La esperanza habla español en un barrio deprimido de Nairobi

  • Hace más de treinta años, el español Andrés Olea decidió cambiar su Granada natal por las favelas de Nairobi, donde abrió un centro de formación profesional que ha devuelto la esperanza a miles de jóvenes atrapados en la pobreza.

Pedro Alonso

Nairobi, 26 abr.- Hace más de treinta años, el español Andrés Olea decidió cambiar su Granada natal por las favelas de Nairobi, donde abrió un centro de formación profesional que ha devuelto la esperanza a miles de jóvenes atrapados en la pobreza.

"Cuando vine aquí en el año 1980, no sabía nada de inglés", rememora Olea, quien se trasladó a Kenia "no de safari", sino a trabajar de administrativo en el colegio Strathmore School de la capital keniana, porque entonces "en España había mucho desempleo".

Licenciado en Historia, este granadino, de 60 años, se ha integrado tanto en el país africano, que ha obtenido la nacionalidad keniana ("Por comodidad, no porque no me sienta español", apostilla) y ha aprendido hasta el idioma swahili.

Después de tantos años fuera de la ciudad de Granada, Olea mantiene todavía un ligero acento "granaíno" y guarda "recuerdos entrañables" de su tierra, como "los paseos alrededor de la Catedral y, por supuesto, la Alhambra".

En Nairobi, este "muzungu" (como llaman en varias lenguas africanas al hombre blanco) se radicó en Eastlands, la "zona de los negros" durante la época colonial, cuando los británicos dividieron la capital en distritos a partir de la segregación racial.

Alrededor de un millón de personas vive en Eastlands, un barrio variopinto que acoge extensas favelas, alguna urbanización aislada de una incipiente clase media y el polígono industrial de Nairobi.

En sus polvorientas calles salpicadas de casuchas y transitadas por ruidosos "matatus" (las populares furgonetas del transporte público), un hormigueo humano se desliza cada día entre tenderetes de venta de alimentos y ropa "mitumba" (de segunda mano) que aportan a muchas familias "50 euros al mes como máximo", según Olea.

"La vida es muy dura. Con 50 euros puedes comer muy poquito", subraya el "mzungu" de Granada, quien destaca que el "75 por ciento de la juventud no tiene empleo" en Eastlands como resultado, a menudo, del fracaso escolar.

Según el benefactor español, "de los 700.000 chavales que terminan la educación primaria (en Kenia al año), solamente 40.000 van a la universidad. El resto se queda sin hacer nada".

En Eastlands, prosigue, "eso lleva a la droga, al robo y a la prostitución" a una juventud sin "ninguna esperanza de vida".

Para atajar ese drama, vio la luz en 2003 el Proyecto Eastlands, del que Olea es gerente, quien alquiló en el barrio una "casita", habitada antaño por dos familias, para crear el Instituto de Negocios del Sector Informal (ISBI, en sus siglas inglesas).

Promovido por la fundación Strathmore Educational Trust, el ISBI ha formado en una década a unos 5.000 muchachos de 17 ó 18 años -muchos de ellos hijos de madres solteras- con cursos subvencionados de informática, electrónica, contabilidad o dirección de empresa.

Se trata de un "máster de la calle" que capacita a los jóvenes para dirigir sus negocios en el sector informal de los tenderetes, que representa -según el Instituto de Asuntos Económicos de Kenia- casi el 34,5 por ciento del producto interior bruto (PIB) del país.

La "casita", de seis habitaciones, alberga un aula con capacidad para 60 alumnos y varias salas de estudio con ordenadores donde los chicos "llevan una vida mejor que en sus casas", explica a Efe el director del ISBI, el keniano Bernard Nderitu.

"Es un centro pequeñito", apunta en un perfecto español el director, aunque "los chicos se pierden" en el inmueble porque suelen vivir en un solo habitáculo con "toda la familia".

Tras reconvertir la "casita" en una escuela, aclara Nderitu, "la cocina es ahora la biblioteca", que aún conserva, junto a una mesa de estudio, la antigua pila de fregar con su correspondiente grifo.

Algunos jóvenes beneficiados por los cursos de formación profesional vuelven más tarde al centro como profesores y sirven de inspiración a otros estudiantes que quieren labrarse un porvenir.

Es el caso de Paul Wamoka, de 24 años, quien estudió informática en el ISBI: "Quería ser periodista -relata con cierta frustración-, pero no pude ir a la universidad. Tuve que hacer otra cosa".

Con todo, "he tenido mucha suerte, porque hay muchos chicos ahí fuera sin nada que hacer", agrega Wamoka, un aficionado al fútbol que confiesa su admiración por el equipo español del Barcelona, del que destaca al argentino Lionel Messi como su "jugador favorito".

De hecho, el Proyecto Eastlands acoge también una escuela de fútbol que cuenta con respaldo del club español Atlético de Madrid, pues, según Olea, el "deporte rey" constituye un efectivo imán para atraer a las clases a muchachos de los poblados chabolistas.

Tras el éxito del ISBI, el Proyecto Eastlands ha adquirido en el barrio una parcela para construir unos 7.000 metros cuadrados de edificios del llamado Colegio de Tecnología de Eastlands, que oficializará la formación profesional con un título académico.

El plan cuesta unos siete millones de euros y obligará al "muzungo" de Granada a viajar como un "mendigo internacional" -según bromea él mismo- para conseguir financiación en países como España, donde la crisis económica "ha secado casi totalmente" los donativos.

Entretanto, añade Olea, muchos kenianos seguirán aguantando su propia crisis, que "consiste en sobrevivir cada día".

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