos. Eso es lo que no se ve, el olor”, explica. “Suena inhumano, pero qué otras opciones tiene la gente cuando alguien grita y corre por todos lados. No hay un centro para atender a gente con estos problemas”, reflexiona Conroy.

Además, cuando existe la posibilidad de seguir un tratamiento, la mayoría de los camboyanos prefiere recurrir a curanderos y visitar los templos de su religión. “Hay un estigma en la sociedad camboyana. Si alguien habla con algún profesional de la salud mental o va al psicólogo o al psiquiatra, [entonces la gente dice] ‘oh, está loco, qué le pasa’”, explica Sathya Pholy, del centro de ayuda de Phnom Penh.

Más allá del estigma social, también está el hecho de que la mayoría de los camboyanos no ve la salud mental a través del prisma de la medicina occidental. Este factor se refleja de dos maneras: cuándo y cómo los camboyanos consideran que están enfermos y la efectividad de los tratamientos –desde esquizofrenia a depresión- que aplican conceptos culturales occidentales.

“[El concepto de enfermedad mental en la cultura camboyana] se explica a través del animismo, el budismo o el hinduismo, que sostienen que la mayoría de las enfermedades son consecuencia de un desequilibrio del viento, la tierra, el fuego y el agua”, explica Sathya Pholy. “Además, si en algún momento se ofendió a los espíritus de las montañas o de los árboles, entonces ese espíritu intentará vengarse y te hace enfermar”.

Ante tal situación, la mayoría de los tratamientos corren por cuenta de ONG extranjeras. Incluso el Gobierno, que desea formar unos 10 psiquiatras cada año, reconoce sin problemas que se apoya en los recursos extranjeros.

La recesión mundial y la relativa ignorancia sobre las enfermedades mentales han reducido drásticamente las aportaciones internacionales. Sotheara Chhim, director de la filial local de la Organización Psicosocial Transcultural de Holanda, señala que los recortes de ayuda, entre ellos del Gobierno de su país, le obligaron a despedir a 50 empleados a finales del año pasado.

Chhim también recorre las zonas remotas del país para brindar ayuda psicológica.“Creo que la salud mental recibe menos atención y está rezagada en Camboya”, reconoce con cierta exasperación. “No hay dinero, no sé porqué. El Gobierno no tiene recursos y a muchos no les interesa la salud mental. “Si intento conseguir dinero de los patrocinadores para servicios de salud mental, nadie aporta nada”.

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