Un vino sirio desafía la guerra para llegar a las mesas más exigentes

  • Probablemente sea uno de los vinos más difíciles y caros de producir del mundo, pero sus creadores, los hermanos Karim y Sandro Saade, se han propuesto sacar adelante el Domaine de Bargylus, un caldo sirio que madura pese al conflicto que asuela el país desde 2011.

Susana Samhan

Beirut, 20 nov.- Probablemente sea uno de los vinos más difíciles y caros de producir del mundo, pero sus creadores, los hermanos Karim y Sandro Saade, se han propuesto sacar adelante el Domaine de Bargylus, un caldo sirio que madura pese al conflicto que asuela el país desde 2011.

Para estos empresarios, de una familia cristiano-ortodoxa siria asentada desde hace décadas en el Líbano, tan importante como el pronóstico del tiempo son las noticias sobre la guerra.

El viñedo, que ocupa 20 hectáreas, y la bodega se encuentran en la provincia mediterránea de Latakia, uno de los bastiones gubernamentales en Siria, que por el momento no ha vivido la intensidad de los enfrentamientos que se registran en otros puntos del país, aunque no por ello se ha librado de ellos.

"En un par de ocasiones, han caído en nuestra propiedad proyectiles provenientes de los combates en los alrededores, pero solo han causado daños leves", explica en una entrevista a Efe Karim, en la oficina de su compañía, Saade Group, en Beirut.

De hecho, los últimos choques, hace unos meses, fueron a tan solo un kilómetro de la finca.

Durante la conversación, la palabra que más emplea Karim, que está acompañado por su hermano Sandro, es "desafiante" para referirse a una aventura empresarial, iniciada en 2004, no exenta de motivaciones sentimentales.

"Nuestros padres eran amantes del vino y nos lo inculcaron. Mi padre quiso invertir en Burdeos (Francia), pero estaba lejos y al final decidimos crear algo en Siria y el Líbano", rememora Karim.

Desde marzo de 2011, fecha en que estalló el conflicto, los hermanos no han podido pisar el suelo sirio, por lo que cosas tan simples a priori como probar la fruta antes de la cosecha se han complicado: "Ahora, traemos las uvas en taxi a Beirut en cámaras refrigeradas".

Para que todo siguiera funcionando ha sido fundamental contar con una plantilla de una veintena trabajadores "fieles y valientes", como los describe Karim, a los que se les ha compensado con una subida de salarios frente a la devaluación de la libra siria para que no perdieran poder adquisitivo.

La guerra ha dificultado la producción del vino, pero tampoco es que antes de 2011 fuera una tarea sencilla, al tratarse de un proyecto pionero en Siria.

Para empezar, los hermanos Saade se enfrentaron al reto de adquirir una porción grande de terreno, ya que la tierra en Latakia está dividida en pequeñas parcelas desde mediados del siglo pasado por una reforma agrícola.

En Siria, tampoco había laboratorios especializados para hacer un vino de calidad para la exportación, porque la producción estaba concentrada en monasterios y bodegas estatales para consumo doméstico, así que, desde el principio, tuvieron que transportar las muestras para su análisis al Líbano y Francia.

A ello se sumó la necesidad de formar al personal desde cero, al no haber expertos en enología en Siria.

Pero, sin duda, como confiesan, la logística ha sido el principal quebradero de cabeza de los hermanos Saade, tanto antes como durante la contienda.

En la actualidad, las botellas salen del territorio sirio por carretera o por barco "desde Latakia, hasta el puerto egipcio de Damieta y luego al Líbano", detalla Karim.

Su destino final son algunos de los restaurantes más prestigiosos y licorerías del Reino Unido y Francia.

"No es un vino que se pueda hallar en las estanterías de un supermercado", comenta Karim, antes de precisar que el precio de la botella de tinto ronda los 33 euros y la de blanco los 25.

La filosofía de los hermanos Saade es "poca producción pero de calidad" para la elaboración de este vino, del que salen unas 55.000 unidades al año.

España podría ser la siguiente parada europea de este caldo y de su "hermano libanés", el Château Marsyas, que se cultiva en el valle oriental de la Bekaa, donde la seguridad es otro motivo de preocupación por la vecindad con Siria.

Aun así, para Karim, estos sacrificios merecen la pena: "No nos arrepentimos de nada, estamos haciendo algo en sintonía con nuestra cultura, nuestra tierra y nuestra historia".

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