¿Proteges demasiado a tu hijo? Claves para aprender a no hacerlo... porque no le ayudas

  • Los niños que no toleran la frustración puede convertirse en adultos infelices e insatisfechos, con dificultades para manejar los inconvenientes de la vida.

    El Colegio de Psicólogos advierte que "intentando evitar a los niños el sufrimiento a toda costa, estamos evitando que se enfrenten a frustraciones cotidianas.

Los niños que no toleran la frustración pueden convertirse en adultos infelices o con problemas de agresividad
Los niños que no toleran la frustración pueden convertirse en adultos infelices o con problemas de agresividad
EUROPA PRESS
M.T.
M.T.

Es uno de los retos de los padres sobreprotectores de hoy. Los pequeños se han convertido en los reyes de la casa. Los niños no toleran la frustración. Los casos de suicidios entre menores aumentan. Es un problema presente y futuro, porque esa falta de recursos para afrontar las dificultades de la vida pueden convertir a los niños y jóvenes de hoy en adultos infelices e insatisfechos, con dificultades para manejar los inconvenientes de la vida, con problemas de agresividad, así como para respetar los límites.

Es importante aprender a manejar las rabietas, porque pueden ir en aumento y transformarse en exigencias o malas palabras

El Colegio de Psicólogos advierte que "intentando evitar a los niños el sufrimiento a toda costa, estamos evitando que se enfrenten a frustraciones cotidianas, que muy probablemente antes o después tendrán que afrontar. Tendemos a sobreprotegerlos y de esta forma estamos limitando su capacidad de aprender, de resolver problemas de forma autónoma e independiente y de enfrentarse a la realidad, retrasando lo inevitable, ya que es poco probable que nunca tengamos ningún problema en la vida".El niño no puede tener todo lo que quiere

"El niño ha de aprender que no puede tener todo lo que quiere", señalan los expertos. Como adultos, tendremos en cuenta la edad, ya que es normal que un menor de tres años responda con una rabieta ante una negativa, pero ante ellas, "debemos ayudarles a manejar su frustración y que sean capaces de expresarla en palabras, entendiendo que una rabieta no es la forma adecuada de conseguir lo que pretenden". De esta forma, aprenden de la herramienta fundamental del diálogo para resolver problemas.El niño pasa a hablar mal, a insultar y más adelante.... a pegar

Pero "si las rabietas no se corrigen pueden mantenerse en el tiempo y transformarse", es decir, "que en un niño de ocho años se traduce en que éste hablará mal y puede llegar a amenazar e insultar a los padres", ha advertido.

En caso de aumentar la exigencia, pueden convertirse en ser niños muy exigentes, que quieren las cosas ya, y que las piden de forma déspota. Pueden desarrollar también un exceso de apego a lo material, no valorando lo que tienen y con un pensamiento bastante rígido, no valorando otras opciones, además de poco tolerantes, ha añadido la psicóloga.Puedes convertir a tu hijo en un adulto frustrado

Con lo que el niño que no aprende a gestionar la frustración, podrá ser en el futuro un adulto con problemas de insatisfacción, "con problemas para respetar límites; además de personas infelices, frustradas, con dificultades para manejar los inconvenientes de la vida desde los más cotidianos a otros más complejos".No hay que quitar a los hijos los problemas de encima

Para incidir en la idea de que no es bueno emocionalmente darles todo y a costa de lo que sea, "no hay que darles todo ni quitarles todos los problemas", los niños "no pueden vivir en una burbuja".

Un niño que siempre consigue todo lo que quiere, puede que se convierta en un adulto descontento con la vida, que no siempre nos da lo que queremos, y pueden pensar que "la vida es muy injusta", señalan los expertos. A veces, los niños aprenden que la rabieta es una forma de conseguir cosas rápido.Cómo enfrentarse a una rabieta

Ante las rabietas, aconseja primero intentar calmar al niño, "el contacto físico cuando son pequeños les ayuda a relajarse, como un abrazo" e insistirle en que "cuando esté tranquilo, se hablará con él y recibirá toda nuestra atención". Una vez que el menor se va relajando, podemos irnos acercando y prestar atención a su comportamiento tranquilo.

Aunque la recomendación por excelencia es hablar con ellos desde pequeños, preguntarles por qué se han enfadado, que sean ellos los que tengan que razonar, y ayudarles en la búsqueda de alternativas, que se le haga pensar el por qué de su enfado y qué alternativas tiene para resolverlo de una forma adecuada.

Hay que ser pacientes, el niño ante una rabieta, --un enojo grande y violento que se muestra con llantos, gritos, gestos o irritación muy visibles--, puede incluso pegar o pegarse, "y tenemos que entender estas rabietas como una forma de exteriorizar el malestar emocional que no saben o no pueden expresar de otra manera".

Hay que ayudarles a que aprendan a gestionar la frustración de la manera adecuada, "a través de la comunicación, cambiando el foco de atención" relajándose, respirando, el fin es que "comprendan que hay más alternativas además de la rabieta".Los niños tienen que ser autónomos y autosuficientes

A su juicio, como forma de prevención de la sobreprotección y las frustraciones, "es fundamental que el pequeño asuma responsabilidades acordes a su edad", que coman solos, que se ensucien, que experimenten, pues "crear dependencia hacia los adultos para hacer cosas que son capaces de hacer ellos, no les viene bien. Hay que dejar que sean autónomos y autosuficientes, fomentar esa independencia, animándolos, por ejemplo, a que se vistan solos", y "premiarles mucho" ayudándoles a tener una sana autoestima.

Al respecto, la psicóloga aclara que premiar es premiar, dar muestras de cariño como un beso, un abrazo, chocar la mano, expresarles lo orgullosos que estamos de ellos "no siempre hay que premiar con juguetes o caprichos, ya que el premio emocional supone más ventajas y es algo en lo que no deberíamos escatimar".Los padres tienen que ser un equipo

También repercute que las pautas de los padres y tutores sean diferentes, "que el estilo de un padre y una madre sea distinto", es un riesgo y es necesario la concordancia entre ambos, "que pongan en común cómo resolver los problemas", es fundamental, ha finalizado, "que los padres vayan en consonancia y trabajen en equipo para la educación de sus hijos".

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