Si te hubieran raptado de pequeño y tus verdaderos padres fueran otros, ¿querrías saberlo?

  • Si existiera la posibilidad de que te hubieran raptado de pequeño y tus verdaderos padres estuvieran muertos, ¿querrías saberlo? Esto es lo que tienen que decidir los niños –ahora adultos- que sospechan que fueron raptados por la dictadura Argentina.
La Abuelas de la Plaza de Mayo identifican al nieto número 101
La Abuelas de la Plaza de Mayo identifican al nieto número 101
Julia Kumari Drapkin, Buenos Aires | GlobalPost

A Claudia Poblete Hlaczik le gusta utilizar la expresión "en retrospectiva". "Me sirve, me ayuda a entender algunas de las cosas de mi vida", dice esta 'niña robada'.Con la perspectiva que le da el tiempo transcurrido, Poblete cree saber por qué llamó a su primer muñeco Pepe, y por qué solía comprobar si sus padres seguían respirando mientras dormían por la noche.

Poblete adquirió esa perspectiva hace 10 años, cuando tenía 22 años y un juez ordenó que se hiciese una prueba genética. Se sospechaba que había sido secuestrada cuando era un bebé. Hasta ese momento se había negado a cooperar con la investigación, pero entonces preguntó a sus padres si debía de acudir a hacerse la prueba. Le dijeron que esa era una opción personal."Fui porque realmente creí que se quedaría en nada", afirma. Pero cuando el juez le dio los resultados todo cambió, incluso su nombre y edad.

Claudia Poblete es uno de los 400 bebés que cuyos padres fueron asesinados durante la guerra sucia argentina y que fueron criados por adeptos a la dictadura.Las abuelas de esos niños robados nunca dejaron de buscarlos. Con ayuda de la prominente genetista estadounidense Mary-Claire King las Abuelas de la Plaza de Mayo desarrollaron unas pruebas genéticas para ayudar a encontrar a sus nietos desaparecidos. Desde 1984 han recuperado ya a 102. Fueron de las primeras en utilizar pruebas genéticas para investigar delitos contra los derechos humanos, y han sido propuestas en varias ocasiones para el premio Nobel de la Paz.

Sin embargo, al igual que Poblete hace una década, muchos de esos niños, ahora adultos, no quieren ser encontrados. Así que mientras las abuelas son felicitadas por su uso pionero de las pruebas genéticas, sus nietos se han convertido en involuntarios casos de dilemas morales, atrapados en un debate nacional sobre derechos enfrentados, responsabilidad del Estado, política e identidad biológica.

¿Están los derechos de las abuelas a conocer la verdad por encima del derecho de sus nietos a la privacidad y a la autodeterminación? Una polémica ley aprobada en Argentina el año pasado se pone del lado de las abuelas: cualquier sospechoso de ser hijo de desaparecidos puede ser obligado a hacerse una prueba genética para determinar su identidad, aunque vaya en contra de su voluntad.

El secuestro de niños formó parte de la campaña de la dictadura militar en contra de los "indeseables". Los enemigos del régimen eran sistemáticamente detenidos, torturados y después "desaparecidos" en centros de tortura clandestinos como el de la Escuela de Mecánicos Navales de Buenos Aires. Ese centro sirvió también como maternidad clandestina para víctimas de todo el país. Las mujeres que eran consideradas enemigas del Estado parían en las celdas de la escuela a hijos que les eran arrebatados.

Fue una lógica peculiar de la dictadura: mataron a toda una generación de jóvenes, pero no mataron a sus hijos. "Pensaban que unos malos padres conducían a una mala política", asegura la antropóloga Lindsay Smith, que ha escrito un libro sobre los nietos desaparecidos. "Creyeron que colocándolos con nuevas familias, con buenos ciudadanos argentinos, podrían crear nuevos ciudadanos". Mientras tanto, los familiares de los desaparecidos no tenían ni idea de lo que estaba ocurriendo.

"Los buscamos por todas partes", dice la abuela de Claudia Poblete, Buscarita Roa. A esta menuda mujer de 70 años le inunda la tristeza cada vez que habla de la desaparición de su hijo Pepe. Tras perder sus piernas en un accidente, Pepe luchó activamente por los derechos de los minusválidos. Pero este activismo y sus ideas políticas le convirtieron en un enemigo de la dictadura. Desapareció junto a su mujer y su hija de ocho meses.

Roa recuerda cómo vio a otras madres con pañuelos blancos manifestándose en la Plaza de Mayo exigiendo el regreso de sus familiares, y que entre ellas había mujeres que preguntaban por sus nietos desaparecidos. Todas juntas formaron las Abuelas de la Plaza de Mayo.

"Descubrimos que Claudia estaba todavía viva", dice Roa con voz quebrada al recuperar los recuerdos. Las abuelas recibieron una pista de alguien anónimo 22 años después de la desaparición de la niña. Había sido criada por un coronel y su mujer, que le pusieron el nombre de Mercedes.

El caso de Poblete ha terminado siendo un caso de referencia en el proceso de reconciliación en Argentina. Mientras investigaba la desaparición de Claudia, el juez Gabriel Cavallo declaró inconstitucionales las leyes de amnistía que protegían a quienes ayudaron a la dictadura militar. Eso abrió el camino a muchos de los juicios que están en marcha en la actualidad.

