Prestige: Diez años de un desastre ecológico que ha cambiado pocas normas

  • Hace exactamente 10 años, el miércoles 13 de noviembre de 2002, un viejo petrolero con bandera de Bahamas, mal mantenido, navegaba con 77.000 toneladas de fuel en sus tanques a unos 28 kilómetros (52 millas náuticas) de la costa gallega de Finisterre, allí donde se suponía que era el final de la tierra.

Txema Ruiz

Madrid, 13 nov.- Hace exactamente 10 años, el miércoles 13 de noviembre de 2002, un viejo petrolero con bandera de Bahamas, mal mantenido, navegaba con 77.000 toneladas de fuel en sus tanques a unos 28 kilómetros (52 millas náuticas) de la costa gallega de Finisterre, allí donde se suponía que era el final de la tierra.

Aproximadamente a las 15.00, ese buque, que se había visto inmerso en un fuerte temporal, lanzó una señal de socorro. Allí, a pocos kilómetros de Finisterre, acabó la vida del petrolero y empezó una de las mayores catástrofes ecológicas que han sacudido, no sólo a España, sino a toda Europa.

Ahora, 10 años después y cuando la justicia va a intentar aclarar qué sucedió y quiénes son los responsables, si es que los hay, para muchos ciudadanos tan importante como saber eso, lo es si se han tomado medidas para que un desastre similar no pueda volver a suceder.

Y lo cierto es que parece que no; o no se han tomando o las que se han tomando no podrían evitar otras catástrofes similares. Así lo creen desde instancias tan diferentes como las asociaciones ecologistas o la Asociación de Navieros Españoles (Anave).

Para Greenpeace de España ha quedado claro en primer lugar que los políticos fallaron y que desde entonces no se ha cambiado suficientemente la ley para evitar que naveguen buques que puedan producir mareas negras. En su opinión todo depende del azar, de la suerte.

Desde Anave han reconocido que más control sobre los barcos aminora la posibilidad de riesgos pero, añaden, es imposible impedirlos si las circunstancias y sobre todos las actuaciones de los responsables de la navegación son erróneas como, según ellos, pasó en el caso del Prestige.

En definitiva, parece que también desde la patronal naviera se reconoce que el azar tiene una influencia decisiva en estos casos. ¿Se puede dejar al albur algo tan importante?

Es verdad que, por ejemplo, se ha introducido la obligatoriedad del doble casco pero ese tranquilizador avance queda un poco desmitificado porque resulta que sólo es útil en el caso de "pequeñas colisiones que generalmente se suelen producir dentro de los propios puertos en maniobras de bajo riesgo pero es absolutamente inútil en casos como el del Prestige.

El problema no sólo es español: de hecho las navieras, los gobiernos y las asociaciones ecologistas han manifestado en reiteradas ocasiones su preocupación por el hecho de los buques no sean revisados con suficiente rigor, algo que puede provocar siniestros como el del Prestige que, dicho sea de paso, no fue el primero.

Se sabía que el Prestige había sido revisado en China de forma escasamente fiable y, de hecho, fue una plancha de un costado que se desprendió, la que desencadenó la tragedia. Pero a nadie le pareció importar y el buque nevegaba con total libertad.

¿Entonces? Se puede aventurar que la situación legal he mejorado un poco, que las propias compañías petroleras tienen más interés en evitar situaciones como la del Prestige pero que, en realidad, todo eso no pasan de ser en mucho cosas un conglomerado de buenas intenciones y poco más.

Cada día surcan las aguas buques cargados con miles de toneladas de crudo o sus derivados. Cada día puede ser un nuevo Finisterre, allí donde acaba la tierra, allí donde puede acabar la vida.

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