La Semana Santa de Sevilla, una consagración de la primavera

  • Si el tiempo no lo impide, mañana a mediodía saldrá la cofradía de La Borriquita de la Basílica del Salvador, abriendo la Semana Santa de Sevilla, una celebración que aúna la devoción y el fervor con la alegría de la fiesta, en una particular consagración de la primavera.

Alfredo Valenzuela

Sevilla, 23 mar.- Si el tiempo no lo impide, mañana a mediodía saldrá la cofradía de La Borriquita de la Basílica del Salvador, abriendo la Semana Santa de Sevilla, una celebración que aúna la devoción y el fervor con la alegría de la fiesta, en una particular consagración de la primavera.

Los sevillanos llevan varios días mirando al cielo y no precisamente por devoción, sino por miedo a que una inoportuna borrasca les pase por agua ese momento que ellos saben llenar de magia y para el que han estado trabajando buena parte del año -en la ciudad hay comercios especializados en Semana Santa, y solo la industria del capirote debe sostener varios puestos de trabajo-.

De hecho "tonto de capirote" es más un halago que un insulto en una ciudad en la que la lluvia es la peor amenaza del valioso patrimonio de las cofradías, algunas de las cuales sacan en procesión auténticas joyas de la imaginería barroca, debidas a las manos de Martínez Montañés o Juan de Mesa, escultores que tienen su propia estatua en las plazas de Sevilla.

El enorme casco antiguo de Sevilla, desde el Arco de la Macarena hasta el Puente de Triana, es literalmente tomado por un ejército cofrade integrado por casi 60.000 nazarenos, integrados en 58 cofradías, desde unas tan rigurosas que solo llevan música de capilla interpretada por un cuarteto a otras tan bullicios que se acompañan de piropos más propios del carnaval que de la cuaresma.

Las laberínticas callejuelas del centro histórico de la ciudad compartirán el olor a incienso con el aroma del azahar de los naranjos para ver pasar a cofradías centenarias que parten de templos mudéjares a las hermandades jóvenes que llegan desde barrios apartados y que pasan bajo muchos semáforos transcurren por muchas rotondas antes de llegar a la Catedral.

La Macarena, La Esperanza de Triana, Jesús del Gran Poder, Los Gitanos, el Silencio y El Calvario saldrán en la "Madrugá", el Cachorro el viernes, el Cristo del Museo el lunes; el de la Buena Muerte de los Estudiantes el martes, todos ellos sobre el cuello de los costaleros, los otros protagonistas de la fiesta, embutidos en sus fajas riñoneras y tocados por sus costales.

La Semana Santa en Sevilla dura más de siete días, puesto que, sin contar las celebraciones previas --ecorridos procesionales de cofradías aspirantes a desfilar por la carrera oficial- o el mismo pregón, pronunciado el domingo previo al de Ramos, las procesiones se alargan desde el Domingo de Ramos, uno de los días grandes de la celebración, hasta la Madrugada del Domingo de Resurrección.

Ese último domingo, de madrugada también, saldrá en procesión El Resucitado, una de las cofradías de menor seguimiento popular, quizás no tanto por su horario de madrugada como por que supone el fin de las celebraciones: El lunes siguiente muchos bares de Sevilla pondrán a cero la cuenta atrás en un tablón que indicará: "Faltan 357 días para la Semana Santa".

Además de una imaginería y una orfebrería propias, la Semana Santa de Sevilla ha acuñado su particular diccionario, con términos como "procesionar", verbo que los sevillanos conjugan por activa, por pasiva e incluso en subjuntivo, y un estilo literario retórico y marcado igualmente por el barroco según el cual esta semana en Sevilla "se detiene el tiempo".

En efecto se detienen el tiempo y otras cosas, como el tráfico en todo el centro histórico por las tardes, y hasta el tranvía o 'metrocentro', una parada antes de su término, ya que la peatonalizada Avenida de la Constitución, la principal arteria del centro de la ciudad, forma parte de la carrera oficial, ocupada por decenas de miles de sillas, al igual que la calle Sierpes, la Campana y la Plaza de San Francisco, donde cada año se erige el efímero anfiteatro de los palcos.

Hay dos maneras de ver la semana Santa, sentado en una de esas sillas y, la más popular, integrándose en lo que los teóricos e la Semana Santa llaman "la cultura de la bulla", saliendo al paso de los 'pasos' en vez de esperar que pasen, ya que todo el cortejo de una sola cofradía puede tardar varias horas en transitar por un punto.

La legendaria "cultura de la bulla" falló en la 'Madrugá' del año 2000, cuando las procesiones se vieron interrumpidas por una espontánea ola de pánico, en prevención de la cual se contará con un dispositivo de casi cinco mil agentes entre policial locales, nacionales y guardias civiles, en unos días en los que se esperan 690.000 desplazamientos hacia Sevilla.

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