Desaparecidos de la Comuna 13 de Medellín, llaga abierta del conflicto en Colombia

  • Cada día al despertar, Alejandra Balvin contempla una foto en blanco y negro de su padre y su hermano, sumados años atrás a las decenas de desaparecidos en la Comuna 13 de Medellín, una llaga abierta del conflicto que vive Colombia desde hace medio siglo.

"Siento que me miran con dolor, como si me quisieran decir algo", cuenta a la AFP esta joven de 25 años junto al altar que con velas y flores artificiales mantiene viva la memoria de sus seres queridos.

Su padre, el comerciante Hernando Balvin, fue sacado el 22 de octubre de 2002 por hombres armados de su casa en la Comuna 13, un populoso sector extendido entre los cerros del centro-oeste de Medellín.

Seis días antes, 1.500 efectivos apoyados por bombardeos habían incursionado en "La 13" para poner fin al control que milicias de izquierda ejercían allí desde los años 1990.

La Operación Orión, ordenada por el presidente Álvaro Uribe (2002-10), buscaba acabar con los Comandos Armados del Pueblo (CAP) y los grupos vinculados a guerrillas, como las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y el Ejército de Liberación Nacional (ELN).

Para los vecinos, que aún recuerdan cómo muchos sacaban sábanas blancas en son de paz y cómo cayeron personas "sin tener nada que ver", la Operación Orión abrió paso a grupos armados de ultraderecha. Las desapariciones forzadas se volvieron una constante.

El padre de Alejandra jamás regresó. Por amenazas, la familia decidió irse de la Comuna 13, donde cuatro años después, su hermano Adonis fue visto por última vez.

"A veces hablo con ellos. Les digo 'Díganme dónde están y voy. Muéstrenme la ubicación", dice Alejandra, quien aguarda esperanzada que la excavación iniciada esta semana en La Escombrera le permita cerrar su duelo.

En ese enorme vertedero las autoridades estiman que yacen decenas de cuerpos de desaparecidos de la Comuna 13, que forman parte de los 50.000 que la Fiscalía calcula en todo el país debido a la conflagración interna.

Surgido hace 50 años como un conjunto de barrios de invasión de difícil acceso, la Comuna 13 ha vivido a pequeña escala el conflicto armado colombiano, que ha involucrado a guerrillas, paramilitares, fuerzas militares y bandas narcotraficantes.

"Es un microcosmos de la sociedad colombiana", explica el politólogo de la Universidad de Antioquia Pablo Angarita, que publicó un libro sobre el tema.

Según el experto, en la década de 1990 en la Comuna 13 actuaban milicias de izquierda que extorsionaban y mataban "jóvenes acusados de ser viciosos". Después, paramilitares empezaron a enfrentarlos, hasta que en los 2000 llegaron militares y policías. "Eso fue la guerra total", señala.

Aunque al principio la mayoría de la gente sintió que la Operación Orión los salvaría del infierno, después comprobaron que solo había habido un cambio de administración: "'Antes mandaban las milicias, ahora mandan los paramilitares, pero seguimos en la misma situación', decían", agregó Angarita.

"Uno escuchaba bala y decía: 'Otra vez se prendieron' pero normal", relata Jonathan Otálvaro, un vecino que recuerda cómo durante los enfrentamientos la gente tenía que poner los colchones en las paredes de sus casas para protegerse de los disparos.

"Era normal, nosotros ir en la moto, y encontrar un muerto tirado y seguir", dice por su parte Sorángela González.

La violencia continúa solapada en la Comuna 13, ahora por las bandas criminales nacidas de remanentes de grupos de extrema derecha que no se acogieron a la desmovilización impulsada por el gobierno de Uribe, que otorgó beneficios jurídicos a cambio de confesiones y reparación a las víctimas.

"En Medellín, los grupos armados continúan practicando la desaparición y desmembramiento de cuerpos", revela Mercedes Palacio, jefe del Grupo de Identificación Humana de la Fiscalía de Medellín.

De las 294 diligencias para la búsqueda de cuerpos hechas en la ciudad en los últimos 20 años, 122 han sido en la Comuna 13, un 41,5% del total, según ese equipo.

Como muchos que ansían respuestas sobre sus familiares, Alejandra sabe que la espera será larga.

En una primera etapa, en La Escombrera deberán removerse 24.000 m3 y excavar hasta ocho metros de profundidad, algo así como mover una montaña de un lado a otro, según la alcaldía.

De encontrarse restos humanos, éstos serán sometidos a análisis antropológicos, médicos y odontológicos, además de un cotejo genético, para poder obtener algún resultado, explica Sandy Monguí, coordinadora del centro que recibirá los eventuales hallazgos en La Escombrera.

"Es un desafío", afirma sobre las inciertas condiciones en que pueden aparecer después de tantos años.

Entre cráneos rotos, fémures incompletos y pelvis partidas, Eduardo Ospina, antropólogo de ese centro, resume el trabajo: "Tratamos de armar el rompecabezas".

Más de 4.650 fosas comunes han sido halladas en todo el país, según cifras oficiales.

Colombia, que busca sellar la paz con las guerrillas de las FARC y el ELN mientras aún procesa información revelada por exparamilitares e investiga casos de ejecuciones extrajudiciales de las Fuerzas Militares, se enfrenta así el doloroso tema de los desaparecidos.

"Apenas ahora es que hay conciencia. Apenas ahora se está hablando de desaparición forzada", dice Alejandra, que pide al menos una tumba para visitar en un cementerio.

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