Cuando tu madre se olvida de quién eres: el drama del Alzheimer

    • María estuvo más de 20 años padeciendo esta enfermedad, la mitad de ellos en estado vegetativo sin capacidad para comunicarse o cuidar de sí misma.
    • Sus hijos explican lo duro que es afrontar que tu propia madre no te reconoce y que puede ser un peligro para ella misma y para los demás.
El descenso rápido de memoria y los problemas de lenguaje, principales síntomas de aparición del Alzheimer
El descenso rápido de memoria y los problemas de lenguaje, principales síntomas de aparición del Alzheimer

Cuando a María le diagnosticaron Alzheimer, antes de cumplir 50 años, sus hijos podían adivinar el drama al que se enfrentaban: su abuela había padecido la misma enfermedad unos años antes.

Sabían que, poco a poco, su madre iba a olvidar absolutamente todo. Primero cómo llegar a su casa, cómo vestirse sola… Luego ya no sabría quiénes eran sus hijos, su marido o ella misma. Finalmente, acabaría en un estado parecido al coma, completamente vegetal, cuando olvidara cómo comer, hablar, oír o pensar.

Los pronósticos se fueron cumpliendo. Volvía de la compra sin dinero, pues ofrecía a los cajeros el monedero abierto pues ya desconocía el valor de cada billete y muchos se aprovechaban, se perdió varias veces, no recordaba qué había hecho hacía media hora, y estuvo a punto de prender fuego a la casa porque olvidó que había dejado una sartén en el fuego.Olvidó a sus propios hijos

"Es muy duro ver cómo tu madre desaparece sin que puedas hacer nada, cómo va olvidando todo lo que es y a la gente que la rodea. Tienes miedo de que se haga daño o haga daño a los demás, porque en ciertos estadios de la enfermedad, estas personas se vuelven violentas. Mi madre pasó de ser la persona más educada del mundo a insultar, decir palabrotas… La primera vez que tu madre te pregunta quién eres es muy doloroso", cuenta uno de sus hijos.

Cuando su marido falleció, ella ya no andaba prácticamente, y había perdido toda capacidad para comunicarse y para cuidar de sí misma. Sus hijos, entonces, decidieron ingresarla en una residencia especializada ya que no podían atenderla 24 horas al día como ella precisaba.

Sin embargo, alguien se negó. La mujer que había trabajado en su casa desde hacía años no quiso oír hablar de una residencia. Trasladó a María a su casa y se dedicó a cuidar de ella día y noche sin descanso.Más de 10 años en estado vegetativo

Le daba la comida bien a cucharadas, bien por una sonda cuando olvidó tragar, se preocupada por su aseo personal, le cambiaba el pañal, le cortaba el pelo y las uñas… Incluso se levantaba cada hora por la noche para cambiar su postura y evitar que le salieran llagas por estar siempre postrada. 24 horas al día durante más de 20 años, la mitad en estado completamente vegetativo. Los médicos estaban asombrados de que, a pesar de la grave enfermedad, la mujer estuviera más cuidada que muchos de los mayores con más autonomía.

Para esta mujer, nada era demasiado para María, a la que quería como a un madre. Jamás quiso recibir ni un euro por trabajo. Para ella era simplemente una cuestión de gratitud y cobrar por cuidarla era algo impensable.

"La cuidé hasta el fin de los días. Yo la quería mucho y todo lo que hice por ella se me hizo poco. Yo no quería que fuera a una residencia porque pensaba que el cariño que yo le daba no se lo iban a dar allí por muy bien que la trataran. Y su marido porque murió, si no tampoco le hubiera llevado mientras mis fuerzas hubieran podido. Mi mayor miedo era no poder cuidarla. Yo decía a Dios que se la llevara antes de que yo no la pudiera cuidar. Yo la quería mucho, más que a mi vida", concluye esta mujer.

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