En La Meca, el hábito del peregrino no oculta las diferencias sociales

  • A simple vista, los peregrinos visten hábitos para ocultar las diferencias sociales, pero en realidad, una vez fuera de la Gran Mezquita de La Meca, saltan a la vista.

Durante la peregrinación anual musulmana o hach, que comenzó el martes en Arabia Saudita, los hombres se ponen dos prendas de tela sin coser y las mujeres unos vestidos que sólo dejan al descubierto la cara y las manos.

En la entrada este del complejo, los voluntarios reparten comida a los fieles, que la degustan sentados en el suelo.

Cerca de allí, el ministerio de Relaciones Sociales saudí abrió tiendas con masbahas (rosario árabe), sandalias de plástico y otros objetos para los peregrinos.

"El gobierno lo paga todo, desde el alquiler hasta la electricidad, sólo compro la mercancía", explica Hasan, un vendedor de 74 años.

Cada vendedor alaba su mercancía, mientras una mujer africana vende semillas para alimentar a las palomas que revolotean por los patios de la Gran Mezquita.

"Aquí es más barato" que del otro lado de la mezquita, donde abundan los hoteles de cinco estrellas y los centros comerciales de lujo, declara uno de los vendedores, Anu Mohamed.

"Los pobres compran aquí porque del otro lado es para la gente con dinero", añade.

En las inmediaciones, el sistema de aire acondicionado pierde agua y los contenedores de basura rebosan, desprendiendo un olor nauseabundo.

Por el contrario, al sur de la Gran Mezquita, reina la opulencia. Allí se encuentra la torre de La Meca, tercer edificio más alto del mundo, con hoteles y restaurantes de lujo, ascensores impolutos, largos pasillos y hordas de empleados risueños que orientan a los clientes.

"Nuestros clientes pertenecen generalmente a la clase alta y están dispuestos a pagar por más confort", indica un miembro del personal de un establecimiento de lujo que pidió el anonimato.

Una noche en estos palacios cuesta en promedio 1.000 dólares (900 euros) y hay que reservar al menos siete seguidas.

La mayoría de las habitaciones dan a la Kabaa, el edificio en forma de cubo que se levanta en el centro de la Gran Mezquita y hacia el que se orientan los musulmanes para rezar.

Un cliente, Yaser Riad, afirma haber pagado 10.000 dólares (8.900 euros) por su estancia en La Meca con su esposa.

"Aquí estamos cerca de la Gran Mezquita y podemos llegar pronto a la oración", explica este abogado egipcio de 45 años.

"Compramos en el centro comercial, porque fuera hace mucho calor", añade.

Un lujo que no está al alcance de Um Hani, que arrastra los pies bajo un calor sofocante. "Aquí todo es más barato", dice, enseñando las tiendas a buen precio.

Esta egipcia se considera afortunada por haber sido elegida en el proceso de selección anual de peregrinos de su país. Una gran mayoría de los peregrinos extranjeros forman parte de las delegaciones oficiales del hach enviadas por sus países respectivos.

También está satisfecha con su ración de comida, compuesta por "galletas, atún, habas y zumo" que le proponen gratuitamente.

Pese a sus diferencias sociales, que los hábitos no logran enmascarar, los peregrinos se juntan para orar cinco veces al día orientados hacia la Kabaa.

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