La FIL ofrece a los niños un día de ensueño para escapar del tedio escolar

  • Las tediosas e interminables clases del colegio son reemplazadas cada día con cánticos, juegos y lecturas dedicadas a los más pequeños en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL).

Mariana González

Guadalajara, 29 nov.- Las tediosas e interminables clases del colegio son reemplazadas cada día con cánticos, juegos y lecturas dedicadas a los más pequeños en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL).

Cada jornada, miles de pequeños y adolescentes aterrizan en la FIL Niños, el espacio destinado a los lectores con más futuro, para sumarse a la fiesta de la lectura, donde lo único que está prohibido es permanecer pasivo.

En el espacio infantil de la FIL no hay deberes, ni muros planos y blancos, mucho menos ecuaciones matemáticas indescifrables. Todo ello es reemplazado por personajes extraños y conmovedores, y por actividades que ponen en movimiento las manos, el pensamiento y la imaginación.

El coche de papá y los autobuses escolares que llegan hasta las instalaciones de la Expo Guadalajara, sede de la FIL, que este año cumple 25 años, se convierten en una especie de nave intergaláctica que transporta a los pequeños a un mundo alterno.

Apenas llegan, y la emoción sale incontenible. Brincos, gritos. Un joven grita fuerte "El grupo B, acá. Su taller es el número 5", sin lograr poner orden en el caos que generan las emociones de la jornada en la entrada de FIL Niños.

"¡Formaditos! No corran. ¡Por acá, no se separen de su compañero!", indica una estresada profesora a su grupo, que se distrae con la estatua viviente con un largo velo amarillo que los ve pasar por cientos, inamovible.

Como en una dulcería, las vistosas portadas de libros en la vitrina invitan a acercarse, a tocar, a devorar, pero el menú es igual de tentador en los pasillos interiores del recinto: 18 talleres para todas las edades encierran diversas maneras de formas de viajar y de echar a volar la imaginación con un libro.

¿Cuál elegir? ¿El del príncipe o a la chica de túnica roja? ¿El changüito (mono) tímido o el que tiene aspecto de ser una tienda?, se preguntan los chavales.

La maestra de Jesús Valadez, un alumno del preescolar "José Parres", se tomó la libertad de elegir el taller en el que "Willy", un mono que quiere que los gorilas dejen de molestarlo. Y dio en el clavo, sin saber la afición del chico por esos animales recreados en las historias del británico Anthony Browne, una figura destacada este año.

Jesús, "Chuy", parece haber escuchado la historia de Browne cientos de veces y no deja de cantar esa melodía que cuenta que "los changos no usan corbatas porque los más chicos se la atan en las patas ¡Lalalá!".

Le gusta tanto, que a sus cinco años quiere acelerar y aprender a leer de una vez para gozar de la historia de su amigo una y otra vez.

"Me gustan mucho los cuentos porque me hablan historias de changos", dice el pequeño, quien lleva consigo un obsequio que el programa FILantropía le entregó por venir de una de la escuelas de bajos recursos de la comarca.

Estimulados por los talleristas, los gritos de los niños invaden los pasillos e interrumpen la charla de los papás y los maestros que les acompañan.

Otros adultos ni se inmutan, sumergidos en las pequeñas bibliotecas del recinto, donde hojean textos que los trasladan a su más lejana infancia, sentados en el piso.

Por la tarde, el territorio de la inocencia de la FIL pasa a ser un pandemonio. Imposible caminar sin toparse con adultos indecisos o niños que se aferran a los libros como trofeos, tenaces hasta que papá o mamá sacan la billetera para comprárselos.

Con el paso de los días las cifras crecen, hasta llegar, como en 2010, a 140.000 visitantes circulando por esas angostas calles de la FIL de Guadalajara.

Todos saben que son nueve días para que los grandes se vuelvan chicos y los más pequeños se conviertan en gigantes con la imaginación y los sueños desatados.

Y es que la FIL Niños es uno de los capítulos más exitosos y esperados de la feria mexicana cada año, un lugar para escapar de la rutina, de la escuela, del trabajo y, en el fondo, del mundo real.

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