Pasajeros del Concordia: "Los españoles no teníamos nadie que nos coordinara"

  • "Los españoles éramos los tontos del barco" o "no teníamos a nadie que nos coordinara" son algunas de las quejas de los pasajeros del Costa Concordia que permanecieron en el crucero mientras naufragaba tras recibir por megafonía la única instrucción en español: refugiarse en el camarote y esperar.

Rossi García

Barcelona, 7 mar.- "Los españoles éramos los tontos del barco" o "no teníamos a nadie que nos coordinara" son algunas de las quejas de los pasajeros del Costa Concordia que permanecieron en el crucero mientras naufragaba tras recibir por megafonía la única instrucción en español: refugiarse en el camarote y esperar.

Varios de esos pasajeros residentes en España, que se han agrupado para emprender acciones legales contra la compañía, han relatado hoy su desesperación ante una evacuación del crucero que consideran caótica y en la que acabaron separados de sus familiares, sin saber la suerte que éstos habían corrido, en algunos casos, hasta varias horas después.

Los pasajeros creen que se vieron atrapados en esa desesperada situación por un principal error: hacer caso de las órdenes de megafonía en español que les instaban a permanecer en el barco, ya que, aseguran, las instrucciones para la evacuación nunca se difundieron en castellano, aunque sí en otras lenguas.

"Fuimos los tontos del barco, porque creímos en las instrucciones de megafonía y esperamos en el comedor", ha relatado aún con lágrimas en los ojos Salvador Montserrat, que viajaba con su esposa y asegura que vio como viajeros ingleses y franceses tenían a alguien que les guiaba, mientras a los españoles "no los coordinaba nadie".

"Como todo el mundo sabe algo de francés, seguimos a los franceses hacia los botes salvavidas", unas barcas que, según coinciden los demandantes, estaban oxidadas, no se abrían y tenían los tornillos atascados por múltiples capas de pintura, por lo que fue necesario arrancarlos con hachas.

La evacuación del Costa Concordia fue tan caótica, según los afectados, que la mayoría de ellos perdieron el contacto con sus familiares y no se encontraron hasta horas más tarde. En el caso de Víctor Galán, por ejemplo, en el aeropuerto de Roma cuando se disponían a regresar a España.

Jaume Farré, que viajaba en el crucero con su mujer, sus dos hijos de 3 y 7 años, sus padres y una hermana, ha explicado conmovido que en plena evacuación llegó a hablar por teléfono con su padre, que estaba solo y desorientando, y, convencido de que éste iba a morir, le mintió asegurándole que él y sus hijos estaban en tierra "para que pensara que al menos alguien se había salvado".

Cuando llegó a tierra firme con su mujer y sus hijos, Farré volvió al puerto y desde allí, asegura, vio "muertos, gente desnuda llegando a nado a la orilla, familias desesperadas" y, ya de madrugada, encontró a su padre escapando a la tragedia. De su madre y su hermana no supo hasta la mañana siguiente.

A los turistas del Costa Concordia les aterra recordar el desordenado desalojo que siguió a los "siete pitidos fatídicos", señal marítima con la que los buques avisan de la necesidad de una evacuación urgente.

Unos subieron a unos botes de salvamento abarrotados -"era como el metro de las ocho de la mañana", asegura el crucerista Ángel Morales-, otros, como Víctor Galán y su esposa, esperaron inútilmente que la barca que los debía salvar zarpara, pero les obligaron a regresar a bordo a los diez minutos.

También hubo pasajeros, como Jaime Farré y su familia, que vieron con estupor como el tripulante del bote salvavidas en el que viajaban navegaba mar adentro, en vez de acercarlos a la orilla de la isla de Giglio.

La mayoría de pasajeros que hoy han comparecido en rueda de prensa arrastran secuelas psicológicas por el naufragio que les han obligado a buscar la ayuda de especialistas y rompen en lágrimas cuando cuentan los temores que siguen arrastrando sus hijos, hasta el punto de tenerle miedo a la bañera.

"Mi hijo sueña que se ahoga, mi hija que se muere", afirma Silvina Ibáñez, tras proclamar su indignación por una evacuación en la que ella misma tuvo que resolver su huida y la de sus hijos, mientras una vez en tierra comprobó que eran muchos los tripulantes que estaban a salvo, incluso con sus pertenencias consigo, sin que todos los pasajeros hubieran sido desalojados.

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