Se había aseado. Tenía su perilla y su bigote perfectamente afeitados. Pero los rebeldes aseguran que le atraparon en las cloacas, en la salida de unas tuberías en las afueras de Sirte cuando trataba de escapar. Como las ratas.
El tirano que creyéndose aún fuerte en su trono de Trípoli no se cansó de repetir que quienes osaban hacerle frente no eran más que ratas había presagiado sin saberlo su irónico final. "Mira quién es la rata ahora", festejaba un ciudadano libio tras la caída de Gadafi este jueves.
El primer ministro del Consejo Nacional de Transición libio (CNT), Mahmud Yibril, ha leído el informe forense ante la prensa: "Llevaron a Gadafi a una cañería de aguas residuales... no opuso ninguna resistencia. Cuando comenzó a moverse, le hirió una bala en su brazo derecho y cuando le pusieron en una camioneta no tenía ninguna otra herida".
El informe continúa: "Cuando el vehículo estaba en ya en marcha, lo atrapó un fuego cruzado entre rebeldes y fuerzas gadafistas y recibió una herida de bala en la cabeza", una versión con la que el CNT se lava las manos en una muerte que la ONU ha pedido investigar.
Quería morir en Libia
El exdictador libio advirtió durante los siete meses que ha durado la guerra que no tenía intención alguna de abandonar su país. Antes prefería morir.
Sirte, su ciudad natal a orillas del Mediterráneo, era el último bastión de peso que les quedaba por conquistar a las milicias del Consejo Nacional de Transición libio. A medio día anunciaron su conquista y los tiros al aire de alegría no se hicieron esperar.
Pero el júbilo fue mucho mayor cuando poco después se enteraron de que además habían capturado a Muamar al Gadafi, el viejo dictador que había dirigido las vidas de los libios durante 42 años.
Unos aviones de la OTAN habían atacado un convoy de vehículos gadafistas y aseguraron en un primer momento que no sabían si el coronel se encontraba en alguno de ellos. Más tarde se confirmó que sí.
La versión oficial del primer ministro del CNT, Mahmud Yibril, sostiene que Gadafi estaba en buen estado de salud y llevaba una pistola, supuestamente de oro.
Lo que sí se sabe, porque lo muestran las imágenes, es que inicialmente le capturaron vivo aunque herido. Su cara desorientada y sus ropas ensangrentadas llenaron las pantallas de televisión. Poco después apareció con un tiro en la sien.
Nadie ha reconocido abiertamente que haya sido ejecutado. Pero la captura del hombre más odiado de Libia sucedió en medio de una muchedumbre descontrolada y cuando su cuerpo llegó a Misrata, los ciudadanos se agolparon para hacer fotos de su trofeo: un hombre de 69 años muerto que no fue capaz de darse cuenta de que sus amadas masas no le querían.
Ha muerto sin juicio. Sin ley. Como las ratas. O peor.
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