En la pequeña iglesia repleta de San José Obrero, que regentan los jesuitas, todos esperaban al papa de pie, cantando y bailando.
Una muchedumbre estaba agolpada en las callejuelas del barrio, a pesar de que la carretera de acceso a la iglesia había sido despejada por las fuerzas de seguridad, muy presentes.
Esta visita debería permitir que el papa Francisco, que siempre ha presentado como una prioridad la solidaridad de la Iglesia con los pobres y los excluidos, haga un llamamiento a favor de la justicia social, el saneamiento del medio ambiente, el final de la exclusión y de la "cultura de los residuos" en uno de los países más corrompidos del mundo.
En el suburbio de Kangemi viven en condiciones miserables más de 100.000 personas.
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