La interminable agonía de los familiares en los hospitales de Niza

Con el paseo de los Ingleses convertido en lugar de homenaje a las víctimas, el drama se ha trasladado a los hospitales de Niza, donde decenas de personas esperan noticias de los suyos, como Tahar Mejri, que este sábado supo que perdió a su hijo de 4 años.

En el hospital infantil de Lenval ingresaron 30 niños el jueves por la noche, el más pequeño de sólo seis meses. Tres médicos y tres psicólogos se ocupan de las más de 50 familias que aguardan noticias.

Entre ellos Mejri, de 39 años, cuyo hijo Kyllian no había sido encontrado: "He llamado a todo el mundo; comisarías, hospitales y en Facebook, pero no encuentro a mi hijo. Hace casi 48 horas que busco. Mi mujer está muerta, ¿mi hijo dónde?".

La noche del jueves la familia se había dividido. Él estaba con sus amigos en la playa de Carras, cerca de la parte antigua de la ciudad, mientras que su mujer y su hijo fueron al paseo de los Ingleses, donde Mohamed Lahouaiej-Bouhlel atropelló con un camión a decenas de personas. Según el balance provisional hay 84 muertos, entre ellos 10 niños o adolescentes.

"No tengo batería, no te preocupes, acabo de encontrar a las amigas, los niños esperan los fuegos artificales", fue el último mensaje que recibió de su esposa.

Se llamaba Olfa Khalfallah, de nacionalidad tunecina y nacida en 1985. Junto a su cuerpo apareció el patinete del pequeño.

Un par de horas después de visitar Lenval, Mejri explota de dolor a la salida del hospital Pasteur, donde también hay varios niños ingresados. Los médicos acababan de anunciarle la muerte del pequeño, tras contrastar las muestras de ADN.

"¡Los dos, los dos!", clama al cielo con los brazos levantados mientras sus familiares intentan tranquilizarlo.

Tampoco consiguen apaciguarlo los voluntarios del grupo de psicólogos instalado desde la madrugada del viernes en el hospital. Camina como puede hasta su coche, en el que había colocado una fotografía de Kyllian en la ventana delantera, por si alguien le podía dar alguna pista.

Los gritos de rabia de Mejri habían roto la calma de una mañana silenciosa pero llena de movimiento en el hospital Pasteur, menos de dos días después del caos que supuso recibir 202 heridos, con 53 urgencias absolutas.

Por un lado periodistas de todo el mundo aguardando algún testimonio y a unos 50 metros los familiares de las víctimas y otros afectados por el estrés del atentado acuden en busca de ayuda psicológica a un moderno edificio de piedra y forma redonda.

De repente sale de la zona de urgencias un hombre mayor con serias dificultades para caminar y la cara llena de heridas. Acierta a sentarse en una parada de autobús.

"Muy mal, demasiado mal, no hay palabras", balbucea entre lágrimas antes de que un grupo de enfermeros se acerque y lo ayude a entrar de nuevo en el hospital.

A la célula psicológica se dirige Inès, una estudiante de 21 años que vive en Niza y que vivió el atentado muy cerca.

"Intenté ayudar a la gente, pero luego eché a correr. Dejé a esa gente allí, fue difícil, vi cosas que no sé cómo explicar", dice todavía temblando.

"No puedo continuar mi vida como si nada hubiera pasado. Tengo que estar aquí y hablar antes de seguir. Por ahora no puedo mirar mi teléfono móvil, espero que mis amigos estén bien", añade la joven con la voz entrecortada.

Última parada de la línea 1 del tranvía Niza, el Pasteur también recibe a mucha gente que viene a donar sangre desde la madrugada del viernes.

"Vengan a ayudar a nuestros hermanos inocentes; donar sangre, apoyar a las familias, comida y pañales para los bebés. Todos junto contra los locos", señalan varios carteles escritos a mano en las inmediaciones del hospital.

pm/avl

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