"El primer reto fue atarme los cordones; el último, contar mi vida con diversidad funcional"

  • Lo dice Daniel Rodríguez Díaz, autor del libro 'Cordones para las zapatillas', en el que el joven nacido con parálisis cerebral comparte su admirable historia de superación personal. Y es que además de haber sido uno de los primeros alumnos de integración de las aulas públicas asturianas, ha conseguido diplomarse en Trabajo Social y alcanzar otras muchas metas.
Laura Pintos

La vida de Daniel Rodríguez Díaz, de 33 años, es como la de cualquier persona de su edad. Este trabajador social y monitor de spinning nacido en Gijón y fan de Bruce Springsteen toca la guitarra, monta en bicicleta, disfruta de la lectura y sale con sus amigos.

La única diferencia es que todo ello es posible, en su caso, gracias a una férrea voluntad (cabezonería, la llama él), a largas horas de práctica y rehabilitación y a algunos trucos que ha ido desarrollando para sobreponerse a los inconvenientes que enfrenta a cada paso y casi con cada gesto debido a la parálisis cerebral que padece.

Todo esto lo cuenta en 'Cordones para las zapatillas'. El título del libro alude, justamente, a uno de los primeros retos a los que se vio expuesto cuando solo era un niño. Antes, a los 4 años, había conseguido caminar cuando pocos lo creían posible y más tarde sorteó unas largas escaleras gateando hacia arriba y bajando sentado, escalón por escalón.

Le siguieron muchos más, pues Rodríguez acudió a una escuela ordinaria y con mucho empeño y trabajo obtuvo más tarde una diplomatura en Trabajo Social por la Universidad de Oviedo, además de practicar deportes y mantener una activa vida social.

Su actitud ante los estudios marcó también su forma de ver la vida, sin atajos ni rodeos. Los caminos fáciles "al final te conducen a la exclusión social", asegura Rodríguez, quien insiste en que su caso no es especial, pues "la vida de todos, no solo la de quienes tienen diversidad funcional, está marcada por retos que te hacen crecer como persona".

En su historia tiene mucho peso la decisión que tomó su familia, en cuanto supo las consecuencias físicas que le acarrearía la falta de oxígeno que sufrió por nacer "con el cordón umbilical hecho un lío alrededor del cuello", de luchar para que tuviera igualdad de oportunidades y fuera "uno más".

Esa lucha comenzó con su escolarización. Fue uno de los primeros alumnos de integración de las aulas públicas asturianas, camino que él describe como "muy duro y difícil".

De hecho cuenta que "durante los primeros cinco años estaba en la última fila recortando papelitos y haciendo otras tonterías mientras los demás aprendían", y que esto no cambió hasta que su familia detectó el problema y peleó hasta que el colegio encontró la forma de hacerlo partícipe activo de la clase.

Aunque rescata el papel que cumplieron algunos profesores a título individual y el grueso de sus compañeros, Rodríguez es muy crítico con el sistema educativo. Afirma que está basado en "un modelo rehabilitador sanitario, y los alumnos con diversidad funcional no tienen que rehabilitarse de nada".

Por eso, él también prefiere "hablar de inclusión y no de integración", y sostiene que las aulas diferenciales o de educación especial son contraproducentes, pues "a la larga hace que esos estudiantes tengan niveles educativos muy bajos y eso dificulta luego su acceso a la educación superior".

"Los recursos deben estar en la propia aula ordinaria", añade.

Allí está la clave para que las personas con diversidad funcional puedan tener una "vida digna e independiente", señala. A su juicio, este debe ser el objetivo del Estado en lugar de favorecer un modelo asistencial que fomenta la dependencia y la existencia de residencias y centros especializados "que terminan transformándose en guetos".

"No somos diferentes, sino personas que tenemos que formarnos para poder acceder a un puesto de trabajo que permita vivir de manera autónoma y tomar tus propias decisiones", remarca Rodríguez, miembro del Foro de Vida Independiente.

"Hay que garantizar la accesibilidad", apunta, al tiempo que indica que la igualdad "no supone ignorar las diferencias, sino salvarlas".

"Una barrera muy grande es que la sociedad te trate como un enfermo cuando no lo estás", explica Rodríguez, quien consiguió que le permitieran examinarse siempre de forma oral y estudió con los apuntes de compañeros y profesores, pues su disfunción le provoca problemas de motricidad fina y espasticidad.

Su experiencia y una "clara vocación de servicio" lo llevaron a decantarse por el Trabajo Social como profesión y, una vez acabada la carrera también con mucho esfuerzo por su parte, a escribir 'Cordones para las zapatillas'.

Rodríguez repite que "los protagonistas del libro son las miles de personas con diversidad funcional que viven en una realidad segregadora", a quienes quiere transmitirles "un mensaje de esperanza".

La primera tirada, pagada por su padrino, fue de 300 ejemplares y pronto se demostró insuficiente.

Poco después Fundación Mapfre entró en contacto con él gracias a su padre, que trabajó durante 35 años en la compañía y un día, ya jubilado, contó a sus ex compañeros la historia de su hijo. La entidad financió nuevas ediciones y se puso como objetivo "conseguirle una editorial a 'Cordones para las zapatillas'".

Para ello lo presenta el próximo domingo en la Feria del Libro de Madrid. Aún así, y gracias al boca a boca y al impacto que tiene el valor ante la adversidad que demuestra su autor, la obra lleva ya 4.000 ejemplares vendidos.

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