"Con una tabla de surf se puede cambiar el mundo", dice emprendedor juvenil

  • Nunca tuvo coche, casa ni dinero pero eso jamás representó un obstáculo para Arturo Soto, un joven emprendedor juvenil de Antofagasta, que está transformando la vida de centenares de niños de los suburbios de la ciudad minera al contagiarles con su pasión por deslizarse por las olas.

Júlia Talarn Rabascall

Santiago de Chile, 24 oct.- Nunca tuvo coche, casa ni dinero pero eso jamás representó un obstáculo para Arturo Soto, un joven emprendedor juvenil de Antofagasta, que está transformando la vida de centenares de niños de los suburbios de la ciudad minera al contagiarles con su pasión por deslizarse por las olas.

"Con una tabla de surf se puede cambiar el mundo", enfatiza Soto en una entrevista con Efe en la que explica el éxito de su escuela de esta especialidad en Antofagasta dedicada a niños en riesgo de exclusión social.

Sostiene que "gracias a este deporte estamos consiguiendo que los niños cambien las drogas por tablas de surf".

Considerado hoy uno de los cien líderes juveniles del país austral, Soto asegura que el mar fue una escuela de vida que le permitió alejarse de la delincuencia y drogadicción que impera en los cerros de la ciudad costera del norte de chile, donde se refugió tras escapar de casa cuando tenía 13 años.

"En esos barrios tan pobres de Antofogasta la droga se cuela como el aire por las casas y la delincuencia constituye el sustento de muchas familias", relata Soto que este fin de semana participará en el Festival Internacional de Innovación Social 2014 (FiiS) en Santiago.

Por ese motivo, el joven considera que el Pacífico que baña las costas de Chile puede convertirse en una potente arma para revertir la marginación en la que hoy día viven muchos jóvenes del país.

El club deportivo Budeo, centro que desde hace cuatro años dirige ya ha conseguido rescatar a cien niños de las garras del narcotráfico y la marginación y se ha consolidado como un centro de referencia a nivel nacional que hoy día da trabajo a seis monitores.

"El mar educa en la perseverancia, la vida sana, la disciplina y el medio ambiente", apunta el surfista quien recalca la importancia de ofrecer una educación no formal para motivar a los adolescentes de estos barrios.

De esa manera, se puede convertir a los muchachos en futuros líderes positivos de su entorno que ayuden a mejorar las condiciones de vida de las marginadas poblaciones en las que habitan.

La estela de la experiencia de Budeo atrajo el interés de los organizadores del mundial de bodyboard en 2012 quienes decidieron convertir Antofagasta, a 1.368 kilómetros al norte de Santiago, en la sede de este acontecimiento durante tres años consecutivos.

"La celebración del campeonato representó una victoria para nosotros porque los niños se dieron cuenta de que si trabajaban duro podían convertirse en los mejores del mundo", un objetivo que ayuda a Soto a mantenerlos motivados hasta la celebración del gran evento que trae a la ciudad minera primeras figuras de este deporte.

La persistencia del joven surfista consiguió poner a Antofagasta en el mapa, sin embargo, la magnitud de sus olas, que pueden alcanzar los 5 o 6 metros de altura, ya ha traspasado fronteras.

Pues las grandes olas antofogastinas, bautizadas con nombres de chicos de las barriadas, se pueden disfrutar durante todo el año, por lo que no tienen nada que envidiar a sus homólogas hawaianas que sólo se manifiestan durante seis meses.

Aunque asegura no tener un discurso preparado para las conferencias que dará este fin de semana, Soto tiene una idea clara: "Para sacar adelante los proyectos propios uno debe fijar su objetivo en la luz al final del cañón de la ola. Si te fijas en los obstáculos que se presentan por el camino caes de la tabla", un consejo que, como toda su experiencia, también lo aprendió del mar.

Su meta ahora es que la práctica del surf forme parte del currículum de los colegios de Antofagasta para que mil niños disfruten y aprendan haciendo equilibrios sobre la masa de agua.

Y es que si Arquímedes pedía sólo una palanca, Soto asegura que con una tabla de surf le basta para mover el mundo hacia una nueva dirección.

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