La "pequeña Holanda" presume de su "reina argentina"

  • La holandesa Ida van Mastrigt nunca pensó que llegaría a ver a una argentina sentada en el trono de los Países Bajos y que, como cónsul de la "pequeña Holanda", le tocaría celebrarlo por todo lo alto en plena provincia de Buenos Aires.

Mar Marín

Buenos Aires, 28 abr.- La holandesa Ida van Mastrigt nunca pensó que llegaría a ver a una argentina sentada en el trono de los Países Bajos y que, como cónsul de la "pequeña Holanda", le tocaría celebrarlo por todo lo alto en plena provincia de Buenos Aires.

"¡Una reina argentina! es un orgullo", asegura esta holandesa nacida en Indonesia y argentina de adopción, toda una institución en Tres Arroyos, la primera colonia holandesa en Argentina, conocida como "la pequeña Holanda", pese a que hoy sólo 240 de sus 46.000 habitantes son holandeses.

Por este terruño argentino, ubicado unos 500 kilómetros al sur de Buenos Aires, pasó en 2006 la reina Beatriz, acompaña de su hijo Guillermo Alejandro, y de su nuera, Máxima Zorreguieta, que el martes se convertirá en reina consorte de Holanda.

En aquella ocasión, recuerda Ida en una entrevista con Efe, "muchos lloraban de la emoción porque pudimos hablar con la reina frente a frente.. fue un día que no se le olvida a nadie en Tres Arroyos".

El impacto que causó Máxima entre los vecinos fue todavía mayor: "La aman a Máxima, es una chica muy inteligente, muy carismática, habla el holandés perfecto. Casi es más popular que la reina Beatriz", continúa Ida, que planea viajar a Buenos Aires para seguir en directo la ceremonia de investidura de la pareja real en los actos organizados por la embajada de los Países Bajos.

Ida es, también, la protagonista de la novela "Atardeceres argentinos", sobre la aventura de su padre, Marinus Van Mastrigt, que viajó de Holanda a Indonesia en bicicleta en 1937 y regresó con dos hijas, quienes, con el paso del tiempo, darían el salto a América y terminarían radicándose en Argentina.

"Fui una de las últimas holandesas en llegar, en los años 50. Hace medio siglo que no viene ningún inmigrante holandés, y la comunidad originaria se ha quedado pequeña. Aunque son muchos los que hablan flamenco, esto se va a terminar", admite Ida, de 73 años.

"Ya apenas se mantienen costumbres holandesas", reconoce, pese a que Tres Arroyos cuenta con un colegio holandés -fundado en 1913-, una cooperativa agrícola holandesa creada en los años 30, un cementerio para la comunidad y una iglesia propia, la Iglesia Reformada de Tres Arroyos, fundada en 1908.

La primera oleada de emigrantes holandeses que se afincó en esta localidad de la provincia de Buenos Aires llegó hacia 1890 y se volcó en el trabajo de los llamados "campos de colonización".

"La colonia de holandeses sufrió mucho la adaptación a la cultura criolla por la dificultad de comunicarse", explica Carlos Arnoldo Groenenberg, descendiente de holandeses y director del diario "la Voz del Pueblo" de Tres Arroyos.

Las dificultades, continúa, "llevaron a los colonos a cerrarse en un grupo eremítico que costó dos generaciones romper", y no fue hasta la tercera, la generación de los nietos, cuando se relajó el cerco y la colonia se abrió a matrimonios con miembros de otras colectividades.

Pero la ciudad, hoy conocida por su actividad agrícola y ganadera, no sólo fue un hogar para la colonia holandesa, sino que acogió a las más distintas comunidades durante el "boom" migratorio, entre finales del siglo XIX y principios del XX.

No es de extrañar entonces que el día del emigrante, el 4 de septiembre, en la localidad se levanten las banderas de sus principales colectividades: italianos, españoles, daneses, holandeses, franceses, sirios, libaneses y judíos.

Es, además, la única jornada en la que los holandeses recuperan algunas de sus tradiciones, visten a sus niños con trajes típicos y celebran con quesos y tortas.

"Dentro de 10 o 20 años sólo van a quedar de los holandeses las cabezas rubias y los ojos celestes", lamenta Ida van Mastrigt.

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