¡Dios salve al rey de la basura!

  • Jonh Waters, el rey del 'trash', es la estrella de la segunda edición del Festival Rizoma que se celebra en Madrid este fin de semana.
El director de cine John Waters
El director de cine John Waters
Getty Images
Bárbara Lorenzana

El director de cine más irreverente, transgresor y surrealista participa este fin de semana en el Festival Rizoma de Madrid con su monólogo This Filthy World (Este mundo asqueroso) con el que está recorriendo los escenarios de todo el mundo y que supone una verdadera declaración de principios de la filosofía trash que recorre su biografía.

Waters, que mantuvo ayer un encuentro con la prensa, transpira inteligencia y buen humor por cada uno de sus poros. Su americana de calaveras y flores y su perenne bigotín -que lleva en honor a Little Boy-, le dan el aspecto de un gentleman inglés un poco friki.

De risa fácil, sus ojos brillan como los de un niño dispuesto a hacer cualquier travesura que se le pase por la cabeza. Y es que Jonh Waters, a sus 65 años, sigue siendo igual de gamberro que siempre y le gusta jugar y divertirse a costa de los prejuicios y tabúes de todos los biempensantes de la sociedad.

Auténtico anarquista, asegura: "Lo que más me gusta en el mundo es hacer lo que me da la gana y no tener jefe, de hecho nunca he tenido jefe".

Waters es el hijo que ninguna madre querría tener. Desde pequeño demostró un especial interés por la violencia y todo lo que pudiese resultar desagradable a los ojos del resto del mundo. A los 8 años su abuela le regaló una cámara de super 8 y terminó por arreglarlo.

El objetivo de este terrorista de la imagen ha sido siempre socavar desde dentro los cimientos del american way of life y destapar la hipocresía y doble moral que dominan la sociedad.

En sus películas ha utilizado todos los medios a su alcance en esa lucha: violencia injustificada y salvaje, sexo explícito y perverso, mal gusto hasta la saciedad y transgresión de las normas sociales más elementales.

En 1972 rodó su primera película Pink Flamingos que narra la historia de Divine, una drag queen que le acompañará en la mayoría de sus aventuras cinematográficas. El largometraje es una exposición de las cosas más repelentes y desagradables que uno jamás pudiera imaginar.

El broche final lo pone la ingesta por parte de la protagonista, feliz por considerarse la persona más guarra del mundo, de una defecación de perro. Lo peor de todo es que la escena está rodada en un plano secuencia sin ningún corte que demuestra la realidad de la hazaña. Con esta escena termina esta película de culto que Waters asegura que tal como está el mundo "podría ser una serie de dibujos para niños".

Y es que a pesar de los años su ópera prima sigue teniendo éxito. "La gente cada vez está más abierta a nuevas ideas. De hecho, cuando la película se estrenó causaba muchísimo más enfado en casi todo el mundo, sobre todo en los hippies".

Con los años Waters se ha ido moderando, incluso ha filmado películas como Hairspay o Cry Baby, que se convirtieron en musicales de Broadway galardonados con numerosos premios Tony. No obstante, en todas ellas, de una manera más o menos explícita, ha tratado de transgredir la moral del espectador. Sin embargo, asegura que "lo más difícil no es transgredir, lo más difícil es conseguir cambiar la mentalidad de la gente".

Padre del movimiento trash, sus películas han influenciado en numerosos directores entre los que se encuentran Pedro Almodóvar con su Pepi, Luci y Bom y otras chicas del montón. Pero como la vida siempre da muchas vueltas ahora es John Waters el que se declara fan y afirma que el manchego "es el mejor director del mundo".

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