La agonía de las montañas

  • Isabel Martínez Pita.

Isabel Martínez Pita.

Madrid, 11 dic.- Hoy se celebra el Día Mundial de las Montañas, esas grandes moles de piedra o arena que crean fronteras, retienen el viento y las nubes, y en ocasiones incitan al ser humano a superarlas, pero también sufren las consecuencias del cambio climático.

Montañas y tierras altas constituyen cerca del 20 por ciento de la superficie terrestre y proporcionan buena parte del agua necesaria para la vida, puesto que almacenan grandes volúmenes en forma de hielo -más del 90 por ciento- y también aportan, durante las estaciones de deshielo el agua que necesitan los ríos.

Pero la contaminación y los efectos del cambio climático han causado perjuicios que comienzan a afectar, no sólo a las montañas, sino a las poblaciones que dependen de la biodiversidad que ellas proporcionan.

Para el investigador del Departamento de Biodiversidad y Biología Evolutiva del Museo de Ciencias Naturales de Madrid, Rafael Araujo, las montañas tienen mucho interés desde el punto de vista de la naturaleza y de los recursos humanos, así como de los servicios ecosistémicos".

"Los ciclos del agua y de la atmósfera, en gran medida, se depuran en la montaña y, por supuesto, también una gran parte de los alimentos se originan en ellas. Esa es la base sobre la que hacer el análisis que nos impele el Día Internacional de las Montañas", señaló Araujo.

La variedad y la posibilidad agrícola que ofrecen las montañas han hecho de ellas hábitats imprescindibles. Pero las transformaciones sociales han provocado que el ser humano abandone los lugares tradicionalmente habitados, y las tareas propias del campo, como la ganadería y la agricultura.

El investigador español explicó a EFEverde que la montaña tradicionalmente ha actuado como un reservorio, como una reserva de muchos de los recursos humanos y también como una reserva de la propia humanidad.

"Pero en las últimas décadas -dijo- esta situación se ha transformado y el cambio global ha ocasionado una pérdida de recursos que, durante mucho tiempo, han surgido de la interacción del hombre con el medio en la montaña".

Para el investigador del Museo de Ciencias Naturales de Madrid, el cambio global en cuanto a la conservación del hábitat y de especies se traduce en una pérdida de heterogeneidad en la montaña, que se traduce en una pérdida de biodiversidad de seres vivos, comunidades de hábitats y también de paisajes.

Cualquier cambio que acontece en las montañas de nuestro planeta multiplica sus consecuencias. En cuanto a la biodiversidad, tres cuartas partes de ella se encuentra en las montañas y, quizás, cerca de la mitad de esta diversidad está relacionada con los usos humanos tradicionales.

"Al desaparecer esos usos humanos, esta diversidad sufre las consecuencias, en las especies, los hábitats y también los paisajes", advirtió Araujo.

A pesar de todo ello, la actividad humana tradicional en las montañas esquilmó recursos y transformó el paisaje, pero se encontraba dentro de los ciclos naturales de la reciprocidad entre los seres humanos y la naturaleza. "En la actualidad sufrimos la degradación de los valores ambientales", agregó el investigador.

Y a otro nivel, hay que tener en cuenta que si los paisajes son intervenidos por el ser humano, al desaparecer éste y perderse su intervención, se produce una degradación de esos paisajes.

El investigador cree que en el futuro deberíamos tratar de evitar que se perdiera esta cultura adaptativa a la montaña.

"La gente urbana requiere la naturaleza para su disfrute, porque es una necesidad de nuestra especie volver a contemplar sus orígenes. Pero hay que ser conscientes de que lo que nos produce satisfacción en su observación tiene detrás la impronta, la huella de esta actividad humana ancestral", concluyó Rafael Araujo.

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