Los ocho casos en los que EEUU ejecutó al inductor o al cómplice y no al asesino

  • Teresa Lewis ha sido la primera mujer ejecutada en el estado de Virginia desde 1912. Acusada de ser la ideóloga de un plan criminal para matar a su marido y a su hijastro, ha sido ajusticiada mientras los autores materiales fueron condenados a cadena perpetua. Te enseñamos otros casos similares.
Imagen de Teresa Lewis - EFE
Imagen de Teresa Lewis - EFE
EFE
Juan F. Cía | Sarah Potts

Teresa Lewis. Una inyección letal ha acabado con la vida de esta mujer de 41 años acusada de idear un plan para asesinar a su marido y su hijastro en 2002 en Virginia. Ni su bajo coeficiente intelectual, cercano al límite con retraso mental, ni su trastorno de personalidad dependiente, ni su adicción a los analgésicos evitaron su condena a muerte. La justicia de EEUU la ha ejecutado a ella, pero concedió cadena perpetua a los autores materiales del crimen. Hay otros ocho casos en los que sucedió lo mismo con inductores o cómplices.

La noche del 30 de octubre de 2002, víspera de Halloween, Matthew Shallenberger y Rodney Fuller entraron en la caravana familiar apostada en una zona rural de Danville y asesinaron a tiros a Julián, marido de Teresa, y a su hijastro, un joven reservista de la Guardia Nacional. Durante la investigación, los agentes presionaron a Teresa hasta que ésta reconoció que conocía a los asesinos y que Shallenberger y Fuller hicieron el trabajo sucio para repartirse los 200.000 euros del seguro de vida del hijastro.

Shallenberger y Fuller se declararon culpables de los asesinatos y obtuvieron cadena perpetua. Lewis hizo lo mismo y fue condenada a muerte. La justicia de EEUU la consideraba tan culpable o, incluso más, que los propios autores materiales.

Inductores ejecutados; asesinos en prisión

Larry Gene Heath, Robert Black Jr., David Fisher, Marilyn Plantz, Doyle Skillern, Steven Hatch y Robert Thompson también pasarán como Lewis a la historia de la justicia estadounidense por haber sido ejecutados como inductores o cómplices de un crimen, mientras que los verdaderos asesinos evitaron la pena capital.

Los cuatro primeros condenados fueron ajusticiados por su papel como ideólogos de un plan para acabar con la vida de un familiar o un conocido por un móvil probado, normalmente económico. En algún momento, contrataron o convencieron a una tercera persona para cometer un asesinato. Larry Gene Heath fue ejecutado en la silla eléctrica en Alabama el 21 de marzo de 1992, después de que ordenara el asesinato de su mujer Rebeca.

El caso de Heath es muy especial. En 1981, el acusado viajó desde Alabama hasta Georgia para reunirse con dos sicarios. Uno de los tiradores le acompañó hasta Alabama y acabó con la vida de su mujer. Ese mismo año fue detenido y en febrero de 1982 se declaró culpable de asesinato ante un tribunal de Georgia y fue condenado a cadena perpetua.

Una condena que no fue definitiva. Un gran jurado en Alabama lo procesó por un delito de asesinato durante un secuestro. Su defensa se basó en la Quinta Enmienda de la Constitución de EEUU por la que no se pondrá a "persona alguna dos veces en peligro de perder la vida con motivo del mismo delito". La Corte Suprema resolvió que Heath había violado las leyes de dos estados diferentes y, por tanto, había cometido los delitos por separado contra Georgia y Alabama. Así, la prohibición constitucional no tenía aplicación. Heath fue ejecutado y el asesino de Rebeca, condenado a cadena perpetua.

El dinero despierta a la 'bestia'

Robert Black Jr. fue ejecutado el 22 de mayo de 1992 en Texas después de que John Wayne Hearn, un mercenario, recibiera dinero por matar a su esposa. Black Jr. no evitó la pena de muerte, pero Hearn sigue cumpliendo prisión de por vida en Florida. Mientras, David Fisher falleció el 23 de marzo de 1999 en Virginia, tras ser acusado de asesinato para cobrar un seguro de vida. El autor de los disparos, cadena perpetua.

Marilyn Plantz fue ejecutada el 1 de mayo en Oklahoma por ordenar el asesinato de su marido y cobrar los 300.000 dólares de su seguro de vida. Para ello se sirvió de su joven amante, William Bryson, y su socio, que asaltaron con bates de béisbol a Jim Plantz. Todavía no estaba muerto cuando idearon un plan para que su fallecimiento pareciera un accidente: estrellaron su pick-up con su cuerpo dentro. La autopsia reveló que Jim murió finalmente por inhalación de humo. Bryson también fue ejecutado, su cómplice no.

Cómplices en el corredor

Ni Doyle Skillern, ni Steven Hatch ni Robert Thompson apretaron el gatillo, pero una corte les condenó a morir por su complicidad con un asesinato. Skillern fue ejecutado el 16 de enero de 1985 en Texas por su implicación en la muerte de un agente de narcóticos. Skillern esperaba en un automóvil cuando otro hombre acababa con la vida de aquel policía. El asesino cumple condena, a la espera de su revisión y la libertad condicional.

Hatch, en compañía de Glenn Ake, asaltó una casa familiar. Durante varias horas, los dos hombres abusaron de los miembros de la familia. Después, Hatch abandonó la vivienda y se dirigió al coche, mientras Ake acababa con sus vidas. Hatch fue ejecutado el 9 de agosto de 1996, mientras que su cómplice cumple cadena perpetua en una cárcel de Oklahoma.

El caso de Thompson también es especialmente llamativo. Él y Sammy Butler entraron en una tienda de Houston para atracarla. Thompson abrió fuego contra un empleado, que consiguió sobrevivir. En plena huida en coche, otro trabajador salió para dispararles. Butler repelió los balazos y lo mató. Butler cumple cadena perpetua y Thompson fue ejecutado el 19 de noviembre de 2009. Su indulto fue rechazo por el gobernador Rick Perry.

Ocho casos en los que los autores de un asesinato escaparon del corredor de la muerte, mientras que los inductores o cómplices no evitaron la inyección letal o la silla eléctrica gracias a una mala defensa o un acuerdo judicial.

Mostrar comentarios