Hogueras, rezos y bailes iluminan Israel en la festividad de Lag Baomer

  • La luz de miles de hogueras se mezcla hoy en Israel con rezos, música y bailes por la tradicional fiesta religiosa de Lag Baomer, en la que los judíos ultraortodoxos cortan el pelo a sus hijos por primera vez para hacerles tirabuzones.

Antonio Pita

Jerusalén, 10 may.- La luz de miles de hogueras se mezcla hoy en Israel con rezos, música y bailes por la tradicional fiesta religiosa de Lag Baomer, en la que los judíos ultraortodoxos cortan el pelo a sus hijos por primera vez para hacerles tirabuzones.

El centro de la celebración se sitúa en el Monte Merón, junto a Safed, la ciudad de la Galilea vivero de la Cábala, interpretación mística del judaísmo, pero los fuegos y festejos se extienden por todo el país, incluso entre los seculares.

Desde el ocaso del miércoles hasta la caída del sol hoy, subirán al Merón más de medio millón de ultraortodoxos, nacionalistas religiosos y seculares curiosos en una jornada que conmemora dos efemérides.

La primera es la muerte de Shimón Bar Yojai, un importante rabino del siglo I de la era cristiana al que se atribuye la autoría del Zohar, la obra clave de la Cábala, si bien los académicos creen que en realidad la escribió el filósofo sefardí Moisés de León.

La segunda que, según el Talmud, la fecha marca el fin de una plaga divina que mató a 24.000 alumnos del rabino Akiva, del que Bar Yojai era el principal discípulo y uno de los únicos cinco que sobrevivió.

Los festejos son masivos, aunque muchos optan por ahorrarse las horas de viaje, atascos y aglomeraciones del Merón.

En Jerusalén, las calles de los barrios religiosos se llenan de ritmos y hogueras, y cientos de ultraortodoxos se concentran en la tumba de Simón el Justo, en el barrio palestino de Sheij Yarrah, en torno al que los colonos han establecido un asentamiento.

Junto al sepulcro, jóvenes y ancianos rezan y estudian los textos sagrados, mientras en el patio exterior los hombres beben agua o zumo de frambuesa y danzan al son de una especie de música tipo "dance" mística en hebreo y yidish que repite como un mantra el nombre de Bar Yojai.

Las mujeres les observan desde la distancia a través de las vallas, ya que la separación entre sexos se aplica desde la entrada, en línea con la ortodoxia judía.

Para Itzik Ablin, ultraortodoxo de 38 años y padre de siete hijos, Lag Baomer tiene un significado especial.

"Rezar o respetar el shabat no tiene sentido si se como un autómata. Bar Yojai nos enseñó a descubrir los secretos que oculta la Torá y entender los motivos de lo que hacemos", afirma.

Ablin sonríe ampliamente mientras corta unos cuantos mechones con una tijera a Eske, uno de los niños que, al cumplir tres años, pasa en Lag Baomer a lucir "peot", las largas patillas que caracterizan a los más observantes.

"Aquí y en esta jornada hacemos peot cada año a 500 pequeños", explica Guishka, una profesora madre de doce hijos, algunos de los cuales corretean por una sala con comida y refrescos en la que los niños pasan por este rito iniciático llamado "jalake".

Algunos no han subido al Merón porque al día siguiente se casa una familiar. Otros, como Ami, colono con pistola al cinto y la característica kipá bordada de los nacionalistas religiosos, alternan Galilea y Jerusalén como lugar de festejo.

Al joven Yosef, su yeshivá, el centro de estudios religiosos al que dedica la vida, le ha prohibido directamente desplazarse hasta el Merón.

"El aprendizaje de la Torá es más importante. No podemos perder tiempo en el viaje", argumenta.

Las miradas se centran en Yaakov Halperin, concejal ultraortodoxo en el Ayuntamiento de Jerusalén, que no duda en dar una interpretación política al polémico lugar de la celebración.

"Festejar Lag Baomer aquí tiene una importancia nacional porque este sitio estaba en manos de los árabes y se lo hemos devuelto a quien le pertenece. Gracias a Dios, hay judíos que están comprando casas y redimiendo el lugar", argumenta.

A un par de manzanas, en Mea Shearim, el barrio histórico ultraortodoxo, una hoguera que alcanza varios metros de altura ilumina un concierto de músicos jasídicos, a cuyo son bailan decenas de levitas y gabanes satinados.

El rabino jefe manda parar la música para subastar flechas por cantidades que oscilan entre los 200 a los 1.000 shekels (40 a 200 euros) en beneficio de las yeshivot.

Al nombre de los patriarcas bíblicos, las lanza una a una con un arco, otra costumbre de Lag Baomer, basada en la exégesis bíblica de que las virtudes de Shimón Bar Yojai protegieron a toda una generación de ver el arcoiris, que simboliza la promesa divina hecha tras el diluvio universal de no destruir nunca la Tierra.

En hebreo, la palabra "keshet" significa tanto arco como arcoiris, de ahí la tradición.

Pese a su carácter religioso, la fecha también se ha convertido para muchos seculares en una excusa para encender fuegos o barbacoas al aire libre.

Como curiosidad, el Ayuntamiento de Ranaana, al norte de Tel Aviv, ha decidido frenar el impacto medioambiental de esta práctica con la limitación del número de hogueras a una por colegio, en vez de una por aula, como es habitual.

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