Estos médicos no cuelgan las batas ni en verano: ¿cómo son sus vacaciones?

    • Médicos comprometidos con los más desfavorecidos en lugares en los que hay ni agua potable.
    • Acuden en grupos reducidos a zonas remotas, a veces arriesgando su integridad física, y pasan dos, tres semanas sin apenas salir del quirófano.

Artículo publicado originalmente en la Revista Grazia | Autor: Anabel Herrero | Fotos: Eva Sanz

'Tenemos mucha suerte de haber nacido donde hemos nacido'. La frase es de Tomás Cobo, anestesista y patrono de la Fundación Red de Colegios Médicos Solidarios, y uno de los muchos profesionales sanitarios que saben lo que es sacrificar unas vacaciones (y a veces, parte de su dinero) para marcharse a países en vías de desarrollo a prestar ayuda médica a quienes más lo necesitan.

La solidaridad médica, canalizada a través de asociaciones y ONG, no atraviesa su mejor momento. Entre 2011 y 2012, la cantidad dedicada a fomentar programas en países pobres cayó un 49 por ciento, según datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).

En Cataluña, por ejemplo, los impagos de subvenciones de la Generalitat están provocando que muchas ONG tengan que suspender sus proyectos de cooperación y educación para el desarrollo. La experiencia de Tomás se remonta a su época de estudiante en Inglaterra, país con cuenta una larga tradición en ayuda al desarrollo.

Desde hace años, colabora con la asociación Ruta de la Luz en países como Benín (al oeste de África). Una vez al año, Cobo viaja con varios cirujanos (oftalmólogos, plásticos y estomatólogos) y enfermeras para operar problemas relacionados con la vista, como las cataratas en adultos, pero también labios leporinos en niños, un defecto que les condena directamente al olvido. 'El hecho de operarles es reincorporarles en la sociedad', asegura Cobo.

Su integridad, en riesgo

Profesionales como ellos saben que hay sitios en el planeta en que la población carece de acceso a la sanidad y tiene que atravesar a pie kilómetros y kilómetros de zonas áridas para dar con un médico. Niños repudiados tras quedar mutilados por culpa de las minas antipersona. Padres de familia que dejan sin sustento a los suyos cuando mueren de unas simples hemorroides.

No hay duda de que la salud mundial ha mejorado, pero la brecha entre ricos y pobres, en este ámbito, se mantiene o incluso se icrementa. Esta y otra razones mueven a estos profesionales de la medicina a acudir en grupos reducidos a zonas remotas, a veces arriesgando su integridad física, y pasan dos, tres semanas sin apenas salir del quirófano.

También aportan medicinas y material quirúrgico. O construyen nuevos pabellones en hospitales. Y enseñan nuevas técnicas a los médicos locales. Viven experiencias muy duras: como la de jugar a dioses decidiendo quién muere y quién sobrevive... ¿Pero cuál es la motivación? 'Va en los genes. No hace falta que hayas tenido un declive o una vivencia negativa en tu vida', reflexiona Iván Mañero, que preside la fundación que lleva su nombre.

Para Isabel Vila Rodríguez, cofundadora de Misión y Desarrollo para Goundi, 'cuando eres consciente de que en tu mundo y en ese otro mundo las necesidades son las mismas, con la diferencia de que ellos no han tenido nuestras oportunidades, entonces viene el compromiso y la implicación'. La solidaridad médica con los países en vías de desarrollo no es algo nuevo. En España, nació de manos de asociaciones como Medicus Mundi, fundada en 1963 por un grupo de sanitarios que realizaban tareas de cooperación en los países del Sur.

En estos 50 años, el sector ha evolucionado. La clásica imagen de médico que se marcha unos meses a hacer un voluntariado se ha transformado en la figura del profesional que acompaña en la gestión y la formación, siempre inmerso en el sistema público de salud del país donde va a actuar', explica la responsable de comunicación de la delegación catalana de la ONG, Margarida García.

Eso quiere decir que trabajan junto a los ministerios de salud de turno según sus prioridades. Así es como han ayudado a reforzar la atención primaria, lo que aquí equivaldría a los consultorios, en Guatemala, Ecuador, Perú, Bolivia, República Democrática del Congo, Camerún o Angola, entre otros. peligro, cooperante Con el tiempo, también ha crecido la conciencia de que 'una persona no está sana por el hecho de no tener una enfermedad', como dice Ruth Mañero, directora de la Fundación Iván Mañero; por eso, también promueven la educación o la igualdad.

Esta entidad lo hace con gestos como alfabetizar a mujeres que trabajan en el orfanato y la escuela que ellos gestionan en Guinea-Bissau, además de pagarles un salario; con eso consiguen que su estatus sea lo bastante alto como para salir de la marginación.

Otro ejemplo es el de la central eléctrica de biomasa que quiere poner en marcha Misión y Desarrollo para Goundi. Con ella la población del Chad podrá acceder a la red eléctrica y sacar mayor provecho a sus cultivos.

La profesionalización del personal sanitario es otra de las tendencias en el sector. El caso de Isabel Rodríguez Vila es paradigmático, ya que esta fotógrafa se formó como enfermera para poder asistir a su marido cirujano. Por otra parte, los países emisores de la ayuda cada vez son más exigentes con la titulación de los cooperantes.

Tal y como explica Tomás Cobo, 'hace poco detuvieron en Senegal a dos médicos suecos por un incidente quirúrgico y los metieron en la cárcel'. De ahí que la Fundación Red de Colegios Médicos Solidarios haya creado un Registro de Médicos Cooperantes y expida certificados de idoneidad. 'Realmente, el verano puede convertirse en una situación de riesgo', concluye Cobo.

Anabel Herrera | Revista Grazia
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