(reportaje) recetas para vivir más de 100 años

MADRID, 23 (SERVIMEDIA/LEONOR LOZANO MORILLO)

Mejorar la salubridad, controlar la alimentación, luchar contra las enfermedades que más limitan nuestra esperanza de vida (como las cardiovasculares o el cáncer) y los avances de la genómica y la epigenética son la clave para alargar nuestra existencia hasta los 120 años, la edad máxima a la que un ser humano puede aspirar.
Así lo dijo a Servimedia el presidente de la Sociedad Española de Medicina Genómica, Ramón Cacabelos, quien asegura que, hoy por hoy, ya es posible alargar la vida. Según este experto, aunque la esperanza de vida de los países desarrollados ronda en la actualidad los 80 años, nuestro genoma está programado para que duremos mucho más.
“La edad máxima a la que puede aspirar el ser humano fluctúa entre los 100 y los 120 años. Es muy difícil, por no decir imposible, que podamos expandir más allá de esa cifra nuestra esperanza de vida”, subraya el investigador. La comunidad científica se afana ya por alargar nuestra existencia, y lo hace a través de cuatro “estrategias”.
La primera de ellas incide en “lo que hemos hecho a lo largo del siglo XX”: mejorar la salubridad y controlar la alimentación. De hecho, apunta Cacabelos, son numerosos los estudios que vinculan la restricción calórica con la longevidad en distintas especies, incluida la humana. Paradójicamente, el ser humano del siglo XXI tiende a hacer lo contrario: sobrealimentarse.
La segunda de las “estrategias” a las que se refiere el doctor se centra en el control y la supervisión de las patologías concomitantes, las que más limitan nuestra esperanza de vida. El presidente de la Sociedad Española de Medicina Genómica cita tres: “Los problemas cardiovasculares, el cáncer y las enfermedades del cerebro”.
GENÓMICA Y EPIGENÉTICA
El tercer pilar para alargar la vida es la genómica, que utiliza el conocimiento de nuestro genoma para predecir el riesgo de padecer enfermedades. “Hoy podemos prever con 20 ó 30 años de antelación cuáles son los genes que nos van a abocar a un cáncer de mama, a un cáncer de colon, a sufrir un ictus, una demencia o una cardiopatía”, afirma Cacabelos. “Sabiéndolo, podemos actuar sobre esos genes anómalos con tratamientos personalizados”.
Por último, la epigenética, el estudio de las interacciones entre el genoma y el medio ambiente. Esta disciplina también nos ayudará a ser más longevos. “En ocasiones, nuestro genoma registra cambios sin que llegue a producirse una mutación”, explica Cacabelos. Y, al igual que el genoma de cualquier individuo puede sufrir cambios si se expone a tóxicos, a radiaciones o a una simple contaminación por ruido, podrá modificarse de forma controlada mediante fármacos o productos epigenéticos.
Este experto espera que en un horizonte de diez años contemos con cinco o seis de estas “drogas” para combatir el envejecimiento, tanto a nivel superficial (de la piel) como internamente (y, especialmente, contra el endurecimiento y obstrucción de las arterias).
En caso de controlar esas cuatro variables (nutrición, enfermedades concomitantes, genómica y epigenética), ¿qué porcentaje de la población superaría los 100 años de edad? Cacabelos consideraría un “exitazo” que lo hiciera entre el 20 y el 30 por ciento. Ahora bien: siempre y cuando esas personas gocen de un buen estado de salud.
DIENTES “ETERNOS”
Alejandro Mira, investigador de la Fundación para el Fomento de la Investigación Sanitaria y Biomédica de la Comunidad Valenciana (Fisabio), coincide con este planteamiento. Sus investigaciones sobre las bacterias “buenas” presentes en nuestro organismo contribuirán seguramente a que vivamos mejor, ya que nos ayudará a conservar nuestros dientes hasta los 100 años.
“Nos hemos centrado en las bacterias que habitan en la cavidad oral, y hemos observado que los individuos que nunca han sufrido caries presentan una bacteria que funciona como un escudo protector frente a la enfermedad. La hemos bautizado con el nombre de ‘Streptococcus dentisani’”, indica Mira.
Su equipo cultivó “dentisani” en una placa de laboratorio. La “enfrentaron” a las bacterias que provocan la caries, y pudieron comprobar cómo éstas morían. Su intención, ahora, es colocar esta bacteria “buena” en un alimento (por ejemplo, un producto lácteo), para ayudar a que colonice nuestros dientes y reducir la incidencia de caries en la población.
Aunque no lo parezca, atacar a las bacterias que provocan caries tiene una relación directa con nuestra longevidad, ya que una mala salud oral puede influir sobre distintos tipos de cáncer, sobre la incidencia de úlceras de estómago e, incluso, sobre enfermedades cardiovasculares.
UN “RELOJ INTERNO” BASTANTE INTELIGENTE
Salvador Aznar-Benitah, investigador ICREA en el Instituto de Investigación Biomédica de Barcelona (IRB), trata también de aportar su granito de arena al respecto. Estudia, en concreto, cómo se regeneran los tejidos humanos, por qué envejecen y por qué desarrollan tumores. Y ha descubierto que, cuando el “reloj biológico interno” del que disponen los seres humanos no funciona bien, las células madre pierden capacidad regenerativa.
En el caso de las células madre de la piel, el “reloj biológico” posibilita que ésta se proteja durante el día (de la luz ultravioleta, bacterias y virus, por ejemplo) y se regenere durante la noche.
Ahora bien, a medida que envejecemos, nuestro reloj deja de funcionar adecuadamente. “Lo que intentamos, por lo tanto, es mantener su correcto funcionamiento el máximo tiempo posible (conseguir, por así decirlo, que una persona de 70 años tenga el mismo reloj que cuando tenía 30) y, así, retrasar el envejecimiento. Aunque los investigadores no han descubierto aún cómo “manipular” ese reloj (se trata de una maquinaria molecular “muy compleja” que se ha ido perfeccionando a lo largo de millones de años), confían en poder hacerlo.
Y, pese a que aún “no existe una terapia celular como tal que nos permita alargar la vida”, Salvador se muestra optimista. “Tenemos células capaces de reparar daños. Aún no hemos conseguido que las células que reparamos lleguen a la zona dañada, pero se están dando muchos avances. Estoy seguro de que se irá solucionando poco a poco, y tejido a tejido”, concluye el investigador.

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