Pero las acciones judiciales son la razón fundamental por la que los hijos de los desaparecidos se resisten a ser identificados. "Si tienes dudas, y quieres a las personas que van a ir a la cárcel por ti, es imposible tomar una decisión", reconoce Poblete.

Cuando Claudia Poblete decidió finalmente aceptar la prueba genética, los resultados se presentaron como una prueba judicial contra la pareja que la crió. Los dos fueron hallados culpables de secuestro y recibieron una condena de siete años. Su padre de adopción fue enviado a una cárcel militar y su madre cumplió arresto domiciliario.

Poblete opina que la nueva ley que obliga a hacerse los exámenes genéticos quita presión a las víctimas.Pero hay personas que creen que esa ley es inconstitucional."No están respetando el proceso judicial", dice el ahora ex magistrado Gabriel Cavallo haciendo repicar los dedos sobre los documentos que descansan sobre su mesa de trabajo. El caso que defiende en la actualidad es el de Ernestina Herrera, propietaria del diario Clarín, el mayor de Argentina, y del Grupo Clarín.

Hace mucho que se sospecha que los dos hijos adoptados de Herrera son bebés de desaparecidos, y ahora se encuentran en medio de una batalla entre su madre y la presidenta argentina, Cristina Fernández de Kirchner.

Cavallo defiende a los Herrera frente a las Abuelas de la Plaza de Mayo y la ley del ADN. Esta vez, asegura el ex magistrado, las abuelas no tienen razón. "Las abuelas dicen 'Haz esta prueba si no tienes nada que esconder', y así no es como funciona el sistema penal. Uno no presenta una acusación penal basándose en sospechas. Se hace cuando hay pruebas de que se cometió un crimen".

Cavallo dice que en el caso de Poblete había muchísimas pruebas de que había sido secuestrada: testigos, un certificado de nacimiento falsificado, que su padre era militar y que su madre adoptiva era demasiado mayor cuando nació. Además, el ADN de Claudia fue cotejado sólo con el de la familia Poblete, no con el de todo el banco nacional.En el caso de los Herrera, sostiene el ex magistrado, no hay suficientes pruebas y además, dice, existe un motivo político.

La presidenta Cristina Fernández lleva más de un año enfrentada al Grupo Clarín, al que acusa de ejercer un monopolio sobre los medios argentinos. El diario Clarín no es conocido por ofrecer una cobertura objetiva de los Kirchner, pero las medidas adoptadas por el Ejecutivo de Fernández para atacar al grupo son notables: investigaciones fiscales, varios intentos de confiscar sus bienes y denuncias contra sus ejecutivos por violaciones de los derechos humanos durante la guerra sucia.

Los detractores de Cristina Fernández dicen que la nueva ley del ADN fue aprobada específicamente para investigar a los hijos de Herrera, Marcela y Felipe Noble Herrera, y poder así sentar a su madre en el banquillo de los acusados. Pese a la nueva ley, los intentos de hacer las pruebas genéticas a los hijos de Herrera y cotejarlas con las del Banco Nacional de Datos Genéticos han fracasado. El último intento terminó siendo una dramática persecución policial en coche. Posteriormente, los hijos declararon a Associated Press que sentían que se les estaba imponiendo a la fuerza su historia genética.

La antropóloga Smith también cree que el proceso es injusto. "Al colocar la carga de la identificación sobre estos jóvenes adultos estamos hablando de unas decisiones morales tremendamente complejas sobre la responsabilidad del Estado, sobre el significado de la familia, sobre la base de la identidad". "Estas son unas cuestiones filosóficas enormes con las que los académicos llevan cientos de años peleándose".

Le ha llevado unos cuantos años, pero Poblete ha logrado hacer las paces con su identidad. Cree que lo que realmente importa es la experiencia, por encima de papeles o del código genético. "Yo soy todo lo que me ha sucedido", asegura. "Soy los 21 años que viví como Mercedes y los 10 que llevo viviendo como Claudia. Y los ocho meses que tuve con mis padres cuando nací".

No siempre resulta fácil, pero mantiene relaciones tanto con su familia biológica como con la que la crió. "Nadie te puede decir a quién debes querer", afirma. "Si quieres, puedes mantener la familia que..." Guadalupe, su hija de ocho meses y encaracolado pelo rubio está tomando el pecho e interrumpe a su madre a mitad de frase.

Claudia Poblete dice que su hija siempre sabrá la verdad de lo que ha ocurrido. "No habrá un momento específico en el que se lo diga, siempre lo sabrá. Hay fotos de mis padres por todas partes".Abre un álbum repleto de viejas Polaroid descoloridas. Allí están ella, un bebé regordete; su abuela Roa, su padre Pepe bañándola y su madre dándole el pecho.

Imposible disimular el asombro ante una foto de su madre biológica cuando era bebé: la hija de Claudia es su vivo retrato, con sus rizos rubios y sus mismos labios.Guadalupe nunca conocerá a sus verdaderos abuelos, pero Claudia cree que descubrir la verdad ha sido lo mejor para todos. "Un tío mío solía decirme 'La verdad es triste, pero no hay otro remedio'"

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