Gu Kailai, una "Lady MacBeth china" en el banquillo

  • Inteligente, glamourosa, fría y atractiva: son los adjetivos que han acompañado durante meses a la novelesca figura de la esposa del caído líder comunista Bo Xilai, Gu Kailai, quien mañana se sienta en el banquillo del "juicio chino del siglo" por el presunto asesinato de un empresario británico.

Antonio Broto

Pekín, 8 ago.- Inteligente, glamourosa, fría y atractiva: son los adjetivos que han acompañado durante meses a la novelesca figura de la esposa del caído líder comunista Bo Xilai, Gu Kailai, quien mañana se sienta en el banquillo del "juicio chino del siglo" por el presunto asesinato de un empresario británico.

Apodada "la Jacqueline Kennedy china" antes del escándalo, por ser la esposa de uno de los políticos más carismáticos y ascendentes del régimen, parece que podría acabar como un versión oriental del shakespeariano "Lady MacBeth" si, como todos esperan, es declarada culpable.

Nacida el 15 de noviembre de 1958 en Linyi, localidad de la provincia minera de Shanxi (al oeste de Pekín), Gu es, como su marido, hija de un héroe revolucionario que luchó junto a Mao Zedong durante las guerras contra japoneses y nacionalistas del Kuomintang.

Último vástago de los cinco que tuvo el general Gu Jinsheng, Kailai es un típico ejemplo de la llamada "segunda generación de comunistas" o "príncipes", que evitaron los duros primeros años de lucha y, en un ambiente privilegiado, cultivaron una personalidad ambiciosa y sagaz para la política más que para la guerra.

Gu se inclinaría sin embargo por la carrera jurídica, aunque antes sufriría junto a su familia, como otras en el poder, el caos de la Revolución Cultural, que en su caso le obligó a trabajar con apenas 10 años en una carnicería y en una factoría textil.

Tras la muerte de Mao, y ya en los 80, Gu fue enviada a estudiar leyes al mejor campus de China para las letras, el de la Universidad de Pekín, época en la que conoció a Bo Xilai, ya entonces un joven político comunista con cargos provinciales en Liaoning (provincia del noreste del país).

Gu, que conoció a Bo en un viaje cultural de la universidad a Liaoning, se casó con él tres años después, en 1987, el mismo año en el que ella comenzaba a trabajar como abogada.

Ayudada por su carácter fuerte y avispado, y tal vez beneficiada por su matrimonio con un político de personalidad igualmente ambiciosa, Gu fue progresando en la abogacía hasta que en 1995 fundó su propio bufete de abogados, que protagonizó importantes casos de renombre en la jurisprudencia china.

El más importante, y que le dio a conocer allende las fronteras, fue uno en el que Gu -que habla inglés fluido- defendió a varias empresas de Liaoning implicadas en una disputa en Mobile (Alabama, Estados Unidos), que se decidió a favor de las compañías chinas y dio fama a Gu.

Tanta, que la letrada escribió más tarde un libro llamado "Ganar un caso en EEUU", donde contaba su exitosa experiencia ante unos tribunales foráneos y aprovechaba para elogiar el sistema de China, del que destacaba, curiosamente, lo rápido que era sentenciando casos de asesinato, frente a la lentitud americana.

Poco se imaginaba Gu que dos décadas después iba a probar esa "eficiencia", cuando mañana comience un juicio que, según los expertos, durará apenas un día, dos a lo sumo, y en el que salvo sorpresa la culpabilidad está ya escrita: "los hechos son irrefutables", decía al respecto la prensa oficial, hace unos días.

Gu está acusada de haber asesinado junto a su asistente Zhang Xiaojun, con veneno, al empresario británico Neil Heywood, un amigo de la familia desde que Bo Xilai era alto cargo en Liaoning pero que, debido a un "conflicto económico", acabó enfrentado con la abogada y su hijo, Bo Guagua, actualmente estudiante y casi refugiado en EEUU.

Según los relatos del caso, Heywood llegó a amenazar a Gu con poner en peligro la vida de Bo Guagua, por lo que espera que la acusada utilice el recurso de la defensa de una madre a su hijo para intentar reducir la sentencia.

La sentencia, en el peor de los casos podría ser a muerte (quizá suspendida por dos años, por lo que se podría conmutar a cadena perpetua) y en el mejor, a 15 años.

Gu, sin quererlo, se ha convertido en un espinoso asunto para el régimen comunista, por su matrimonio con uno de los que estaban llamados a gobernar China tras el relevo de la cúpula comunista de octubre, y por las ramificaciones europeas -británicas- de un caso que, no por casualidad, se celebra cuando el Reino Unido se encuentra inmerso en unas Olimpiadas.

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