Crece concurrencia a comedor comunitario argentino por problemas económicos

  • Cada día son más los que se acercan a por un plato de comida caliente al comedor de Los Piletones, en un asentamiento precario de Buenos Aires, incluso "gente que tiene trabajo pero no les alcanza", asegura su fundadora, Margarita Barrientos, quien ve a Argentina a las puertas de otra crisis.

Mar Centenera

Buenos Aires, 17 oct.- Cada día son más los que se acercan a por un plato de comida caliente al comedor de Los Piletones, en un asentamiento precario de Buenos Aires, incluso "gente que tiene trabajo pero no les alcanza", asegura su fundadora, Margarita Barrientos, quien ve a Argentina a las puertas de otra crisis.

Algunos hombres y muchas mujeres, acompañadas de niños de todas las edades, se sientan a mediodía en las largas mesas de madera del comedor comunitario y hacen desaparecer en un abrir y cerrar de ojos el guiso de patatas, carne y arroz que las voluntarias ponen frente a ellos.

Otros hacen fila en la puerta con fiambreras, ollas y bolsas, que entregan al personal del comedor y les son devueltas colmadas con el mismo menú junto a envases de leche para los bebés.

"Vengo desde hace tres meses porque la plata que junta mi marido ya no nos alcanza", admite María, de origen boliviano y madre de tres hijos.

"Los alimentos están cada día más caros. Una vecina empezó a venir por lo mismo cuando empezó el año y yo al final me decidí también", agrega mientras comparte el plato con Nico, su bebé de año y medio, que todavía no va a la escuela, como sus hermanos.

"Con lo que me dan comemos todos en casa", dice con una olla llena en las manos Lucía, quien vive con su marido, sus cuatro hijos y su hermana a unas manzanas del comedor, ubicado en la villa Los Piletones, en el barrio porteño de Villa Soldati (suroeste).

Al fondo de la sala, un teléfono fijo suena incansablemente sobre la mesa redonda que sirve de oficina a Barrientos, que lo atiende sin dejar de supervisar el reparto de comida y saludar a los comensales.

"Damos de comer a 160 familias todos los días, desayuno, comida y cena", afirma esta enérgica mujer de 53 años, que inauguró el comedor en 1996 en un humilde edificio de la villa, por entonces sin agua corriente ni red cloacal.

"(En 18 años) hemos pasado muchas crisis importantes. Y ahora, aunque no lo quieran reconocer, hay muchísima necesidad", denuncia Barrientos, quien advierte que "todo está muy caro y cada vez cuesta más sostener a una familia".

Sus críticas chocan con la versión difundida por el Gobierno presidido por Cristina Fernández, que rechaza el aumento de la pobreza reflejado en estadísticas como la de la Universidad Católica Argentina (UCA) y dejó de publicar datos oficiales en el primer semestre de 2013.

Según la UCA, a finales de 2013 al menos uno de cada cuatro argentinos se encontraba en situación de pobreza y el 5 % era indigente.

La aceleración de la inflación en el último año y el estancamiento de la economía argentina, que retrocedió un 0,2 % en el primer trimestre de 2014 y se mantuvo sin variación en el segundo, hacen prever un nuevo aumento en las próximas estadísticas.

"La necesidad no es que te la cuentan, sino que uno lo ve", dice Barrientos tajante y agradece la solidaridad de los que donan alimentos y también ropa "para que la gente de aquí se calce y se vista".

Nacida en una aldea rural de la provincia norteña de Santiago del Estero, Barrientos llegó sola a Buenos Aires con once años, después de que su madre falleciese y su padre abandonase el hogar.

Ahora, con 53 años cumplidos y madre de diez hijos, quedaron atrás esos duros comienzos en el conurbano bonaerense en los que siendo aún una niña iba con su cuñada "todos los días a las cinco de la mañana a trabajar" y cuidaba a otros niños aún más pequeños que ella.

Con perseverancia y gracias a las donaciones de miles de personas, Barrientos ha logrado también abrir en las inmediaciones un centro de salud, dos jardines de infantes, un centro de día de abuelos, una biblioteca, un taller de costura, otro de carpintería y recientemente una orquesta de cuerda, cuenta con orgullo.

Unos bloques de edificios contiguos recién construidos y los trabajos para asfaltar la calle muestran el proceso de transformación que vive esta villa.

"Que las villas se conviertan en barrio es lo más lindo que pueda haber", dice, feliz de "ver el crecimiento a pesar de la crisis" y convencida de que "hay mucho futuro para nuestros jóvenes".

"Ojalá en un tiempo no muy lejano pudieran no existir los comedores. Yo siempre digo que tiene que existir un trabajo digno para la gente. Y la gente tiene que elegir lo que quiere comer, no yo comer por ellos", concluye.

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