De la tinta de color chocolate de Care Santos a las colas de Belén Esteban

  • La jornada de Sant Jordi es un día de sangre, sudor y lágrimas para los autores que firman ejemplares de sus obras y buscan la aprobación de sus lectores, pero es también un día de numerosas anécdotas.

José Oliva/Irene Dalmases

Barcelona, 23 abr.- La jornada de Sant Jordi es un día de sangre, sudor y lágrimas para los autores que firman ejemplares de sus obras y buscan la aprobación de sus lectores, pero es también un día de numerosas anécdotas.

Escritores de raza como Juan José Millás, Almudena Grandes, Dolores Redondo, Jordi Sierra i Fabra, Philip Kerr o Donna León se han estrujado el cerebro para no repetir firmas en sus dedicatorias.

Mientras otros autores llamados mediáticos no sufrían tanto para complacer las colas que atendían con paciencia la firma de sus admirados, como era el caso de Belén Esteban, Dani Mateo, Gaspar Hernández o Miguel Ángel Revilla.

Pocas caras tristes y mucha felicidad porque Sant Jordi es ante todo una fiesta cultural cívica, a la que este año se ha incorporado, como no podía ser de otro modo, la moda de las autofotos, los "selfies", como se les conoce en las redes sociales por su acepción inglesa.

Un veterano como Frederick Forsyth ha llenado su agenda en su primer Sant Jordi con entrevistas a diferentes medios, pero ha tenido que suspender una de las dos sesiones de firmas que tenía programadas por la huelga de FNAC-Triangle, aún así, ha confesado: "Sant Jordi es un día fantástico, con tanta gente en la calle con libros y rosas".

Ante la ausencia del gran triunfador de la jornada, Jonas Jonasson, ausente por razones de salud, han "defendido" su segunda novela, una figurante que interpretaba a Nombeko, la protagonista de "La analfabeta que era un genio de los números", acompañada por un hombre disfrazado de conejo rosa y el abuelo centenario de su primera novela, que fue la más vendido hace dos años.

Los lectores se topaban con otras extensiones del carnaval literario con muñecos de Gerónimo Stilton o personajes disfrazados de "miquelets", milicianos catalanes austriacistas, para arropar las no pocas novedades editoriales en torno a 1714 y la Guerra de Sucesión española.

Care Santos, que también figuraba entre los más vendidos en catalán, ha firmado a todas sus lectores dedicatorias con una pluma con tinta de color chocolate para hacer honor a su novela, "Desig de xocolata" (Deseo de chocolate).

El televisivo Dani Mateo protagonizaba no pocas anécdotas como cuando ha regalado su hamburguesa a una lectora que le pedía una firma ("te llevas comida por cultura", le ha dicho) o cuando ha autografiado un libro de Wyoming y bajo la firma de su jefe en "El informal" como "genio universal", él sólo se ha atrevido a añadir: "y su lacayo".

Enfrentarse a los lectores tiene sus riesgos como confesaba el periodista Xavier Bosch, que ha visto como una mujer, sin intención, le empapaba de agua el pantalón al haber tirado sobre la mesa un botellín de agua, un precio bajo si se tiene en cuenta que muchos lectores le daban información sobre la industria farmacéutica, que centra su novela, "datos suficientes como para escribir otra".

Gabriel García Márquez ha estado muy presente en esta fiesta de Sant Jordi, no sólo en las paradas de las librerías, donde se han llegado a agotar algunos de sus títulos más célebres, especialmente en bolsillo.

Quizá el mejor homenaje a Gabo ha llegado desde un mundo diferente, el de la política, de la boca de Iñaki Anasagasti, quien ha dicho que si tuviera que regalar hoy a un joven un libro sería del nobel colombiano, "porque las nuevas generaciones no lo conocen", antes de aseverar: "el realismo mágico, sobre todo en política, resulta muy interesante".

Del ausente Gabo al ausente Antonio Machado, hoy presente desde el balcón principal del Hotel Majestic con una lectura ininterrumpida de sus poemas, en el mismo edificio en el que estuvo alojado durante un mes en 1938. EFE.

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